El fin del estado de alarma el próximo 9 de mayo coloca a España en una casilla parecida a la del verano pasado y en la que desaparecen algunas restricciones que llevan meses en vigor. Las primeras son el toque de queda y los cierres perimetrales. Al tratarse de limitaciones al derecho fundamental de movilidad, a partir de ahora tiene que autorizarlas un juez y ya se han dado casos en los que ese criterio legal ha sido dispar.
Con un escenario regional incierto y la vacunación avanzando a buen ritmo –el 70% de los mayores de 60 ha recibido al menos una dosis–, es el momento de hacer balance de las medidas no farmacológicas usadas para contener la COVID-19. Ahora que toca a las comunidades tomar nuevas decisiones y adaptar sus marcos normativos para seguir bajando la incidencia, queda preguntarse: ¿Han servido para algo los cierres perimetrales?
La primera vez que escuchamos hablar de confinamientos, tras el domiciliario de la primera ola, fue a muy pequeña escala. Catalunya y Galicia decretaron en julio pasado el aislamiento de las comarcas de Segrià (Lleida) y A Mariña (Lugo) por varios brotes. Incluso el Gobierno de Castilla La-Mancha confinó un edificio entero de Albacete tras detectar contagios en dos de sus plantas. Cabe señalar que ya entonces la Justicia tumbó el cierre del Segrià. También Baleares, Aragón y Madrid propusieron a la vuelta de verano un confinamiento por barrios que fue duramente criticado en el caso de la última por no ir acompañado de un plan de choque social. Aquel fue el germen del perímetro por zonas básicas de salud (ZBS) que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha mantenido hasta ahora y que tanto ha dado que hablar.
Han sido muchas y muy variadas las recetas de cierres que han tomado las comunidades en este tiempo. El segundo estado de alarma, decretado el 24 de octubre, permitió por primera vez a las regiones blindar sus fronteras autonómicas y evitar la exportación e importación de casos al resto de España. Esta restricción es la primera que decaerá el 9 de mayo y la que los expertos consultados encuentran de mayor utilidad.
“La diferencia entre las incidencias de esta cuarta ola, como Euskadi versus Valencia, demuestra que la contención de la transmisión es más sencilla cuando tienes un cierre perimetral entre autonomías”, cree Quique Bassat, investigador del instituto ISGlobal. “Para mí eso explica bastante por qué una comunidad que está tan mal, como Catalunya, no haya sido capaz de afectar a Valencia a pesar de su cercanía”, expresa el epidemiólogo, quien reconoce que al principio se mostró escéptico con la medida.
La diferencia entre las incidencias de esta cuarta ola, como Euskadi versus Valencia, demuestra que la contención de la transmisión es más sencilla cuando tienes un cierre perimetral entre autonomías
Saúl Ares, investigador del CSIC, rebate que las diferencias en la cuarta ola han tenido que ver con cómo ha salido cada región de la tercera. “Las que lo hicieron de forma suave están mejor y, las que no, se mantienen en incidencias altísimas”, piensa. Para lo que sí cree que ha servido el cierre perimetral es para contener el impacto de la Semana Santa. “Solo hay que compararlo con la Navidad, en la que mucha gente se desplazó para pasar las fiestas en interiores, y luego la ola terrorífica arrasó a todas en enero”, rememora. Los confinamientos en comunidades ante puentes y festividades con gran movilidad también son los más útiles para Javier Segura, portavoz de AMaSaP, la Asociación Madrileña de Salud Pública. “En una comunidad como Madrid seguro que ha tenido efecto, y la prueba es que la transmisión se ha quedado dentro”, analiza, pues la región tiene la segunda incidencia más alta del país después de Euskadi, con 384 casos por 100.000 habitantes.
Para medir con precisión su utilidad, el epidemiólogo propone “hacer un análisis diferencial de qué han hecho unos sitios respecto a otros más allá de los cierres perimetrales”. Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) opina que a esta medida se le ha querido dar “propiedades mágicas”. “Vale para no exportar o importar casos, pero no para controlar lo que ocurre en tu zona, así que no nos debería extrañar que después de un confinamiento perimetral las incidencias se mantengan estables o hasta suban en algunos territorios”, argumenta.
No es una solución mágica, sino que tiene una función concreta y que se ha visto cuando regiones con una transmisión comunitaria muy baja no han tenido subidas muy abruptas, como ahora
En ese sentido, Ares defiende que no se han usado para aislar zonas “libres” de COVID-19, sino para limitar la movilidad no esencial. “La gente se ha seguido desplazando por trabajo o por motivos económicos. Tal y como ha sido planteada en España, es un factor más, como el toque de queda, los aforos o la limitación de horarios”, opina el investigador del Centro Nacional de Biotecnología. “No es una solución mágica, sino que tiene una función concreta y que se ha visto cuando regiones con una transmisión comunitaria muy baja no han tenido subidas muy abruptas, como ahora”, coincide Gullón.
“Confinamiento perimetral es encerrar a gente en sitios, por eso en los momentos en los que podía haber un movimiento grande por ocio, ha tenido utilidad”, continúa el epidemiólogo de la SEE. Eso sí ,“como todas las medidas no farmacológicas, el cansancio respecto a ellas hace mella en su efectividad”, concluye. “Si no tienes la estructura jurídica del estado de alarma, va a ser muy difícil controlar la transmisión”, defiende Bassat. “Lo que queremos son medidas de disuasión para que la gente infectada no se mueva. Pero si está prohibido a medias o no está controlado, no lo van a cumplir”, asegura.
La porosidad del cierre comarcal y el fiasco de las ZBS
Descendiendo en la escala, los confinamientos provinciales, municipales, comarcarles o por zonas básicas de salud son “más porosos”, según Bassat. “Depende del equilibrio entre la capacidad de seguimiento y la utilidad para la Salud Pública”, explica el experto catalán. La clave es complementarlos con otras normas sanitarias para justificar una medida “tan disruptiva y que complica las cosas a mucha gente”. Catalunya y Andalucía han empezado a abrir la mano con los confinamientos a pequeña escala antes de que decaigan los autonómicos. La primera permite la movilidad entre comarcas desde el lunes pasado y la Junta andaluza deja viajar entre provincias por primera vez en tres meses.
“No es lo mismo que tengas un pueblo con incidencia alta y lo cierres perimetralmente que hacer un cordón a una zona en Madrid en la que el límite, literalmente, es una calle”, compara Saúl Ares, del CSIC. “Es importante que la unidad que aísles tenga un sentido geográfico de movilidad, y las ZBS de Madrid no lo tienen porque dependen de la colindante para todas las actividades permitidas”, explica Pedro Gullón. Es decir, para ir a la compra a la farmacia, a los colegios o a los lugares de trabajo. El epidemiólogo, junto al residente de Medicina Preventiva y Salud Pública Mario Fontán, y al médico de Atención Primaria Javier Padilla, publicó un estudio científico que cuestionaba la eficacia del cierre por ZBS a pesar de los alardes de la Comunidad de Madrid.
No es lo mismo que tengas un pueblo con incidencia alta y lo cierres perimetralmente que hacer un cordón de una zona en Madrid en la que el límite, literalmente, es una calle
El Ejecutivo de Ayuso los ha defendido como el gran triunfo de sus políticas sanitarias ante la segunda ola. Pero los especialistas estudiaron el comportamiento del virus en algo más de una veintena de las primeras ZBS que fueron perimetradas el 22 de septiembre y en otras que no lo habían sido, y descubrieron que tenían una incidencia acumulada muy similar. “Podemos discutir si en alguna zona básica de la sierra es útil, pero en la parte metropolitana de la ciudad, la verdad es que no. Nadie conoce los límites de su ZBS”, resume Gullón. “Hay que confinar áreas que sean manejables y por eso a nivel municipio suele funcionar mejor que por zonas básicas de salud”.
Además, recuerda Javier Segura, de la Asociación Madrileña de Salud Pública, que “no han ido asociadas a una mayor capacidad diagnóstica, de rastreo o de apoyo social”. “Hay que reforzar esos elementos antes que discutir si el cierre entre comunidades funciona o si el toque de queda es antes o después”, arguye el epidemiólogo. “Hay sitios donde la situación es bastante crítica y cuando se acabe el estado de alarma, no habrá cambiado dramáticamente”, recoge Bassat. El epidemiólogo piensa que es un error dar por concluidos los cierres perimetrales puesto que la anterior vez que se hizo, el verano pasado, estábamos en incidencias mucho menores. “Han funcionado y no estamos para levantarlos”, defiende.
Gullón, por el contrario, piensa que aunque se produzca un crecimiento de casos, “no habrá un reflejo en fallecidos y hospitalizados” gracias a la vacunación. “Hay que estar vigilantes porque aún hay mucha población susceptible”, dice respecto a la futura toma de medidas. “Hay que encontrar mecanismos alternativos que permitan a los gobiernos autonómicos decretar medidas de forma ágil sin pasar por un juzgado”, zanja Bassat.