“Esta ha sido mi peor semana desde que me dedico a la docencia”. Hace unos días, el profesor Dr J describía en X el panorama que ha sufrido tras dos semanas de bulos y desinformación en torno a la DANA. “He tenido que explicar infinidad de veces que no se puede agredir a un político, que gracias a los impuestos tienen una educación gratuita (incluso los libros), que los inmigrantes ilegales no tienen paguitas, que un barco con antenas marroquíes no ha sido el creador de la DANA...”, enumera.
Como tantos docentes y familias, este profesor ve con desesperación cómo los jóvenes –sobre todo son ellos, está estudiado– son víctimas de las fake news, que asumen como ciertas y propagan. “La cantidad de mierda que les meten [a sus estudiantes] en la cabeza los influencers es tremenda, y se la tragan como dogma de fe”, añadía el usuario.
“Mi hijo de 12 años comentó el debate que habían tenido en clase sobre las inundaciones en Valencia, y cómo una de sus amigas destacó que había muchísimos muertos en el parking de Bonaire pero las autoridades no lo contaban. Y aunque se explicó que era un bulo, por la tarde en el chat de clase volvió el tema entre los chicos y se compartía un vídeo con información falsa”, cuenta Soledad, madre de dos hijos preadolescentes. “Me pregunté qué hacer: ¿intervenir en la conversación?, ¿hablar con los profesores?, ¿pedirle a mi hijo que lo aclarara con sus compañeros? Finalmente decidí pasarle otro vídeo de un medio de comunicación en el que se desmentía esa falsedad para que lo compartiera en el chat”, cuenta.
Con la explosión informativa de la tragedia en Valencia se ha materializado en las casas y en las aulas lo que señalan los estudios en abstracto: la mitad de los adolescentes tiene dificultades para detectar una noticia falsa. Ocurre en familias que siempre han consumido prensa, que se precian de estar informadas y que ven cómo sus hijos caen en la tentación de los bulos, de las noticias falsas incendiarias, y no saben qué hacer para combatirlo.
Susana Piedra Zorilla, psicóloga y coordinadora del Programa de Conductas de Riesgo de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), afirma en base a su experiencia como formadora que “es una cuestión que preocupa a las familias y a los centros educativos”, que ven cómo “hay muy poco pensamiento crítico” en la juventud.
El International Computer and Information Literacy Study 2023 (ICILS), un informe sobre competencia digital elaborado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA, International Association for the Evaluation of Educational Achievement), presentado justo esta semana, aborda el asunto de una manera indirecta al medir, entre otras cosas, la relación de los jóvenes con internet. En España, concluye el estudio, casi la mitad de los jóvenes tiene una competencia digital menor de la deseable (según la mide la UE). Y esto entronca directamente con los bulos y las noticias falsas.
A veces les pedimos a los chicos cosas que nosotros no hacemos. ¿Cuántos adultos reenvían mensajes de Whatsapp sin contrastar?
“En los países desarrollados como España la información digital se está convirtiendo en la base de la información. Los ciudadanos reciben la inmensa mayoría de la información digitalmente”, explicaba a este diario Julian Fraillon, director del estudio. “Y antes, en la era pre-internet, la información que se presentaba a la gente había sido procesada. Había editores, filtros, gente tomando decisiones sobre qué era adecuado para publicar. Ahora tenemos una situación en la que cualquiera puede publicar información sin ningún tipo de supervisión o control editorial, sin que se compruebe la exactitud o el sesgo de la misma. Ahora es responsabilidad del usuario tomar todas esas decisiones sobre lo que es exacto, lo que es tendencioso, cuál es el propósito de una información. Pero la mitad de los estudiantes están mostrando que no son realmente capaces de evaluar la calidad”, reflexiona.
Y las familias se desesperan y no saben qué hacer.
¿Qué dice la ley?
El asunto se aborda –o debería– en los colegios como parte de la competencia digital, una de las ocho competencias clave que propone la ley y que deben abordarse de manera transversal. “La competencia digital implica el uso seguro, saludable, sostenible, crítico y responsable de las tecnologías digitales para el aprendizaje, para el trabajo y para la participación en la sociedad, así como la interacción con estas”, la define el Ministerio de Educación. También está incluida en el currículum básico. “Obtener información relevante con el fin de resolver dudas, adquirir nuevos conocimientos o comprobar la veracidad de afirmaciones o noticias es una destreza esencial para los ciudadanos del siglo XXI”, se lee en el de Bachillerato, aplicable a toda España. También podrían encuadrarse actividades dentro de la competencia ciudadana o la de formación lingüística, que fomenta la transmisión, comprensión y expresión de mensajes de todo tipo.
Pese a ello el profesorado se siente “desamparado”, dice Toni Solano, catedrático de Lengua y Literatura y director del IES Bovalar, quien admite su preocupación por el fenómeno. “No hay una estrategia para trabajar esto en el aula y cada profesor debe hacerlo a su manera. Pero muchas veces los chicos y chicas viven en entornos o familias que favorecen bulos y la desinformación. El otro día una familia le dijo a una tutora del centro que somos un instituto de feminazis. Si además periodistas acreditados y medios consolidados difunden bulos, ¿qué podemos hacer nosotros?”, se pregunta retóricamente.
“Es cierto que a veces les pedimos a los chicos cosas que nosotros no hacemos”, conviene Carmela del Moral, responsable de políticas de infancia en Save the Children. “¿Cuántos adultos reenvían mensajes de Whatsapp sin contrastar?”, pregunta sin esperar respuesta.
Más allá de los centros educativos, sobre los que padres y madres tienen poca capacidad de maniobra, expertas como Piedra Zorrilla creen que “las familias son clave para que sus hijos desarrollen conductas maduras y un pensamiento crítico”.
¿Qué puedo hacer yo?
Para estas familias que sí tienen interés en que sus hijos no sean víctimas y a la vez propagadores de desinformación hay herramientas, sostienen algunas expertas. Lo primero, sostiene Mariaje González Flor, experta en contenidos digitales y alfabetización mediática y formadora de familias, es asumir que la juventud se informa por otros canales que los adultos (el 80% lo hace en TikTok) y que hay que bajar ahí, conocerlos. “Como responsables adultos necesitamos desarrollar habilidades de alfabetización mediática y digital que nos permitan aprender a diferenciar opinión de información, contenidos de anuncios, identificar perfiles solventes que siempre informan de manera contrastada. Por eso formarse como adultos es tan importante”, ilustra.
“Es bueno utilizar esos nuevos lenguajes y esas plataformas proponiéndoles perfiles en esas redes en la que se informan, de medios de comunicación sólidos, en los que trabajan periodistas que contrastan y verifican, a los que es más difícil que se la cuelen. Hacerles reflexionar que un perfil de cualquier red social no nos muestra si detrás hay una persona sola, un equipo de creadores de contenido de materias concretas como un deporte, moda, o toda una redacción entera de cientos de periodistas”, explica.
Cada vez que se escuche en casa 'lo he visto en TikTok' o 'lo he leído en Google', hay que hacerles parar y cuestionarles: ¿Dónde? ¿En qué página de Google? ¿De qué perfil era el vídeo de TikTok?
La idea es hacerles reflexionar. “Una táctica es ir haciendo preguntas abiertas en el día a día. Preguntas no dicotómicas, sino que invitan a la reflexión: ¿Cómo crees que se puede arreglar tal cosa? Te obliga a reflexionar”, explica la psicóloga Susana Piedra Zorrilla. “También que haya comunicaciones cercanas, claras, positivas en el ámbito familiar. Y que seamos el referente fundamental de los hijos, su influencer”, añade.
Un pensamiento similar al que esgrime Del Moral. “Hay que acompañar y dar ejemplo. También explicar lo que es contrastar. Tener conversaciones más abiertas, de aprendizaje conjunto. 'He oído esto, ¿tú qué opinas?”.
Darles protagonismo, hacerles preguntas que les lleven a reflexionar sobre lo que ven y dónde lo ven, sostiene Mariaje González Flor, experta en contenidos digitales y alfabetización mediática y formadora de familias. “Cada vez que se escuche en casa 'lo he visto en TikTok' o 'lo he leído en Google', hacerles parar y cuestionarles: ¿Dónde? ¿En qué página de Google? ¿De qué perfil era el vídeo de TikTok? Es frecuente en la adolescencia que no vayan más allá de la plataforma en la que lo han consumido. Además, la velocidad y la inmediatez a la que se mueven, les lleva a no parar, ni pensar sino a compartir desde la emoción, y muchas veces leen el titular y poco más”, argumenta.
También funciona hacerles ver el diferente tratamiento que hacen los medios de un mismo tema, explica Elías Gómez, jefe de estudios en un instituto de Melilla y profesor de Lengua y Literatura, un recurso nombrado también por las demás profesionales consultadas. “Hacemos el ejercicio de buscar la misma noticia en diferentes medios. Yo solo les explico un poco por dónde va cada uno y luego ellos hacen el trabajo”. Y ven las diferencias, los distintos enfoques, sobre la misma cosa.
Un ejercicio recomendado es ver noticias en familia en diferentes medios, ver sus diferencias y comentarlas. Hacer preguntas abiertas que obliguen a la reflexión y no tratar de imponer puntos de vista que, al provenir de los padres, generarán rechazo entre los adolescentes
Algo similar propone González Flor. “Un ejercicio bueno puede ser ver las noticias juntos. Ir cambiando de canal cada día y que ellos puedan ver el cambio de enfoque y de línea editorial con respecto al tono del canal del día anterior. Ver qué comentan, debatir, hacerles preguntas abiertas (de nuevo): ¿Qué te parece? ¿Por qué crees que lo enfocan así? Sin intentar convencerles de que opinen como nosotros, porque al ser sus padres o madres, lo van a rechazar. Lo ideal es que, con esas invitaciones a pensar, a que se cuestionen sobre lo que están viendo, vayan poco a poco desarrollando una visión más crítica”.
En este ejercicio de análisis de medios también se recomienda hablar de los indicadores de que una noticia es real o un bulo: elementos como el propio nombre del medio, las fuentes que se citan en la información, titulares llamativos, con adjetivos, sin detalles concretos comprobables, etc. Respecto a esto hay mucho material publicado.
Una recomendación en la que coinciden todos los consultados es en interesarse por lo que hacen y siguen los hijos y en no confrontar directamente, especialmente a los adolescentes. “Si les damos respuestas categóricas del tipo: 'Eso es mentira, te están engañando' se cerrarán en banda y no compartirán con nosotros mucho más”, sostiene González Flor.
Interesarse y preguntar
“Hay que interesarse por ver qué están haciendo nuestros hijos”, tercia Del Moral, de Save the Children. “Pero no tanto desde el control, sino entender qué ven, por qué, con qué interés”. Esta experta sostiene que “la brecha digital ya no está en el uso de la tecnología, sino en el tipo de contenido y el conocimiento de lo que se consume. Los jóvenes sienten que el interés de sus padres y madres sobre su vida en internet está más orientado a un control de lo que ven, hacen o suben, pero que hay una brecha en qué tipo de creadores de contenido siguen”.
Por eso recomienda “ver series con ellos, seguir a los perfiles que siguen en redes, tener conversaciones al respecto aunque no les interese a los adultos... Es un mundo que está determinando no solo el tiempo de ocio de los jóvenes, también su ideología, la forma de ver el mundo, relacionarse o tolerar determinados comportamientos”, advierte.
Si existen dudas respecto a las fuentes, se puede abordar de manera indirecta, tercia González Flor. “Nos interesamos y les preguntamos. ¿Cuál es la fuente? ¿Por qué crees que este influencer (o streamer) sabe tanto de una DANA? ¿Ha estado allí? Podemos comentar con ellos algo que hemos conocido y que nos ha sorprendido pero que un fact checker ha contrastado como bulo [también hay perfiles de este tipo en sus redes], y ahí de paso metemos la explicación de qué es un fact-checker y les invitamos a seguirlos en redes. Hay muchas maneras. Lo importante es encontrar la que encaje mejor con cada familia y con las dinámicas que haya en cada casa”, propone.
Nunca es demasiado pronto para empezar a hablar de estas cuestiones con los niños. "Si determinadas conversaciones o espacios de comunicación no se hacen desde edades tempranas es complicado abordar determinados temas en la adolescencia", explica Carmela Del Moral, de Save the Children.
Gómez, profesor de Bachillerato, lleva esta idea a sus clases. “Cogemos algún texto, periodístico o literario, y hablamos sobre él. Los de la generación del 98 siempre dan pie a hablar de cuestiones de este tipo, también racismo, homofobia... Intento –sin que mi ideología influya– educarles en la Constitución, que es una obligación que tengo. Últimamente estoy detectando que el machismo crece entre los chicos y es fácil que, por ejemplo, alguno diga que un hombre puede ir a la cárcel solo porque lo denuncie una mujer. Entonces les animo a buscar una noticia de un hombre que haya ido a la cárcel porque una mujer diga sin más que le ha pegado. Que busquen la noticia ellos”. Cuando no la encuentran se (medio) convencen. “Funciona”, asegura.
Nunca es demasiado pronto para empezar, sostienen las expertas consultadas. “Si determinadas conversaciones o espacios de comunicación no se hacen desde edades tempranas es complicado abordar ciertos temas en la adolescencia. Sin ser el caso, se ve con la sexualidad”, expone Del Moral.
González Flor propone empezar desde edades tempranas, cuando los menores están en primaria. Por ejemplo, “de manera conjunta con los padres y madres se pueden fomentar en casa buenos hábitos. Si nos piden ayuda para documentarse para un trabajo en el cole, podemos mostrarles la manera correcta de elegir entre todos los resultados de la primera o segunda página. Así van poco a poco desarrollando habilidades para discriminar fuentes fiables y descartar la que no lo sea. No siempre los primeros resultados son los más adecuados. Y de paso, en ese mismo momento, podemos hacerles ver todos los contenidos patrocinados que ahí aparecen. Para que vayan normalizando el buscar con criterio poco a poco, a modo de detective. Se les puede incluso ofrecer como un juego”.