Es un gran lienzo que seguramente no llamaría nuestra atención entre las numerosas salas del Museo de Arte e Historia (MAH) de Ginebra, en Suiza. La muerte de Lucrecia, pintada hacia 1788 por el artista ginebrino Gabriel-Constant Vaucher, evoca los colores cálidos y el claroscuro típicos de la pintura neoclásica. Y un tema recurrente: el suicidio de Lucrecia, figura de virtud que, según los escritos de Gabriel-Constant Vaucher, se quitó la vida tras ser violada por Sexto, hijo del rey de Roma. Aparece desmayada, con un seno al descubierto, rodeada de cuatro soldados romanos, entre ellos su marido Colatino. “Es una temática bastante frecuente en la historia del arte: hombres vivos, de pie y vestidos, inclinados sobre el cuerpo de una mujer muerta, que yace desnuda. Aquí, ella tiene un pecho al aire porque... ¡por qué no!”.
Este tono medio en serio, medio en broma, es el de Julie Beauzac, autora de Vénus s’épilait-elle la chatte? [¿Venus se depilaba el coño?], un premiado pódcast en el que, desde 2019, revisita la historia del arte desde un prisma feminista. Para esta graduada de la Escuela del Louvre, la idea nace de la constatación de que el sesgo de género nunca formó parte del marco analítico, ni en las aulas ni en los museos.
La idea es ofrecer una visión global de los mecanismos de dominación presentes en la historia del arte, ya sea en términos de voyerismo, de cultura de la violación o de cosificación del cuerpo
Y, sin embargo, las paredes de las grandes instituciones están llenas de representaciones “extravagantes” de la mujer, como ella misma dice. “La idea es ofrecer una visión global de los mecanismos de dominación presentes en la historia del arte, ya sea en términos de voyerismo, de cultura de la violación o de cosificación del cuerpo”, explica Julie Beauzac. Este ángulo muerto [del arte] ha decidido tratarlo con humor, benevolencia y pedagogía.
La fantasía de las bañistas
Una visión compartida por el MAH. En el marco del festival Les Créatives el pasado noviembre, el museo dio carta blanca a Julie Beauzac para idear una audioguía un tanto atípica. “Es una forma de situar el museo y su colección en el foco de las preguntas que nos hacemos a diario”, explica Loyse Graf, mediadora cultural. “¡Y de deconstruir ciertos códigos del arte que se han erigido en un pedestal como verdades absolutas!”. No se trata de quemar los clásicos, sino de contextualizarlos, de cambiar y enriquecer nuestra mirada, seamos iniciados o novatos.
En la entrada, los visitantes reciben un código QR para acceder a una playlist: seis audios de 3 minutos que analizan sendos cuadros de la colección de Bellas Artes. Hay que reproducirlos en las salas de la segunda planta, con los auriculares puestos, como si se llevaran unas gafas nuevas.
No muy lejos de Lucrecia, la mártir erotizada, se encuentra Cleopatra (1550-1560). En este retrato, atribuido al pintor Michele Tosini, la protagonista sostiene una serpiente cerca de su pecho. Es solo un ejemplo (entre muchos) de una mujer que, a pesar de haber sido dirigente política durante veinte años, fue retratada semidesnuda y en el momento de su muerte –provocada por la mordedura de un áspid, según algunas versiones–. Un reflejo del mercado del arte de la época, cuando los desnudos femeninos eran muy cotizados y las mujeres meros objetos decorativos, según Julie Beauzac. “Todo se remonta a las academias de pintura del Renacimiento en Italia. En estos ”clubes de chicos“ se decretó lo que se consideraría ”gran arte“: temas inspirados en la mitología o la historia antigua, con escenas recurrentes de violencia sexual, rapto y depredación. En aquella época, algunos de estos cuadros incluso se colocaban en los dormitorios ¡para inspirar a los hombres en el cumplimiento de sus deberes conyugales!”, señala Julie Beauzac. En cuanto al famoso motivo de las “mujeres en el baño”, pintado en una época en la que las damas estaban lejos de mostrarse en público en paños menores, se trata de “una fantasía creada por y para los hombres”.
Como en Desnudo a contraluz, de Pierre Bonnard, en el que una joven completamente desnuda es observada, sin que ella se dé cuenta, mientras se perfuma. O en La ola (1907), del artista alemán Carlos Schwabe, donde una gran masa negra engulle a unas mujeres que se lamentan en primer plano. El cuadro evoca la histeria, esa “enfermedad” que ha estigmatizado durante mucho tiempo la psique femenina, apunta Julie Beauzac.
La necesidad de introspección
Lejos de un análisis exhaustivo, este recorrido sonoro pretende ser un juego revelador: ofrece pistas al visitante para que pueda descifrar otras obras. Incluidas las contemporáneas, ya que los últimos siglos de cultura visual han dejado su huella, subraya la autora. “Se puede ver el impacto directo de estas pinturas del siglo XIX, con hombres mirando a mujeres desnudándose, en películas como Las chicas de la sexta planta, protagonizada por Fabrice Luchini. ¡Encontramos la misma composición!”.
Finalizado el festival, la audioguía sigue ilustrando a los visitantes del MAH gracias a una nueva aplicación web y pronto se enriquecerá con seis nuevos audios que abordarán otros ángulos muertos del arte, como el clasicismo y el orientalismo. “Aún estamos lejos de superar colectivamente estos temas”, afirma Julie Beauzac. Aunque las cosas han avanzado desde el lanzamiento de su pódcast hace cinco años y las iniciativas para descifrar el arte a través de un prisma feminista han florecido, siguen dependiendo en gran medida de la voluntad individual. “Todavía hay mucha resistencia, sobre todo en el mundo de la investigación y las instituciones museísticas. Tampoco ha cambiado mucho la forma de enseñar historia del arte, aunque los estudiantes de hoy son más sensibles a estas cuestiones que nosotros. Cuando esta generación ocupe puestos de conservadores o responsables de comunicación, cambiarán las reglas del juego”.
Loyse Graf cree que ya era hora de que los museos de arte, esos lugares de cultura y encuentro, hicieran una introspección. “A diferencia de los museos etnográficos, que han sabido tratar en gran medida la cuestión del origen, los museos de historia y de arte han tardado en plantearse estos temas, en bajar al arte de su pedestal”. Algunos han lanzado campañas para reescribir las cartelas de las obras que contienen términos peyorativos, como en el Museo del Prado de Madrid. “Por supuesto, no se trata solo de cambiar el vocabulario, sino también de cuestionar la forma en que contamos la historia”, subraya la mediadora. “Hay que abrir un debate, incluir y representar al público del mañana”.