“La que se va a liar”. Cuentan que, cuando Juan Miguel Ferrer, hasta el próximo sábado deán de la catedral de Toledo, vio el videoclip 'Ateo' de C. Tangana y Nathy Peluso, rodado con su permiso en la catedral primada, se llevó una mano a la cabeza. Y no porque sintiera que lo visto era un sacrilegio –“Aunque se podían haber ahorrado tanto baile sensual”, afirma un miembro del cabildo– sino porque sabía la que se le venía encima.
Dicho y hecho: la presión de un importante sector de la Curia toledana –una de las más conservadoras de España, de la que han salido obispos ultras como Jesús Sanz (Oviedo), José Ignacio Munilla (San Sebastián) o Demetrio Fernández (Córdoba)–, unida a los lobbies ultracatólicos cercanos al entorno de HazteOir.org y la cadena EWTN, se lanzaron en tromba en las redes sociales contra el deán y, por extensión, contra el arzobispo, Francisco Cerro, que (como sucede en todas las curias) no se había enterado de la polémica, pues la responsabilidad de lo que sucede en la catedral corresponde al cabildo.
De nuevo, la eterna pulsión entre las dos almas de la Iglesia española –la conservadora, mayoritaria y más ruidosa; y la moderada, más cercana a las reformas del papa Francisco pero también la más silenciosa en nuestro país– hacía estallar las costuras de la supuesta unidad entre clero, obispos y fieles laicos. Ya sucedió en los estertores del franquismo, con la Iglesia aperturista representada en el cardenal Tarancón y la ultraconservadora, capitaneada por el (también arzobispo de Toledo) cardenal don Marcelo. En esta ocasión, a cuenta del vídeo de C. Tangana y Nathy Peluso, por el que su productora abonó 15.000 euros, que fueron entregados a obras sociales de la diócesis. Nadie entró en el que podría ser el auténtico debate: si, tratándose de un Bien de Interés Cultural, no habrían de ser las administraciones públicas las que aprobaran o no la filmación, como sucede por ejemplo en Francia. Pero la laicidad del Estado en España no siempre es evidente.
Un deán en las ternas para ser obispo
La primera respuesta llegó del mismo deán, un sacerdote reconocido en el Vaticano –fue el número dos de Culto Divino– y que ha aparecido recurrentemente en las ternas para ser obispo. Pedía disculpas por los errores que se hubieran podido cometer, pero insistía en que el vídeo “no afecta a la fe” y solicitaba “comprensión y acogida” frente a “ciertas actitudes de intolerancia”. “Es un lenguaje propio de la cultura de nuestro tiempo y se ha atendido al bien que pueda producir en los alejados”, se justificaba Ferrer.
La respuesta, como apunta a elDiario.es una de las personas que han vivido más de cerca la polémica, era medida y “muy cercana a lo que nos pide el papa Francisco cuando dice que prefiere una Iglesia manchada por el barro del camino a otra encerrada en sí misma”. Pero esto no sirvió sino para envalentonar aún más a los sectores más rigoristas del clero toledano, que llegaron a amenazar con una 'plantada' contra el deán si no se rectificaba de inmediato. Algunos, incluso, plantearon abandonar la catedral si Ferrer aparecía por allí, aunque fuera en plena misa.
La presión fue subiendo de tono hasta que el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, se vio obligado a emitir un segundo documento con una expresa condena a la grabación del videoclip, con una rotunda petición de perdón y dejando claro que el prelado desaprobaba las imágenes y que “desconocía absolutamente la existencia de este proyecto, el contenido del mismo y el resultado final”. En el comunicado, el arzobispo pedía perdón “humilde y sinceramente a todos los fieles laicos, consagrados y sacerdotes, que se han sentido justamente heridos por este uso indebido de un lugar sagrado”. Ni con eso bastó.
Varias asociaciones cívicas anunciaron concentraciones en toda España –finalmente, solo una treintena de personas se congregaron a las puertas de la catedral para rezar rosarios de desagravio ante el 'sacrilegio' al templo– y la carcundia mediática pidió la inmediata destitución del deán. Un deán que, por otro lado, siempre ha estado considerado dentro de la rama conservadora de la Iglesia española. No en vano fue número dos del dicasterio vaticano en tiempos de Benedicto XVI, siendo el cardenal Cañizares su jefe directo. Algunos dicen, ahora, que Valencia podría ser su destino futuro, una vez salga de Toledo.
De nuevo, la presión ultra obligó al obispo Cerro –un prelado que no está incluido dentro de los más conservadores, pero que según admiten fuentes cercanas se vio superado por el ambiente– a emitir un segundo comunicado, anunciando un “acto de desagravio y reparación” en la catedral el próximo domingo.
No habrá autos de fe ni se quemarán discos en la plaza pública, ni se rociará de hisopo todo el templo, que nadie espere un 'exorcismo' contra una supuesta 'profanación'. Ni hubo la una ni habrá el otro, pero al desagravio se suma el último capítulo (hasta la fecha) de la trama: la dimisión de Ferrer. Todo esto ha calmado los ánimos de los ultracatólicos. Que, no obstante, ya saben que pueden presionar al arzobispo. Y que de hecho ya lo hicieron, también con éxito, en el caso del cartel de Zahara este verano.
En esta historia también extraña el elocuente silencio de la Conferencia Episcopal, que se ha ocultado bajo la pátina de que se trataba de un problema diocesano para el que no era competente. Sí lo ha sido, y en esto se ha mostrado categórica, en asegurar que no habrá ninguna investigación global sobre la pederastia en la Iglesia española, después de las terribles revelaciones de más de 330.000 casos en Francia. Los obispos españoles tienen el dudoso honor, junto con los italianos, de ser los únicos de toda Europa en no mover un dedo para conocer la realidad del horror de los abusos a menores en su seno.
Tranquilo y sin retractarse
Más tranquilo, tras anunciar su cese Juan Miguel Ferrer admitía que su principal error en toda esta polémica fue no estar presente en la grabación para “advertir” sobre algunas imágenes que podrían provocar el “escándalo de algunas personas”. Sí quiso dejar claro el deán saliente que su relación con el arzobispo es muy buena –otra cuestión es la ruptura de la confianza institucional– y que no se retractaba del comunicado emitido por él mismo, porque “lo que tratábamos de decir era verdad y lo que explicábamos eran las razones por las que se dio el permiso”.
“A nadie le agrada que le pongan verde”, apunta el sacerdote, quien no evita una elegante andanada a los sectores ultras: “Yo admito toda crítica y reconozco que me puedo equivocar e incluso hacer mal, espero que sin querer, pero cuando me corrigen también me gusta que me corrijan con un poco de caridad y respeto. Pero bueno, ya digo, esto es para mí agua pasada, las críticas que me han hecho. Lo que quiero es que ahora todo el mundo esté sereno, viva en paz, no haya rencores o tensiones entre unos y otros”.
La historia deja ganadores y perdedores. Ganan indudablemente los artistas, cuyo videoclip lleva varios millones de reproducciones, alimentadas en parte por la polémica. También la catedral de Toledo, protagonista de titulares de prensa y minutos televisivos. No hay que olvidar que se paga por entrar al templo, excepto en horario de misa. Y, claro, los sectores más conservadores de la Iglesia española, que colocan una nueva muesca en su revólver de agitación. Pierden el deán dimisionario, el arzobispo atropellado por la presión reaccionaria y, en definitiva, esa otra 'alma' de la Iglesia española que sigue suspirando, en silencio, sin alzar la voz, por que la apertura que simboliza el papa Francisco pueda colarse por alguna rendija del episcopado de nuestro país. Los 'malos' vuelven a ganar. Otra vez.
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