La bisexualidad masculina sigue en el armario
La bisexualidad se ha abierto camino en los últimos años, crece con fuerza entre la juventud y cada vez su representación es mayor, aunque no de la misma forma entre hombres y mujeres. Aún la visibilidad bisexual es una conquista pendiente en general, pero el armario, una realidad para ambos, pesa más en el caso de ellos. Así lo confirman los datos disponibles y también la percepción de quienes lo son. “La bisexualidad masculina sigue siendo un tema tabú, invisible y oculto”, cree Carlos, un joven de 25 años que ha salido del armario solo con dos de las personas de su entorno más cercano.
Los resultados de la macroencuesta hecha pública el año pasado por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA), la más grande hasta la fecha, apuntaban a esta misma dirección. En España, donde fueron entrevistadas 20.000 personas, los hombres bisexuales fueron, de todo el colectivo LGTBI, los que en menor medida dijeron estar totalmente fuera del armario: solo el 8% frente al 38% de los gays, el 35% de las lesbianas, el 14% de las mujeres bisexuales y el 16% de las personas trans -la encuesta no dividía entre hombres y mujeres-.
Mirando el otro lado de la moneda, casi la mitad, un 45%, respondieron que nunca se muestran tal y como son. Entre las mujeres bisexuales, este porcentaje desciende hasta el 30%, mientras que en el caso de gays y lesbianas se queda en el 12%. La tendencia es la misma en casi todos los ámbitos de la vida: los hombres bisexuales son los menos visibles en el trabajo, la familia o incluso entre sus amigos. Y ocurre también entre la población más joven. Según el barómetro de este año del INJUVE, un 12% de las chicas entre 15 y 29 años se consideran bisexuales frente al 5% de los chicos.
Detrás de las cifras, creen las voces consultadas para este reportaje, hay un conglomerado de elementos. “Sufrimos la losa de la heteronorma, esa presión social por ser 'hombres de verdad' y en cuanto nos salimos de ahí se nos penaliza”, cree Carlos Castaño, activista bisexual. Esa construcción de la masculinidad es “muy rígida” y la bisexualidad y cómo socialmente se lee, piensa Castaño, la desafía: “Ese no estar ni en un sitio ni en otro, un poco a medio camino, choca con la norma. La homosexualidad claramente también, pero no de esta misma forma. De nosotros lo que se piensa es que estamos confundidos, que no lo tenemos claro, y eso no es aceptable”.
¿Y hay diferencia con las mujeres bisexuales? Elisa Coll, activista y autora de Resistencia Bisexual (Melusina) apunta a que “el deseo entre hombres está muy penalizado”. En cuanto se da, explica, “ya es un 'maricón'; y entre mujeres está mucho más permitido, pero no necesariamente en positivo, es que también es más consumible, se nos cosifica y sexualiza desde la mirada heterosexual”.
A esta diferencia entre unos y otras se refería también el pasado Orgullo LGTBI la responsable del servicio Cruïlles de atención a jóvenes LGTBI+ de Barcelona, Elena Longares. La experta apuntaba a que los vínculos entre mujeres están “más legitimados” y no se han visto tan importantes o “condenados” porque “las relaciones afectivas entre mujeres siempre han entrado en el imaginario de la amistad”. La consecuencia es doble: por un lado, se dan espacios “en los que ellas tienen más posibilidades de explorar los afectos”, algo con lo que los hombres cuentan en menor medida; pero por otro, las relaciones entre mujeres están lastradas por la invisibilidad, a no ser que sea para satisfacer el deseo masculino.
La falta de referentes
Castaño cree que entre los hombres bisexuales ese temor a ser visto “como poco hombre” está extendido. “El ejemplo son todas esas noticias que hablan de hombres que tienen sexo con hombres cuando les apetece pero dicen que siguen siendo heterosexuales”. Para Coll la cuestión no es tanto “no querer ser percibidos como gays”, es que “en realidad no lo son”. Y apunta a cómo socialmente suele etiquetarse a las personas bisexuales, sobre las que aún pesa el prejuicio de que en realidad se trata de una fase: “Si eres chico, se te etiqueta automáticamente como gay; si eres chica, es que en el fondo eres hetero. Siempre se asume desde la mirada del deseo hacia los hombres”.
Todo el mundo piensa que Carlos es gay, como tal salió del armario a los 14 años, aunque en el fondo sabía que era bisexual. “No van a aceptar que me puedan atraer chicos y chicas a la vez porque ya me he enfrentado a los típicos comentarios de intentar invalidar la bisexualidad. Se cuestiona mucho, se piensa que es una fase de transición o que estás experimentando”, denuncia este joven madrileño, para el que también influye que la bisexualidad masculina es “un tabú” entre los hombres: “No se hablan de estas cosas por cómo reaccionará el grupo ante una masculinidad que no es la hegemónica”, dice.
A ello se une la falta de visibilidad de la bisexualidad masculina. Hay, dice Castaño, “muy muy poca representación”, apenas se ha investigado ni escrito sobre esta realidad, los hombres bisexuales “no están en el imaginario colectivo y no hay referentes, así que salir del armario es más complicado”. Coll añade un elemento más que tiene que ver con la falta de redes, algo que cree que entre mujeres sí se ha dado más. “Para nosotras ha sido muy útil formar comunidad, generar colectivos y espacios de reconocimiento, pero a ellos les veo más aislados que nosotras”, reflexiona la escritora.
El 'passing' no es privilegio
Juan, de 36 años, que prefiere aparecer con un nombre ficticio, tiene una relación sentimental con una mujer. Es bisexual aunque prácticamente nadie lo sabe. Y apunta a varias razones para ello: “Sí hay parte de miedo, creo que no se va a aceptar. Y más habiendo sido visto siempre como heterosexual. Todavía hay mucho estigma y prejuicios, se nos ve como viciosos o confundidos. Y ahora mismo no tengo la necesidad de salir del armario, hay algo de facilidad ahí”.
Es lo que habitualmente se ha nombrado como el passing, es decir, cuando alguien, siendo bisexual, es percibido como heterosexual. “Es algo que puede protegerte de cosas que te amenazan desde fuera, pero a la vez tiene un coste altísimo. El miedo te paraliza y aunque en ese momento puedan leerte como heterosexual, no es un privilegio, estar dentro del armario te impide estar bien”, apunta Coll. Castaño lo relaciona además con otro elemento, vinculado a la manera en que se construye la masculinidad y que “quizás” también influya. “Los hombres estamos menos socializados en mostrarnos tal y como somos, aunque no hacerlo implique estar mal. Creo que en las mujeres es diferente, ahí el feminismo entra en juego”.
Pero, además, existen los prejuicios que también están dentro del colectivo LGTBI y que de alguna manera dificultan también la salida del armario, coinciden las voces consultadas para el reportaje. Pensar que la bisexualidad es una fase y que quien lo es en el fondo no se ha dado cuenta de que en realidad es gay o lesbiana no es poco común. A ello se refiere Juan: “Te encuentras como en un terreno de nadie en el que puedes encontrarte que realmente no eres aceptado por ninguno de los lados, y eso no es fácil”.
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