El secretario general de ONU, António Guterres, ha volado directamente desde la cumbre del G20 en Bali a la del Clima en Egipto para comprobar que “se ha roto la confianza entre el Norte y el Sur” en las conversaciones. La COP está tan atascada que, tras circular una lista de aspectos que debería cubrir su decisión final, la presidencia de la cumbre no ha podido realizar la evaluación pública de las negociaciones prevista.
“A 24 horas del fin de la COP estamos en un momento crítico de las negociaciones y el juego de repartir culpas es una receta para la destrucción mutua”, ha abroncado Guterres que ve como solución “llegar a un acuerdo creíble para compensar los daños y pérdidas para los países empobrecidos”.
Esa parte del acuerdo está encallada, especialmente, porque los países ricos no admiten que China se zafe de poner dinero ahora que su economía ocupa puestos destacados desde hace años. No ha sido un contaminador histórico, pero es, desde hace más de un lustro, el primer emisor de CO2 del planeta.
“No podemos seguir negando la justicia climática a aquellos que menos han contribuido a la crisis climática, pero son los que más la sufren”, ha dicho el secretario general. “Se ha acabado el tiempo de hablar”, ha rematado.
También se ha referido a la necesidad de recortar mucho las emisiones de gases de efecto invernadero. “Los países deben afrontarlo forzosamente”. Guterres ha repetido que “cualquier esperanza” de poder limitar el calentamiento global a 1,5ºC pasa por esa reducción y “la expansión de los combustibles fósiles está secuestrando a la humanidad”.
António Guterres también cree que de Egipto hay que salir con una solución para que, de verdad, se aporte el fondo para estados en desarrollo que debería estar funcionando desde 2020 de 100.000 millones de euros anuales y una hoja de ruta clara para saber cómo se doblará la financiación para que esos países vulnerables puedan adaptarse al cambio climático. “El reloj sigue avanzando la confianza erosionándose”.