El hecho de que el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, haya visitado hoy Haití, es un elemento más que contribuye a formarse una idea de la magnitud de la crisis humanitaria que ha generado en el país el paso del huracán Matthew, el pasado 4 de octubre.
El pasado 20 de septiembre durante su intervención en la Asamblea General como secretario de la organización, el surcoreano se disculpó en nombre de la ONU por el papel que la organización tuvo en el brote de cólera que se desencadenó en el país tras el terremoto de 2010, de modo que este gesto previo a abandonar el cargo parecía necesario ante la crisis que afronta el país.
Varios estudios técnicos han apuntado a que el brote de cólera que aún afecta a Haití se inició en 2010 por un vertido en un río de residuos fecales del contingente nepalí de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah).
La ONU ha alertado de un rebrote del cólera entre los miles de afectados que esperan con urgencia la ayuda humanitaria en el país caribeño.
Los habitantes de Les Cayes, ciudad del sur que sufre graves consecuencias por el paso fenómeno, han permanecido del todo ajenos al operativo que se preparaba para recibir a Ban Ki-moon en el Liceo Philippe Griellee, donde permanecen unos 200 damnificados.
Este instituto es solo uno más de los cientos de albergues que acogen a miles de haitianos que lo han perdido todo como consecuencia de la brutal embestida de Matthew.
En su último balance provisional, la Protección Civil haitiana informó que Matthew causó 546 muertes, 128 desaparecidos y 175.000 desplazados.
Fuentes de organismos de socorro y autoridades locales aseguraban tres días después del paso de Matthew que las víctimas mortales sobrepasan las 800 personas, y la ONU advirtió el miércoles pasado que la cifra oficial continuará aumentando aunque no cree que llegue al millar.
En torno al mediodía, los primeros medios gráficos de agencias internacionales se apostaban a la puerta del centro, lo que ha supuesto una auténtica atracción para algunos de los niños allí alojados.
Poco más tarde, comenzó a desplegarse el dispositivo de seguridad, compuesto por efectivos de la Minustah y de la Policía haitiana, en el acceso al instituto, que rápidamente despejan la zona.
En un momento, cortan el paso al tráfico y el único movimiento es el de las personas que entran y salen del liceo, así como algunas motocicletas que, bajo ninguna circunstancia, pueden permanecer frente a las instalaciones.
Un minibus que llega al lugar transportando a miembros de la prensa que acaban de aterrizar en la base de la Minustah, como parte de un operativo procedente de Puerto Príncipe llega al lugar, momento en el que tanto los efectivos de seguridad como la prensa se ponen en alerta y, pocos minutos después, llega el convoy en el que viaja Ban Ki Moon.
La visita al liceo dura apenas cinco minutos que son un auténtico revuelo. Rodeado por un enjambre de miembros de la prensa, el secretario general de la ONU accede a una de las dependencias, donde habla con los damnificados por medio de un traductor, interesándose por su situación.
La mayoría de las personas que viven allí desde el paso de Matthew ni siquiera saben quien es Ban ki-moon, pero aún así permanecen atentos a cada uno de sus movimientos, y responden a los saludos que les brinda mientras se desplaza a otra de las aulas que sirven de refugio a estas personas.
Su salida del recinto es tan precipitada como su llegada, y todo el convoy pone rumbo a la base de la Minustah, seguido por la prensa, para poner nuevamente rumbo a Puerto Príncipe, donde ofreció una rueda de prensa antes de poner fin a su visita a Haití.