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Eres bisexual aunque solo te hayas 'liado' con gente de un sexo: “Parece que tenemos que ir enseñando el carnet”

Manifestación del Orgullo LGTB, a 25 de junio de 2022, en Valencia.

Marta Borraz

29 de septiembre de 2024 21:57 h

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“¿Pero cómo voy a ser bisexual si no he estado con ninguna chica?”. Es la pregunta con la que Belén, que tiene 37 años, se ha machacado durante casi dos décadas. Fue consciente desde el primer verano de universidad de que, además de los hombres, también le atraían las mujeres, ahora sabe que se enamoró alguna vez y no fue correspondida, pero siempre pensó que “eran tonterías” suyas, que quizá es que el ser feminista tenía algo que ver o que incluso le gustaban las chicas “para responder a la fantasía patriarcal” habitual. “Van pasando los años y te echas para atrás, hay vergüenza, dudas, cuestionamiento...”, afirma. El lunes pasado asistió a su primer encuentro de personas bisexuales, en Madrid. Y cuando se presentó como “Belén, bisexual”, se emocionó.

“Estoy justo en ese momento de decir 'vale, sí, lo soy, esta es mi verdad'. Y es como haberme quitado una losa de encima, pero me ha costado mucho llegar hasta aquí”, cuenta la mujer, que reconoce que no haber tenido relaciones sexo-afectivas con mujeres ha contribuido a dificultar su proceso. “Parece que si no lo has hecho no te puedes nombrar así. Es una presión constante que está por todas partes y que recibimos de primera mano. Yo cuando le dije a mi psicóloga que era bisexual me dijo que no podía ser porque no había estado con una mujer”.

El relato de Belén no es una excepción. Muchas personas bisexuales están acostumbradas a recibir comentarios similares, a verse cuestionadas por sus prácticas o relaciones sexuales o románticas en una concepción de la bisexualidad que demuestra lo hipervigilada que está esta identidad. Verse invalidadas por lo que son si no cumplen estrictamente con lo que el resto asume que es la bisexualidad es una experiencia compartida que lleva a muchas al propio cuestionamiento, a sentirse sospechosas y casi impostoras.

No hay nada más bisexual que dudar de si realmente puedes nombrarte bisexual. Hay más prueba en esa duda y en machacarte con si tienes los puntos suficientes en el carnet, que los propios puntos

Elisa Coll

Es una especie de supervisión de las fronteras de la identidad. Y quienes las patrullan, que piensan que pueden decidir quién está legitimado o no para mostrarse bisexual, proceden tanto de entornos heterosexuales como LGTBI, coinciden las voces consultadas. Y es que no son pocas las personas bisexuales que apuntan a cómo, en ocasiones, es la propia comunidad queer la que les ha hecho sentir que no forman parte del todo del colectivo mientras al mismo tiempo recaen sobre ellas los prejuicios habituales que asocian esta orientación sexual al vicio, la promiscuidad o la confusión.

“Me pasa en muchas charlas y encuentros, que alguien interviene diciendo 'bueno, yo no sé si soy bisexual porque nunca me he liado con personas de tal género'. Y es que no hay nada más bisexual que dudar de si realmente puedes nombrarte bisexual. Hay más prueba en esa duda, es más identificativa con la comunidad bi esa constante duda y machacarte con si tienes los puntos suficientes en el carnet, que los propios puntos”, resume la escritora y activista Elisa Coll.

La autora de Resistencia Bisexual: mapas para una disidencia habitable (Melusina) alude a un “escrutinio brutal” por el que parece que solo quien hace “check en determinadas casillas puede reconocerse bisexual” y sostiene que, aunque estos check “puedan ayudarle a alguien a sentir que se legitima”, la realidad “es que son un trampa” y funcionan “muy a corto plazo”, porque al final “si te quedas demasiado tiempo con un tipo de pareja empezará a asomarse por el horizonte la etiqueta de lesbiana, gay o heterosexual y serás calificada así como si tu identidad dependiera del género de tu pareja. Resulta que somos feministas para cuestionar el amor romántico y en nuestro caso parece que la pareja es el centro de nuestra vida”.

La presión por demostrar

Carmen, miembro del colectivo Biejales, recuerda pocas veces en las que haber salido del armario no haya llevado aparejadas preguntas, muchas preguntas: “Que cuántas parejas he tenido, que si me he enrollado con una mujer, que por qué he salido tan tarde... Recuerdo unas amigas lesbianas que se referían a quienes eran bisexuales sin haber tenido relaciones con chicas como 'bisexuales de boquilla'”. Todo ello le condujo a tener que atravesar un proceso largo y gravoso. “Me costó mucho porque sentía que estaba ocupando un espacio que no me pertenecía. Llegué a pensar incluso que lo hacía por llamar la atención o ser más cool, lo cual no tiene sentido, pero ahí está...”, reconoce.

“Cuando salí del armario no fue porque me había liado con un hombre. Me di cuenta de que era bi mucho antes de la primera vez, y si nunca me hubiera liado con uno, seguiría siendo bi”. Lo tiene claro Jordi Molinari, que se etiquetó como heterosexual hasta los 31 años y tras acercarse al feminismo y al colectivo LGTBI acabó entendiendo que siempre había sido bisexual sin darse cuenta, un camino que no ha estado exento de obstáculos. “Te pones tu mismo en duda porque es como si tuviéramos que demostrar algo, ir enseñando una especie de carnet y tener muy claro que realmente lo somos”, ejemplifica.

Residente en Barcelona y miembro del colectivo de hombres bisexuales Señores Bi-en, Jordi recuerda a bote pronto algunos de los comentarios que le han hecho durante este tiempo: “Había gente que me decía que claro, que iba a probar con los hombres porque no tenía éxito con las mujeres. También hubo una persona que, viendo en mi móvil con quiénes estaba hablando por Tinder, me llegó a cuestionar diciéndome que todas las conversaciones eran con mujeres y ningún hombre”.

Al final siempre nos han contado que te tienen que atraer sexual, romántica y afectivamente por igual hombres y mujeres, algo que además es muy excluyente con las personas no binarias, pero la realidad es que la diversidad es enorme

Jordi Molinari

Sin embargo, si algo le ayudó fue desmontar esas concepciones habituales sobre la bisexualidad que vienen de fuera. Fue, asegura, “como un botón” que le “liberó”. “Al final siempre nos han contado que te tienen que atraer sexual, romántica y afectivamente por igual hombres y mujeres, algo que además es muy excluyente con las personas no binarias, pero la realidad es que la diversidad es enorme y que no tienen por qué atraerte ni de la misma forma ni con la misma intensidad. Hay personas que solo se vinculan de forma afectiva con un género y sexualmente con más y siguen siendo igual de bisexuales”, explica.

Para Elisa Coll, además, lo interesante es trascender de las prácticas y no reducir la bisexualidad “a una particularidad del deseo” sino entender que es una identidad atravesada por otros elementos. “Nos define mucho más el estado de cuestionamiento, la sensación de traición, el haber salido tarde del armario o la complicidad con la comunidad que la atracción por tal o cual. Al final, la bisexualidad se tolera como algo individual y despolitizado, pero no se entiende que hay toda una estructura, la bifobia, que afecta tanto si eres consciente de que lo eres como si no. No solo es atracción, son violencias y vivencias comunes”.

De la salud mental al aislamiento

Estas dinámicas de hipervigilancia no son inocuas para quienes las sufren. No solo porque acaban retrasando y dificultando procesos de reconocimiento y aceptación personales, sino porque “ponen en peligro nuestra salud mental”, en palabras de Coll, que pone el foco también en “el aislamiento” como consecuencia: “Dentro de lo queer, la herramienta más valiosa que tenemos es tejer redes, pero el escrutinio hace que hasta que una no está absolutamente segura de que es bi, no se acerca a las comunidades. Sin embargo, nunca va a poder estar segura, como pasa en cualquier otra identidad. Y si al final descubre que no lo es, no pasa nada. Hay quien dice que les estaríamos dando la razón a los que afirman que la bisexualidad es una fase, pues mira, no pasa nada, no podemos vivir con este nivel de autoexigencia”.

Para Belén, el efecto más perjudicial es “haber dejado de lado una parte de mí que es muy importante”. “Para mí, que siempre me he movido en ambientes hetero, ha sido más fácil tirar hacia las relaciones con hombres y no explorar nada más, pero, claro, ha sido más fácil a costa de obviar lo que estaba sintiendo y mi propia identidad”, remacha la mujer, que está saliendo del armario dos años después de una ruptura cargada de bifobia: “Me iba a casar con él y pensé que tenía que decirle que me atraían también las mujeres, pero reaccionó tachándome de degenerada y pervertida. Me ha costado mucho recuperarme, pero aquí estoy, saliendo de nuevo al mundo tal y como soy”.

Belén mira hacia atrás para repasar como ha llegado hasta aquí, pero sobre todo mira hacia adelante. “Tengo una sobrina de cuatro años y cuando me dice 'puedo tener una novia o un novio' se me saltan las lágrimas. Es muy importante poder sentirse libre sin ser juzgadas. Ojalá hubiera podido tener yo eso porque quizá aquella niña que tanto admiraba de mi clase hubiera sido otra cosa”.

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