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El primer grupo de biohackers de España: “Queremos llevar la biología al garaje”

Cuenta la leyenda que Steve Wozniak construyó el primer ordenador Apple en el garaje de Steve Jobs. Ambos coincidieron con la revolución del “házlo tu mismo” que se vivía el mundo de la informática desde los años 70. La misma revolución que varias décadas más tarde llevó a Sergey Brin y Larry Page a crear Google en otro garaje.

Ahora, la biología también pretende entrar en esta revolución y los conocidos como biohackers quieren trasladar la biotecnología fuera de los laboratorios. Cada vez se ven más resultados de estos grupos y la semana pasada uno de ellos anunciaba que había conseguido construir una versión casera de las carísimas inyecciones de epinefrina que se venden en EEUU a 300 dólares por menos de 30. 

Entrevistamos a Álvaro Jansà, investigador del Biomedical Research Group de la Universidad Pompeu Fabra, y a Daniel Grajales, investigador del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología, para que nos cuenten en qué consiste el biohacking y qué es el lo que pude salir de sus garajes. Ambos científicos están afincados en Barcelona y, junto a Núria Conde y Esteban Giménez, fundaron el primer grupo de biohackers en España, el DIY Barcelona.

¿Qué es un biohacker?

Daniel Grajales: Básicamente es alguien que aplica la cultura hacking a la biología. La filosofía es la misma que la de los hacker informáticos en los 70, cuyo objetivo era jugar con los ordenadores, abrirlos y descubrir el potencial que tenían. Ahora queremos hacer lo mismo con la biología, sacarla de los grandes centros de investigación de la Big Pharma, llevarla al garaje y empezar a pensar en nuevas maneras de usarla.

Álvaro Jansà: Sí, nuestro objetivo es sacar el laboratorio de su hábitat natural y llevarlo a casa, pero lo importante es lo que dice Dani, aplicar una filosofía de vida a un tipo de ciencia. Es la filosofía del do it yourself (DIY), hacer la ciencia más abierta y que abra un camino para que se generen nuevas ideas.

Algo parecido a lo que han hecho en EEUU con las inyecciones de epinefrina

Daniel: Sí, aquí todos estuvimos discutiendo sobre este caso cuando salió publicado. La gente de Four Thives Vinegar ofrece una solución casera, pero la responsabilidad con este tipo de herramientas es grande. ¿Es mejor esto que nada? por supuesto que sí, sobre todo para muchas personas sin recursos, pero hay una gran responsabilidad.

Álvaro: Yo también creo que es algo útil, porque poder hacerte este dispositivo por poco dinero, sí que sirve a muchas personas. Creo que en EEUU, donde la inyección te puede costar 500 euros, más de uno se lo pensaría. Ahora bien, no lo veo como una solución general.

Daniel: Pero para mí, lo más importante de este colectivo es su intento de abrir la medicina al gran público. Por ejemplo, hicieron un retroviral para el VIH que les costó menos de 5 dólares cuando en el mercado esta por cientos de dólares.

¿La biomedicina no es algo demasiado delicado para llevarla a un garaje?

Daniel: En cierta medida sí. Al principio algunos empezaron muy animados, hablando incluso de hacer herramientas baratas de diagnóstico. Pero cuando empiezas a tratar con vidas humanas, ya empiezas a controlar tu discurso y ya empiezas a bajar el tono de optimismo, ya que todavía hay mucho por hacer para conseguir herramientas seguras. Hay que ir paso a paso, pero se pueden conseguir muchas cosas.

Hay quien piensa que los laboratorios caseros son un riesgo

Álvaro: es cierto que puedes crear cosas potencialmente peligrosas en tu casa, pero también te puedes construir una bomba, la información está ahí y solo tienes que buscarla. Sin embargo, conviene saber que la comunidad se controla a sí misma y si hay alguien por ahí haciendo el gilipollas, se toman medidas al respecto, de forma similar a como sucede en el caso de la informática y la comunidad hacker.

Daniel: Exacto, el sistema informático Linux es tan bueno porque por cada hacker que quiera hacer algo malo va a haber 10 ó 20 más que van a intentar resolver ese agujero de seguridad. En la comunidad de biohackers tenemos una lista de correo en la que participan varios expertos a nivel mundial y donde la gente hace preguntas sobre todo tipo de cuestiones, incluso de seguridad. Ha habido propuestas de personas a las que les hemos tenido que decir que estaban flipando y que lo que pretendían no se podía hacer. Además, la lista está monitoreada por el FBI.

Álvaro: También tenemos una ventaja con respecto a los informáticos y es que un ordenador se lo puede comprar cualquiera, pero en biología la cosa cambia. Si quieres manipular un virus que vuelva a la gente zombie, los requisitos técnicos son mucho más complejos y el desembolso que hay que hacer es relativamente grande. Además, si no lo haces bien, te aseguro que tienes muchas más probabilidades de acabar muerto que de contaminar a la población mundial. Por eso tomamos más medidas de seguridad de las que son necesarias, porque somos los primeros que estamos en riesgo.

¿En qué estáis trabajando ahora mismo?

Álvaro: Estamos bastante centrados en un proyecto con el que ofrecemos 3 becas para trabajos sobre el mundo del feminismo. Tienen que ser proyectos enfocados al mundo de la mujer, orientados a repensar herramientas o tecnologías biológicas desde una perspectiva feminista. Por ejemplo, alguien que quiera construir un ecógrafo para ir al Raval y hacer chequeos a las mujeres del barrio o pensar nuevas formas de anticoncepción masculina.

Daniel: También estamos trabajando con distintos tipos de fermentados, por ejemplo para hacer cervezas. Ahora mismo Esteban y yo estamos centrados en la automatización de los equipos, para que cualquiera pueda hacerse su propio sistema automático para hacer cerveza.

Álvaro: La idea es construir herramienta customizadas, que tengan unas características en concreto que a lo mejor no están en el mercado o que cuestan muy caras y que trabajando con lo que hay open source se pueden construir.

Pero también trabajáis en un laboratorio tradicional ¿tenéis tiempo para todo?

Daniel: No siempre. La verdad es que me gustaría poder dedicarme más de lleno a esto. Me encanta la libertad creativa que tenemos, la capacidad para jugar y volver a disfrutar de la ciencia. 

Álvaro: Sí, es como una desconexión. En el fondo somos como niños jugando en el Imaginarium, con la libertad de hacer lo que quieras y cuando quieras. Sin calendarios apretados y con la tranquilidad de que si fallas, no pasa nada.