Llegados en helicóptero, los brigadistas contra incendios de Villaralbo repasan los cortafuegos de la sierra de las Cavernas a media mañana. Hace menos calor que el lunes, la noche ha sido fresca y el fuego parece que da un respiro al campo zamorano. Azada en mano, cargando la mochila de agua, un integrante del equipo (son cinco, contando el capataz), hace una pausa entre los rescoldos humeantes por los que ha pasado antes el bulldozer. Dice que el incendio es “gordo”, que hasta los gallegos del puesto, más habituados a los fuegos de verano, lo reconocen. Está cansado, tras el turno de 13 horas de la víspera, e insiste en que no hay que relajarse. “Las condiciones son más favorables para el fuego que para nosotros”, avisa.
El brigadista es joven, no dice su nombre porque teme un despido sumario si se enteran en la Junta de Castilla y León de que se entretiene con periodistas. Unos metros más atrás, otro compañero, también anónimo por si acaso, indica que las tres cuadrillas helitransportadas se ayudan entre ellas, aunque vendría bien tener más relevos. Este es su segundo día en Zamora, los dos previos habían estado en fuegos en Salamanca. “Yo no llevo tanto, pero gente más veterana dice que [un incendio como este] no lo habían visto nunca”.
El gran calor, y el viento de 60 kilómetros por hora, más todo el combustible acumulado, fueron una mezcla explosiva. Algunos vecinos decían la víspera que las llamas corrían más que los ciervos; solo exageraban a medias. Suena la radio del brigadista, preguntan qué tal. Contesta: “Todo tranquilo por aquí”. Pasa un helicóptero con agua, luego otro. A este segundo gran incendio en la provincia, casi continuación del que hace un mes arrasó la sierra de la Culebra, el trabajador forestal considera que los medios han llegado relativamente a tiempo. Hace un mes, no. “Fue un fallo gordísimo de la Junta no adelantar la campaña”, critica.
Al rato llegará a la zona la UME, seguida de peones forestales con camión y manguera. Uno de ellos, que también insiste en resguardar su identidad, cuenta que pasa de los 50 y lleva desde los años 80 en esto. Por su veteranía, es de los que más trabaja, nueve meses al año como trabajador fijo discontinuo, pero que entiende que para muchos brigadistas este es un empleo de verano. Opina que tragedias como esta servirán para reclamar mejores condiciones, conseguir el ansiado estatus de bombero forestal. “Pero para reclamar hay que cumplir”, defiende.
El incendio va cediendo, aunque conviene mantener la precaución. Hacia el mediodía se van abriendo las carreteras cerradas, y 20 de los 32 pueblos desalojados empiezan a recibir de vuelta a sus vecinos. Con el resto, conviene ser precavidos, y en el recinto ferial de Zamora (Ifeza), donde el lunes durmieron 400 personas, siguen a media tarde más o menos la mitad, muchos de ellos del Valle de Valverde, al otro lado de la sierra que por la mañana recorrían los brigadistas.
Incendios e inflación, mezcla nefasta
Sentado en uno de los camastros está, por ejemplo, Manuel Fernández, de Villaveza, donde viven poco más de 70 personas. Manuel se casó y se mudó a Almería con su mujer. Años después, tras fallecer ella, volvió a Zamora. “Vivo mi vida, hago lo que me da la gana”, cuenta de su rutina diaria. Asegura que un incendio como este “no se ha visto nunca”, como tampoco se ha visto, compara, el alza de los precios.
¿Tú crees que hay derecho, que les da igual el kilo de pollo a tres euros, que a cinco y a siete?“, lanza. La víspera, la Guardia Civil llegó ”poco más que con la pistola en la mano“ a desalojarlos y en Ifeza ”es todo una mierda“ porque ”ni ropa“ les han dado. La alcaldesa de Burganes les dijo antes que las casas se han salvado y espera poder volver hoy mismo, aunque al pueblo le ve poco futuro: ”Desde la concentración parcelaria nos sobra agua, pero nos falta juventud“.
Los vecinos refugiados en el recinto ferial son en su mayoría de edad avanzada, como Manuel. “Como el 90% de la zona, y de Zamora en general”, señala Silvia Montalvo, coordinadora provincial de Cruz Roja, que colabora en el dispositivo de Ifeza. La edad media en la provincia pasa de 50 años, según el INE. La ONG se ocupa de dar apoyo moral, de vigilar a los mayores con medicación, de entretener a los pocos niños para que los mayores “puedan ventilar”.
Ángel Frías, de 71 años, patriarca de una familia de ocho personas de San Pedro de Zamudia (160 habitantes, aunque la familia solo viene en verano) debate con un agente de Guardia Civil si es seguro regresar. “Peligro, peligro, no hay”, confiesa el funcionario, que matiza que todavía hay humo, que de volver deberán tener cuidado, no ir por el camino habitual y si “normalmente circulan a 50, hoy a 30”. Don Ángel decide esperar. Sus hijos, Sonia e Iban, de 42 y 43 años, dicen que en Ifeza los están tratando muy bien: “La gente aquí, un encanto”.
Hay algún caso particular, como el de la peregrina Therese Dubosq, de 77 años, que iba de camino a Santiago, aunque la familia le insiste en que ya no tiene edad para ir sola, cuando la orden de desalojo la sorprendió durmiendo en un albergue de Tábara. Ahora espera a que se restablezca el servicio de tren para seguir hasta Compostela. También por la tarde, la Junta informa de la “buena evolución” del fuego, cuya reactivación evitan los medios de extinción. El Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales (EFFIS), publica a esas horas un mapa del que se hace eco la escuela de ingeniería forestal de Ponferrada: la superficie quemada en estos días ya rivaliza con la de hace un mes, y aún con decenas de puntos calientes señalados. Para el miércoles se esperaba un aumento de las temperaturas.