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Buenas intenciones, dinero insuficiente: las dudas sobre el plan del Gobierno para reforzar Matemáticas y Lengua

El plan de refuerzo de Matemáticas y lectura prevé también apoyo en formación para el profesorado.

Daniel Sánchez Caballero

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“Prudencia”. Como idea puede ser buena, la concreción es mejorable (a falta de conocerla en profundidad). Este podría ser el resumen de cómo ha acogido la comunidad educativa –sindicatos, familias, expertos– la propuesta que realizó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este pasado domingo para dedicar 500 millones de euros en los próximos presupuestos a un plan de refuerzo de las Matemáticas y la comprensión lectora en la escuela. España empeoró en la última edición de PISA en ambas materias (ocho y tres puntos, respectivamente, una caída moderada) aunque en las dos se encuentra en la media europea.

Por lo que han explicado fuentes del Gobierno, la medida anunciada tiene tres ejes, aún por desarrollar. La idea del presidente, que tiene previsto reunirse con diferentes actores de la comunidad educativa para acabar de perfilarla, es reducir el alumnado por aula en estas materias, formar más a los docentes tanto en los contenidos de sus materias como en la didáctica asociada a ellas (cómo se enseñan) y habilitar clases en horario extraescolar. El plan afectará a casi cinco millones de alumnos desde 1º de Primaria hasta 4º de la ESO, toda la etapa obligatoria.

“Es, en principio, positivo, pero insuficiente para solucionar las carencias del sistema educativo que pretende afrontar”, resume el sindicato ANPE el plan. UGT y CCOO coinciden en que para que la iniciativa funcione es necesario que los fondos destinados sean finalistas (que tengan que utilizarse exclusivamente para esa cuestión) para que las Comunidades Autónomas, que son quienes tendrán que bajar a la práctica las medidas que elabore el Gobierno, no dediquen esos fondos a otras cuestiones.

Las tres organizaciones coinciden en otra cuestión: 500 millones de euros en cuatro años son pocos, apenas el 0,8% del presupuesto educativo total anual, que ronda los 60.000 millones actualmente. Si la idea es reducir las ratios o poner clases fuera del horario escolar, hacen falta más profesores. Pero las cuentas no cuadran. “Parece difícil que con esa cuantía se pueda beneficiar, como se pretende, a cerca de 5 millones de alumnos, es decir, a casi 200.000 grupos”, resume ANPE. “Con estas cantidades solo se puede hacer un programa para llegar a, en el mejor de los casos, un 5% de alumnos”, añade Lucas Gortázar, director de Educación de EsadeEcPol.

Pablo Beltrán-Pellicer, profesor de Didáctica de las Matemáticas en la Universidad de Zaragoza, valora especialmente que una de las patas del plan sea reforzar la formación del profesorado, el mayor problema que en su opinión tiene la enseñanza actualmente, en cada etapa por sus motivos. Bajar las ratios por sí mismo, advierte, no funcionará “si es para seguir haciendo lo mismo”.

“La formación inicial puede ser insuficiente”, valora, “pero si hubiese un plan de desarrollo profesional que corrigiese esas carencias, como sucede por ejemplo en Japón, podría servir”. Pero no lo hay de manera generalizada, y cuando el Gobierno deslizó una propuesta para reformar el Magisterio, esta quitaba hora de formación didáctica tanto a Matemáticas como a Lengua. Se armó tanto revuelo que la propuesta se dejó morir. Lo más parecido a un plan de formación continua al estilo de lo que reclama Beltrán-Pellicer que hay en España es un programa que tiene implementado Castilla y León, una de las comunidades que mejores resultados educativos ofrece en todas las pruebas de manera regular desde hace años.

Es la formación docente

En Primaria el plan de Sánchez contempla mejorar tanto la formación en contenidos (cuántas Matemáticas o Lengua saben los maestros) como en didáctica (cómo se enseñan esos contenidos). El problema de esta etapa, reflexiona Beltrán Pellicer, es que como no existe la especialidad de Matemáticas o Lengua para dar clase –cualquier maestro puede impartirlas–, se limita la formación en la didáctica específica de la materia. Esto es: en Magisterio se imparten habitualmente tres asignaturas (18 créditos) dedicadas a enseñar a enseñar Matemáticas (o Lengua), pero si alguien se especializa por ejemplo en Educación Física tendrá más del doble (40 créditos). “El mensaje que eso da es un problema en sí mismo”, valora.

En Secundaria, donde imparten clase personas formadas en carreras normales (no específicas de la enseñanza) que luego hacen el máster en formación del profesorado, el conocimiento docente de los contenidos de las materias se presupone tras un mínimo de cuatro años estudiando. Pero el máster, que debería enseñar a estos licenciados a ser docentes, está muy cuestionado tanto por el profesorado como por el alumnado porque se ha convertido en un trámite donde no se acaba de aprender a ser profesor.

En esta etapa lo que falla, en teoría, es el conocimiento de la didáctica, porque aunque sí que hay especialidades a la hora de dirimir quién puede dar clase en qué materia pesa el grado que se haya cursado, lo que abre el abanico a que haya profesorado en Lengua o Matemáticas sin tener la formación necesaria.

Cultura del aula y extraescolares

Al menos en Matemáticas, España sí sale entre los primeros clasificados en un ámbito: la ansiedad que la materia provoca al estudiantado. Según PISA, el 46% del alumnado declara que le provoca “mucha tensión” la asignatura. Beltrán-Pellicer compara este hecho con la escasa presencia de mujeres en el área, y lo relaciona con lo que llama “la cultura del aula”.

Reflexiona este profesor: “Hay muchísima literatura sobre creencias, el dominio socio-afectivo (aquí entrarían las creencias, la ansiedad) y una de las cosas que surge es la cultura de aula, lo que haces en clase. Si, por ejemplo, se establece un clima competitivo que castiga los errores en vez de usarlos para aprender, tira a la gente para atrás. A las chicas ese clima de competición les hace alejarse de las Matemáticas. En las olimpiadas matemáticas, por ejemplo –y yo colaboro en ellas–, los finalistas son todo chicos y eso da un mensaje muy pobre”.

Otra duda que genera la propuesta de Sánchez es la introducción de clases extraescolares de refuerzo para quien va mal. “Es lo peor que se puede hacer”, valora el profesor de la Universidad de Zaragoza. “Solo va a generar más rechazo. Si inviertes, invierte en el aula: en codocencia, en lo que sea”, cierra.

O en la anunciada bajada de ratios (para estas materias) que siempre han reclamado los sindicatos. “Es una reivindicación habitual de CCOO”, recuerda Francisco García, su secretario general. “Este inicio de curso el sindicato presentó un informe que ponía énfasis en esa medida y cuantificaba su coste –1.500 millones–, tanto en cupos de profesorado como en el dinero necesario para llevarla a cabo; por tanto, considera que la reducción de las ratios en Lengua Castellana y Literatura y en Matemáticas es correcta, pero habría que avanzar también en otros ámbitos educativos (repetición de curso, fracaso escolar, abandono escolar temprano…) y otras materias para mejorar eficazmente los resultados escolares”, reflexiona.

A este respecto, la idea inicial del Gobierno es que las ayudas no sean lineales, sino que se ajusten a las necesidades de los centros, habitualmente vinculadas a su nivel socioeconómico, una medida que también comparten las organizaciones sindicales y de la que el Ministerio de Educación lleva hablando tiempo cuando se le pregunta por la bajada de ratios en general. Esta medida podría servir, recuerda otro docente, para atajar el problema de las clases particulares, un elemento al que recurren cada vez más familias, se lo puedan permitir o no, pero que a la vez separan cada vez más a las pudientes de las menos pudientes: mientras los ricos las utilizan para diferenciarse (aprender idiomas, etc.), los pobres lo hacen para no quedarse atrás (repetición, etc.), según un estudio reciente de EsadeEcPol.

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