El Estado del bienestar fue concebido como un igualador de oportunidades frente a las diferencias sociales y una red de protección frente a los embates de la enfermedad, la vejez o la pobreza. En el caso de España –y durante estos seis años de la Gran Recesión– el sistema ha protegido de manera notable a los pensionistas y, en menor medida, a los desempleados, pero ha fracasado estrepitosamente en la protección de los niños. Con uno de cada tres menores en situación de pobreza o riesgo de exclusión, hoy nuestro país alcanza niveles récord en un ámbito que establece el rasero moral de las sociedades y sus posibilidades de progreso futuro.
Cuánto de esta situación depende de un mayor esfuerzo presupuestario de las administraciones públicas es un asunto que no tiene una respuesta simple. Niveles equiparables de gasto en diferentes países o regiones obtienen resultados muy diferentes, porque la eficacia de la inversión en infancia está relacionada con los destinatarios, el alcance y la duración las políticas.
Lo que parece fuera de discusión es que el volumen del gasto importa, porque sus reducciones están directamente relacionadas con el deterioro de las condiciones de vida de los niños. De acuerdo con el informe de UNICEF Los niños de la recesión –que analiza el impacto de la crisis en la infancia de los países desarrollados– es posible identificar dos fases muy claras en la respuesta de los países a la crisis: durante el período 2008–10, caracterizado por la expansión del gasto en políticas de protección, 19 de los 30 países analizados lograron reducir la pobreza de los niños (en algún caso, como el de Lituania, Islandia y el Reino Unido, de manera considerable). El panorama cambió de manera radical con la aplicación de las medidas de austeridad, un periodo (2010–12) en el que solo cuatro países lograron reducir la pobreza infantil más de un 1%.
España constituye un pequeño laboratorio de este experimento social, como muestran los números analizados por la Fundación porCausa a partir de los datos de la Fundación Tomillo/UNICEF Comité Español. El fenómeno de V invertida que representa la evolución del gasto entre 2007 y 2013 coincide con un punto de inflexión en los niveles de pobreza de los niños, que caen levemente hasta 2011 y crecen desde entonces.
Como en otros ámbitos esenciales del interés público, la información con la que trabajamos es demasiado gruesa para establecer conclusiones definitivas que informen un debate público de calidad sobre este asunto, pero al menos sirve como señal de alarma. Ninguna campaña electoral estará completa si no aborda estas cuestiones de manera clara en las próximas semanas.