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¿Aviones misteriosos que nos fumigan en secreto? Los ‘chemtrails’ no existen

Enrique Sánchez Sánchez

Profesor de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha —

A raíz de un tuit de una presentadora de RTVE, ha resucitado la polémica de las estelas de condensación. Hablamos de las líneas rectas que aparecen en el cielo (contrails, en inglés, abreviatura de condensation trails). Estos cristales de hielo aparecen en ciertas condiciones de temperatura, viento y presión (que no siempre se dan) que condensan el vapor de agua que expulsan los aviones al moverse.

Algunos han planteado que estas estelas puedan contener, de manera deliberada, productos químicos (chemtrails). Los objetivos serían variados: desde envenenar a la población y producir esterilidad a alterar el clima.

Esto no tiene ninguna base científica. Todos los estudios llevados a cabo por instituciones relacionadas con la atmósfera, como centros meteorológicos, apuntan a la inexistencia de este fenómeno.

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha publicado numerosas reseñas sobre el asunto, que no dejan lugar a dudas sobre la inexistencia de los chemtrails.

La navaja de Ockham

Las preguntas que surgen para cuestionar esta teoría son abundantes y contundentes. En este caso, la respuesta más sencilla parece también la más probable, lo que en filosofía se conoce como la navaja de Ockham.

1) ¿Quién lo hace? ¿Se podría hacer en secreto? ¿Las compañías aéreas no lo saben? ¿Ni los gobiernos? ¿Se puede seguir la pista a esos aviones para ver cuáles son, de dónde vienen y van?

Parece evidente que la única respuesta razonable es la inexistencia de dicho proceso.

2) Si se emitieran esos productos químicos, ¿cómo se podría conseguir que llegaran al objetivo previsto?

La atmósfera se mueve de manera compleja, con vientos y turbulencias. Los aviones vuelan a unos 10 kilómetros de altitud, por lo que sería imposible saber en qué punto caería una sustancia emitida desde uno de ellos. Es difícil prever dónde caerá una hoja de un árbol a pocos metros del suelo, así que a varios kilómetros resulta imposible.

3) ¿Qué cantidad de aviones haría falta para que tuviera efecto sobre la población, fuera el que fuera?

Parece absurdo pensar en la cantidad necesaria, si es que el argumento de la puntería no es suficiente.

4) ¿Qué tipo de sustancias químicas podrían ser? ¿Cómo es que no se han observado, a día de hoy, con las ciudades llenas de medidores de contaminación?

No se conoce qué sustancias podrían producir esos efectos. Tampoco se han medido ni hay publicaciones que lo prueben.

5) ¿Podríamos estar ante un caso de modificación artificial de las condiciones atmosféricas?

Es una teoría muy extendida en las zonas rurales de España y otros entornos. Según esta, se puede conseguir que llueva o deje de llover mediante la siembra de cristales o sales desde avionetas misteriosas.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) y AEMET han publicado informes donde concluyen que, a día de hoy, no es posible realizarla de forma controlada.

Se han llevado a cabo experimentos desde hace décadas, pero con resultados negativos. El movimiento del aire junto al suelo es tan complejo, casi impredecible a pequeña escala, que es imposible de ajustar. El crecimiento de nubes a partir de cristales es un proceso conocido, pero solo se puede controlar en condiciones de laboratorio.

6) ¿Y si es geoingeniería solar? ¿Podrían afectar estas estelas a la cantidad de radiación que recibimos del Sol?

Los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), basados en trabajos científicos, estiman el efecto de estas estelas sobre la radiación solar neta. Podría cambiar, sí, pero el valor es muy pequeño, casi imperceptible.

Estos resultados se refieren siempre a vuelos regulares, no deliberados para intentar provocar un descenso sistemático y apreciable de la radiación del sol a una escala climática. Tampoco olvidemos las emisiones de gases invernadero de esos aviones, que contribuyen al calentamiento.

En toda esta historia desempeñan un papel importante las redes sociales y las teorías de la conspiración. Algunos trabajos analizan esta relación y defienden la importancia de separar hechos de creencias y suposiciones personales.

Las estelas que observamos son el resultado del vapor de agua transformado en hielo que expulsan los aviones.

Los chemtrails no existen.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original aquí.The ConversationLee el original aquí