El océano Glacial Ártico se derrite más cada año. La desaparición de más cantidad de hielo y de manera más temprana cada estación libera las aguas para el tráfico de barcos y, por tanto, el acceso a los recursos bajo las aguas polares. Entre 2012 y 2014, la media de buques que surcaron aguas árticas subió un 20% según el primer recuento real que ha llevado a cabo el Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (Ifisc) del Csic y la Universitat Illes Balears.
Este 2016, la extensión del hielo del norte marcó un mínimo histórico: se registró a finales de marzo y fue de 14,5 millones de km, según el Centro de Datos de Nieve y Hielo estadounidense (Nsidc). 1,12 millones menos que la media constatada vía satélite desde 1980. Además, con el calentamiento global, la nieve ha empezado a derretirse también antes: el pasado 13 de mayo, el observatorio más al norte de la Agencia Oceánica y Atmosférica de EE UU (Noaa) constató la fundición más temprana: 10 días antes que el anterior récord de 2002.
Aumentan las aguas del océano septentrional que se convierten en navegables. “El acceso y la explotación de los recursos naturales son los factores predominantes que explican el tránsito marítimo en la zona”, explican en el Csic.
Aunque hasta ahora el paso de barcos no es muy grande, 11.000 en 2014, la tendencia es siempre ascendente. “La gran mayoría se concentra en el mar de Barents para pescar”, cuenta a eldiario.es uno de los investigadores principales, Victor Martínez Eguíluz.
Bacalao en el paralelo 78
Tanto es así, que la flota pesquera del Ártico ha podido faenar incluso más allá de los 78º Norte. Un análisis de los datos del sistema de posicionamiento (AIS) de arrastreros elaborado por Greenpeace ha concluido que más de 100 de estos buques llegaron a esas latitudes en 2015. El mar de Barents ha perdido hasta la mitad de su cobertura de hielo y el verano dura mucho más que en 1980, destaca la ONG. Eso se ha traducido en capturas anuales de 800.000 toneladas de bacalao en aguas que antes eran inaccesibles por heladas.
Martínez Eguíluz resalta que el seguimiento por satélite de las singladuras de barcos ha confirmado que “a menor capa de hielo, más barcos”. Especialmente en el corredor noreste que bordea Siberia. Por allí se están estableciendo nuevas rutas marítimas “que ahorran hasta 7.000 kilómetros en el tránsito de mercancías entre Europa y Asia”, añade el investigador. Y hay que tener en cuenta que hasta el 90% del transporte mundial de mercancías se hace por mar.
El océano Ártico va camino de convertirse en totalmente navegable durante el verano. “Algunos modelos lo sitúan en 2030 otros en 2050”, matiza Eguíluz. Pero es un escenario que parece inevitable. En 2014, 2.416 cargueros y tanques navegaron esas aguas, revela el estudio del Ifisc. Todavía tienen un peso relativo pequeño ya que suponen un 11% del total pero la media mensual pasó de 30 a 36 entre 2012 y 2014.
Muchos barcos, mucho impacto
Que se den las condiciones para que los pasos boreales se naveguen implica que “hay que analizar los impactos que producen ya que mucho tráfico marítimo tiene consecuencias en cuanto a contaminación, ruido o introducción de especies en los ecosistemas”, subraya Martínez Eguíluz.
En 2013, el presidente ruso Vladímir Putin avisaba de que el Ártico “es la ruta de tránsito más corta desde el oeste hacia el océano Pacífico. Existe un gran interés en todo el mundo por nuestra Ruta Marítima del Norte, que ahora por el cambio climático se hace más adecuada para la navegación”. Y luego vaticinaba que “dado que Rusia tiene la flota de rompehielos más grande del mundo, vamos a desarrollar y utilizar esta ventaja económica”.
Dos años después, Rusia pedía ante la ONU la soberanía sobre 1,2 millones de km en el Ártico para explorar la existencia de hidrocarburos. Las previsiones hablan de 412.000 millones de barriles de petróleo.