“Al principio, mucha gente lo acogió con ilusión, ofrecía beneficios a los centros. Pero conforme han pasado los años, cada vez más familias son conscientes de que no está funcionando y no lo quieren”. Paco Serrano, profesor de Primaria y realizador del documental La chapuza del bilingüismo, resume en 34 palabras un sentir creciente respecto a la educación bilingüe, un modelo impuesto por las administraciones en muchos casos, del que algunos centros están empezando a salirse porque no les funciona –especialmente si tienen estudiantes de pocos recursos–, que segrega al alumnado, según sus detractores, y del que no hay evidencia que esté ofreciendo resultados: varios informes señalan que el rendimiento académico está cayendo como consecuencia directa de dar las clases en inglés.
La enseñanza bilingüe desembarcó en España a principios de los 2000, con la Comunidad de Madrid de Aguirre como pionera de un sistema que se extendería por otras administraciones. A día de hoy, un 26,9% de todo el alumnado de entre 6 y 18 años cursa estudios bilingües, según datos del Ministerio de Educación recopilados por la Asociación Enseñanza Bilingüe. Murcia (45,4% de estudiantes bilingües), Castilla y León (41,4%) y Madrid (37,4%) son las que más extendido tienen el programa; Baleares (0,7%), la Comunitat Valenciana (1,3%) y La Rioja (10%), las que menos. A modo de contrapunto, según estos mismos datos: la escuela privada, que no tiene que atender las obligaciones que impone la administración, apenas tiene un 5% de su alumnado en programas bilingües.
La idea de estos modelos es sencilla: si se dan todas las clases en inglés, el alumnado aprenderá el idioma. Bueno, todas no. Las nucleares –según lo entiende la administración–, Lengua y Matemáticas, se acabaron quedando en español porque con las cosas de comer no se juega. Y el idioma mejoró, eso no lo duda nadie –aunque prácticamente nadie se atreverá tampoco a sostener que los estudiantes acaban la educación siendo bilingües–, pero el precio a pagar fue empeorar en (casi) todo lo demás, porque los alumnos bastante tienen con el inglés.
Así lo han corroborado en la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de la escuela pública, Ceapa, donde el principio de cada curso reciben numerosas llamadas de familias preocupadas por cómo lidiar con este fenómeno. Un padre resume la situación que viven muchas familias: “Mis hijos vienen superando este desastre gracias a su buena capacidad de aprendizaje y a las clases de inglés particulares que les podemos pagar. Sin embargo, estoy convencido de que este programa ha empeorado su educación”, reflexiona.
Este mal funcionamiento del modelo en lo académico lo sostienen varios informes, uno de los más completos, elaborado por la Universidad Carlos III, la Autónoma de Madrid y el University College de Londres. “Hemos encontrado un efecto negativo sobre el nivel de competencias y conocimientos de los alumnos que han seguido este programa bilingüe en aquellas materias que se han enseñado en inglés”, indica uno de los investigadores, Jesús Carro, del departamento de Matemáticas de la UC3M. “Estos alumnos y profesores están haciendo un esfuerzo adicional por el hecho de tener que enseñar y aprender las materias en un idioma que no es el suyo. Tienen que dedicar más tiempo y esfuerzo al aprendizaje del inglés, lo que puede afectar al aprendizaje de los contenidos específicos de materias como Ciencia, Historia o Geografía”, explican los investigadores.
Pero también los hay que sostienen que el efecto es nulo, como uno presentado esta misma semana por la Asociación Enseñanza Bilingüe, que tras analizar los resultados de PISA de la Comunidad de Madrid en 2018 concluye que “los resultados son similares en los dos modelos”, bilingüe y no bilingüe.
Menos atención, menos participación
El profesorado que trabaja con este sistema lo evalúa de otra manera, según refleja el último estudio sobre la cuestión realizado por el grupo de trabajo sobre bilingüismo del Movimiento de Renovación Pedagógica Acción Educativa, que ha preguntado a 1.151 docentes de centros bilingües sobre cómo va la enseñanza en sus colegios e institutos. Y el resultado no puede ser más concluyente, según algunas respuestas que adelanta Miguel Martínez, uno de los responsables del estudio, mientras terminan de ultimar el análisis.
“El 80% considera que se reduce el nivel de la materias. El 78% señala que el alumnado participa menos, un 75% que hay falta de atención, el 45% que empeoran el resultado en los exámenes y un 22% señala que hay problemas de conducta en la clase como consecuencia de esto”, desgrana Martínez.
Estos y otros datos comentará este experto este sábado en un acto de protesta contra la enseñanza bilingüe que se ha organizado en Madrid. La Comunidad que preside Isabel Díaz Ayuso siempre es el blanco predilecto de las críticas a este sistema porque fue la pionera y es la que más allá lo ha llevado, pero en este caso la protesta no solo se centraliza en Madrid, atañe a todas las comunidades.
Allí estará también Gemma Martínez, directora del CEIP 2 de mayo de Castejón, en Navarra, que realiza la crónica del fracaso anunciado que fue el bilingüismo en su centro. “Empezamos en 2014 o 2015, nos obligaron por petición del Ayuntamiento y contra el criterio del claustro y las familias. Yo era profesora en ese momento y ya estaba viendo que por las características de nuestro alumnado no iba a funcionar”, expone. Lo consultaron con el claustro, con el consejo escolar, y con un apoyo masivo solicitaron salirse. A la primera no les dejaron, a la segunda, el pasado curso, ya sí.
Pero, ¿a qué se refiere Martínez con “las características” de su alumnado? “Es de una extracción social baja, con mucho idioma extranjero, un 38% son magrebíes y un 46% socializa en otra lengua”, especifica, sacando a colación otro de los grandes problemas que se le achacan al bilingüismo: es segregador.
“El bilinguismo segrega”, explica Rubén García, maestro de Primaria en otro de esos centros que se ha retirado de este modelo de enseñanza, el CEIP Allue Morer, en Valladolid, “porque el que no llega al nivel busca otro centro que no lo tenga”, de manera que el alumnado se va agrupando en función de sus posibilidades, “porque el que saca un 10 en inglés no saca un cero en Matemáticas”, añade el maestro Serrano. Incluso, en los casos más extremos, dentro del propio centro también diferencia a los alumnos.
De vuelta a Madrid, por ejemplo, los institutos pueden tener un programa bilingüe y una sección. En versión simple, el programa es una versión reducida del bilingüismo, solo se dan algunas asignaturas, mientras la sección es el bilingüismo más completo, se imparte todo en inglés menos las mencionadas Matemáticas y Lengua. El que no vale para el inglés (y por extensión para todo lo demás), va a programa. Y esto, sostiene Serrano, es parte de su éxito en la comunidad.
“Que segregue es lo que lo hace triunfar”
“Aunque sea triste decirlo, que segregue es lo que lo hace triunfar y que alumnos o docentes se decanten por este modelo. En Madrid, el modelo que más conozco, muchos centros pensaron que poner el cartel de bilinguismo les iba a traer alumnado con más nivel económico y que los alumnos con menos recursos no lo iban a hacer. Aún así, la segregación en Primaria no es tan grande. Pero en Secundaria, el alumnado intenta ir al área de ”sección“ porque saben que si van a ”programa“ van a ir con los alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, que vienen de entornos más empobrecidos”, explica.
Alumnos que bastante tienen con seguir el curso, como para encima hacerlo en inglés, cuenta García recordando la literatura científica que evidencia que el mayor predictor del éxito o fracaso escolar es básicamente el entorno en el que crece alguien. En su caso, su colegio entró en el bilingüismo en 2005 voluntariamente “porque no vas a ser el único que no está incorporado al bilingüismo, que entonces parecía la panacea”. Hace un par de cursos aceptaron que no estaba funcionando y las razones se parecen mucho a las que explicaba la directora Martínez.
“Somos un centro donde hay minorías, niños con algún problema, y eso se acrecienta. Al final los especialistas no dan bilingüismo, y solo se usa en áreas no fundamentales. Hablamos con los padres y las madres, y ellos estaban muy descontentos porque les supone un trabajo extra [ayudar a los pequeños con el inglés] y nuestras familias no pueden pagarse una academia”. Conclusión: también se salieron y se han convertido en la referencia de la zona para quienes no lo quieren.
“Siempre digo dos cosas”, explica el maestro García, “el bilinguismo son los padres, que pagan las extraescolares y/o apoyan en casa; por otra parte, siempre leo que el culpable [de que no funcione] es el nivel de los maestros, pero es demagogia. Cuando hay accidentes en la carretera y te llevan al hospital, si te mueres no veo a nadie decir que el doctor no ha estudiado lo suficiente para salvar a esa persona”, concluye.