Un “hecho grave y perturbador de nuestra convivencia que va más allá de las discrepancias entre las formaciones políticas”. Así califican los obispos españoles la declaración de independencia aprobado en Catalunya el pasado 27 de octubre, que supuso “la ruptura del orden constitucional que los españoles nos hemos dado hace cuarenta años”. Es una de las conclusiones del discurso de apertura que Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal, ha hecho en la asamblea plenaria que reúne desde este lunes a los obispos para consensuar una posición unánime sobre las elecciones del próximo 21 de diciembre.
Del mismo modo, aunque sin citarlo expresamente, Blázquez ha avalado la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte del Gobierno de Rajoy. “Apoyamos el restablecimiento del orden constitucional, porque es un bien común”, ha señalado el también cardenal de Valladolid, que ha incidido además en que “la normalización de la vida social y el correcto funcionamiento de las instituciones suponen y exigen el respeto de la ley, que regula nuestra convivencia”.
La cuestión catalana fue la gran protagonista del discurso inaugural del presidente del Episcopado español, quien reclamó “el esfuerzo de todos para que las relaciones sociales, eclesiales y familiares afectadas negativamente por estos hechos sean renovadas por el respeto a la libertad de todos, la mutua confianza y la concordia serena”.
“La Iglesia, por su misma naturaleza puede contribuir a la pacificación personal y social, acentuando particularmente la solidaridad entre todos y la atención a los pobres. Como suele decir el papa deseamos destruir muros y tender puentes”, ha clamado Blázquez.
Defensa de la Constitución
Por otro lado, el cardenal ha querido remontarse al momento de la aprobación de la Constitución española, que “se gestó, redactó y fue aprobada en las urnas, como fruto del consenso entre todos”, ha afirmado. “Los españoles en aquellos años pasamos de la incertidumbre ante el futuro a la satisfacción porque el deseo ampliamente compartido de reconciliación se había traducido en una regulación fundamental de nuestra convivencia”, ha indicado el presidente de la Conferencia Episcopal.
Sobre la declaración de independencia, ha hecho hincapié en que se trata de “una ruptura” que “nos ha entristecido y preocupado, ya que la Constitución había nacido con la aspiración de configurar para las generaciones presentes y futuras un marco general de libertad y respeto en el que cabíamos todos”. Por otra parte, al respecto de las aspiraciones de reforma de la Carta Magna, ha tildado de “comprensible” que “el paso del tiempo y la vitalidad de la sociedad fuera mostrando la conveniencia de reformar o añadir aspectos nuevos en la Constitución para que siempre sea actual, pero ella misma indicaba los procedimientos para introducir los cambios oportunos”.
Del mismo modo, Blázquez ha reivindicado el papel de la Iglesia en la Transición, así como su voluntad de “continuar cumpliendo su misión de reconciliación y pacificación”. También, con una advertencia a clérigos, y obispos: “El ministerio de los obispos y presbíteros está al servicio de la comunión eclesial; y, por ello, también de la convivencia pacífica de los ciudadanos. Nuestra renuncia a la militancia política favorece que nadie se considere extraño a la comunidad cristiana por opciones legítimas”.
Contra la violencia machista y “la ideología de género”
En su discurso, Blázquez también ha hecho una referencia a la Jornada Mundial de Oración por las Víctimas de Abuso, que hoy conmemora la Iglesia española. “En todas las celebraciones religiosas de nuestras diócesis, parroquias y comunidades cristianas se pide hoy de manera especial por las víctimas de abusos”, y haciendo suyas las palabras del Papa, reiteró que “el abuso sexual es un pecado horrible, completamente opuesto y en contradicción con lo que Cristo y la Iglesia nos enseñan”.
Otro de los puntos estrella del discurso del presidente de la CEE giró en torno a la violencia machista. Blázquez ha denunciado “la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino de una cobarde degradación”. Además, centrándose en la violencia que se da “en algunos matrimonios” ha incidido en que “contradice la naturaleza misma de la unión conyugal”.
“¿Cómo es posible que la suma intimidad entre personas se convierta en violencia suprema? ¡Cuántas mujeres han muerto en el año en curso a manos de sus maridos o convivientes, parejas o consortes! Algunas estadísticas nos hablan de casi medio centenar de víctimas a las que hay que unir seis hijos e hijas de estas mujeres”, ha exclamado.
Sin embargo, el cardenal también ha querido referirse a la habitualmente nombrada en la Iglesia “ideología de género”, de la que Blázquez ha criticado que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer”, promoviendo “a través de leyes y proyectos educativos, una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”.
“La igualdad como imagen de Dios, como personas, incluye inseparablemente la diferencia de varón y mujer. Por ser iguales en dignidad nadie debe ser ni privilegiado ni postergado. La diferencia está ordenada a la complementariedad y no a la discriminación”, ha defendido.
Finalmente, tocando el tema europeo, el presidente de la CEE insistió en que “excluyendo a Dios y descartando a las personas indefensas y desvalidas no se construye la casa común que es Europa”, un proyecto que hoy está en riesgo “por el secularismo y olvido de Dios, que repercute en el sentido de la vida, la justicia, la solidaridad, la esperanza y la paz; por los síntomas de cansancio y envejecimiento”.
“¿Qué esperanza para la Europa de hoy y mañana? Todo buen proyecto mira hacia el futuro y el futuro son los jóvenes, llamados a hacer realidad las promesas del mañana. Quien dice joven, dice futuro; quien dice joven, dice esperanza”, ha concluido el prelado.