Paco, el abuelo que fabrica aviones con latas de piña para sobrevolar la cuarentena
La fijación de Paco Sancho siempre han sido los aviones. Ya desde pequeño estaba fascinado con ellos. “Me hacía mucha ilusión cuando pasaban”, explica. Empezó dibujándolos para, muchos años más tarde, pasar a construirlos con lata. Por eso, cuando el decreto del estado de alarma del pasado 13 de marzo impuso el confinamiento, era inevitable que Paco, a sus 70 años, se pusiera a modelarlos en serie.
Antes de jubilarse, trabajaba en un taller montando cuadros eléctricos para cámaras de frío. Y fue allí donde, hace 15 años, empezó a hacer modelos aeronáuticos a partir de pletinas de cobre. El primero se lo regaló a su jefe y el segundo a su hija, Mónica. Luego vinieron muchos más. Y de la mano de su nieta han traspasado las paredes de su casa en Paterna (Valencia) gracias a las redes sociales.
Los biplanos de Paco están basados en modelos de finales de la Primera Guerra Mundial y pueden llegar a caber en la palma de la mano. Los más pequeños tienen cerca de un centímetro y medio, mientras los más grandes, que “cuesta mucha faena hacerlos, con tornillos y tal”, alcanzan 20 centímetros de envergadura.
El secreto está en la piña
Hace unos años, Paco cambió el cobre por otra materia prima: “Me dije, che, con latitas de piña puedo hacerlo mejor”. ¿Por qué precisamente de piña? “Mira que he buscado yo latas, pero estas de piña, que han de ser las de tres en un pack, son todas lisas”. Paco explica que las latas vienen anilladas para evitar que se deformen, “pero estas, como es tan pequeña cantidad la que tienen, son lisas y me vienen de cine para hacer los cuerpos de los aviones”.
Paco hace las plantillas –“me he inventado yo los planos, no los he hecho a escala”– que corta con tijeras en la lata y luego monta. Finalmente, los pinta. “En verde, camuflados como si fueran de guerra, son los que más me gustan”, confiesa, aunque los hace de muchos colores. El cuerpo de las maquetas lo fabrica con las latas pequeñas de piña (con las del pack de tres), mientras las alas las construye con la lata grande, de superficie ondulada.
¿Y qué hace con la piña? “Me la tengo que comer yo, tenga gana o no. Si necesito aviones para hacer, a comer”, cuenta. En ocasiones, logra un descanso de piña gracias a la vecina o algún amigo, que le pueden pasar “una latita o dos”. “Pero a veces está en crisis la industria”, bromea.
“Quedaos en casa”
Paco guarda más de 100 biplanos en la casa, pero no quiere comercializarlos: “No quiero líos”. Y ha convertido la habitación donde su hijo estudiaba en un taller.
“Mi abuela siempre le está diciendo que tiene la casa llena de aviones, porque tiene las estanterías llenas, va a darles a los vecinos, a los conocidos... se mete mucho con él, pero le encanta, le hace muchísima gracia y ella lo ve feliz, está súper orgullosa del trabajo que hace”, explica su nieta Mónica, que vive en Madrid.
Es precisamente gracias a su nieta, de 19 años, por la que la historia de Paco llega a eldiario.es. Mónica vio las fotos que había puesto su abuelo en Facebook, con los modelos y el mensaje 'quédate en casa': “Me pareció súper tierno y las subí a Twitter”. Ahí fue cuando empezó a recibir miles de reacciones y cientos de elogios al trabajo de su abuelo. “Me enorgullece un montón”, explica.
El disgusto de las soldadoras
Ahora, con 70 años, Paco pasa los días confinado en su casa en Paterna con su mujer, Puri, con la que se casó hace 50 años. Ella es la que se encarga de hacer las compras. También sale a llevar de comer a su madre, de 90 años, que vive sola a pocas calles de su casa.
En estas últimas semanas, Paco ha hecho entre “20 y 30” biplanos. Pero tuvo que detener la producción porque se le rompieron las dos soldadoras que tenía. “Fue un disgusto. Era mi salvación, pero se me han estropeado las soldadoras y ahora sí que estoy fastidiado”, cuenta.
“No sé si ponerme a pintar cuadritos, porque también me gusta y porque si se alarga mucho esto, tendré que hacer algo”, explica. Solo que en esta ocasión, no serán aviones, sino paisajes, los que ocupen las largas horas de confinamiento.
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