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Bodas simbólicas en alta mar para acabar con el estigma de los LGTB en China
Hace unos días la vida familiar de Raffle Zhao cambió para siempre a bordo de un barco. A sus 25 años les contó a sus padres que es gay, una condición que no tiene cabida en la tradicional sociedad china, que lo sigue viendo como una enfermedad o una moda pasajera.
“Estaba muy nervioso pero una hora después de decírselo me sentí aliviado”, cuenta a Efe este estudiante, quien enmascaró en unas vacaciones familiares la verdad, un viaje en crucero organizado por la ONG Pflag para favorecer la convivencia entre los homosexuales y sus familias.
Cuatro días de charlas con expertos, de compartir experiencias, de juegos y de libertad en alta mar, donde se ha celebrado además una boda múltiple entre nueve parejas LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero).
“Pensé que era una muy buena oportunidad para decírselo porque en este viaje ellos pueden convivir con otros padres de la comunidad LGBT”, cuenta a Efe el joven, quien asegura que su padre lo ha aceptado más o menos bien, aunque su madre no.
“Mi madre piensa que esto es una enfermedad y quiere que cambie. Creo que cambiará de opinión hablando con otras madres”, explica, convencido de que tras el viaje entre la ciudad china de Sanghái y la japonesa Sasebo ella “lo aceptará”.
Pese a que la homosexualidad es legal en China desde 1997 y fue desclasificada como un desorden mental en 2001, todavía una amplia mayoría de los chinos ve esta condición sexual como una enfermedad o una tragedia familiar, en un país donde los hijos son vistos como un vehículo de la perpetuidad familiar y del cuidado en la ancianidad.
Zhao fue valiente ya que casi todos los homosexuales en China ocultan su condición, como refleja una encuesta realizada el año pasado a 30.000 personas LGBT por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Solo un 5 % de ellos lo cuenta en su entorno.
Se calcula que en China hay unos 70 millones de personas LGBT y muchos se casan con parejas heterosexuales y fingen que lo son, cuenta a Efe Ah Qiang, director ejecutivo de Pflag China.
“En China salir del armario es algo muy duro (...), pero con la organización colaboran muchos padres que ya lo han aceptado así que pueden compartir sus experiencias, contar sus historias y hacer que los padres se vean los unos a los otros y cambien su mentalidad”, explica.
La aceptación familiar, cuenta, es una de las cosas más importantes para hacer que la sociedad en su conjunto cambie, por lo que en este crucero, el primero que se celebra en China de este tipo y donde participaron 800 personas, se quiso dar un especial protagonismo a los progenitores.
Pese a que su hija no pudo participar, en el barco sí se subió Xiu Jiu Hui de 48 años, quien hace seis se enteró de que Chong Qing era lesbiana. Al principio se sintió enfadada y quiso “cambiar” a su hija hasta que buscó por internet y se enteró de que había mucha gente igual que ella.
“Vi a muchos padres como yo y a muchos hijos como mi hija, de modo que llegué a comprender que no era una enfermedad ni una cosa mala, que yo tenía que cambiarme a mí misma”, apunta.
Aries Liu, de 30 años, explica que más allá de que la sociedad los acepte lo más importante es que “los padres nos acepten”. “Podemos no preocuparnos de la opinión de otras personas pero la de los padres es muy importante”, cuenta este joven transgénero, quien participó en la simbólica boda en las aguas del mar de la China Meridional.
Según asegura el director de Pflag, esta es la primera boda multitudinaria celebrada en China entre parejas LGTB y tuvo lugar precisamente pocas semanas después del histórico fallo de la Corte Suprema de Taiwan, cuando el pasado 28 de mayo declaró inconstitucional las restricciones legales a las uniones entre personas del mismo sexo.
El objetivo de este viaje, controlado de cerca por el Gobierno chino, quien permite a Pflag organizar eventos pero no los apoya, fue también reivindicar la igualdad de derechos de este colectivo a la hora de unirse en matrimonio.
Aunque reivindicarlo casi en silencio, pues en el evento no participaron casi periodistas y no fue cubierto por ningún gran medio de comunicación local, quienes todavía continúan sin hacerse apenas eco de las reivindicaciones de este colectivo.
Por Paula Escalada Medrano
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