El entorno del Parque Nacional de Doñana está plagado de balsas de riego que alimentan la agricultura intensiva. Unas 1.700 láminas de agua, según la cartografía aérea elaborada por la organización WWF que considera que “el 80% es ilegal al no contar con los permisos”. Estas balsas se llenan a base de “pozos ilegales”, remacha la organización.
Una de las mayores amenazas oficialmente reconocidas sobre Doñana es el abuso que se hace del agua que debe mantener vivo el humedal. Es, de hecho, el motivo por el que la Comisión Europea ha abierto un expediente sancionador a España.
El Plan de Regadíos de la Corona Norte de Doñana –la guía que marca el límite máximo de la agricultura soportable– admite la presencia de unas 200 balsas por lo que la existencia de ocho veces más es un indicador de cómo se ha estado abusando de los recursos alrededor del parque. De hecho, WWF insiste que en “la cartografía de la Junta sí aparecen más de mil balsas”.
La agricultura de regadío alrededor del espacio protegido es una industria en auge. Los agricultores le atribuyen la generación de 80.000 puestos de trabajo y entre 290 y 300 millones de euros. La producción es de unas 280.000 toneladas de fresas. Incluso los regantes han solicitado al Gobierno andaluz que se revise el plan de regadío para incluir parcelas que habían quedado fuera de las hectáreas de cultivo permitidas.
La ONG asegura en su análisis que “al menos 112 balsas están en corredores ecológicos, 20 dentro de la Red Natura 2000, y 138 en la zona de máxima protección del Plan de la Corona Forestal de Doñana” para indicar que ha habido un “crecimiento caótico y descontrolado” de la agricultura en esta área.
España debe entregar a la Unesco en un mes una respuesta sobre el estado del parque para su evaluación. La organización internacional está decidiendo si este humedal, Patrimonio de la Humanidad, debe declararse oficialmente en peligro.