En busca del amigo de Antonio Machado y otros cuatro maestros asesinados por el franquismo

Este jueves, bajo un sol abrasador, los voluntarios de Recuerdo y Dignidad de Soria empezaban a remover la tierra. Según los datos facilitados por diversos testigos, a un metro de profundidad, en estos campos que rodean la localidad de Cobertelada, se hallan los restos mortales de seis hombres asesinados por el franquismo. No se trata de políticos, guerrilleros ni sindicalistas; su trabajo era muchísimo más peligroso para la “Nueva España”: Eran maestros de escuela.

“Les interesaba un pueblo de borregos, que se pudiera manejar fácilmente. Por eso les mataron”. Quien habla con esta claridad, mientras contempla impaciente los avances de la excavación, es Víctor, sobrino de una de las víctimas. “Hay que recordar que en Soria no hubo combates. Aquí triunfó enseguida la rebelión militar. Los maestros no llevaban ametralladoras ni pistolas… aquí no hubo guerra; solo represión”.

Su tío se llamaba Eloy Serrano, intelectual y profesor en el humilde colegio de Cobertelada: “Siento una gran ansiedad… han sido 8 años de investigación y búsqueda que terminan ahora. En este tiempo he logrado encontrar a dos ancianos que, en su día, fueron alumnos de mi tío. Han pasado 80 años pero se les ponían los ojos vidriosos cuando le recordaban como un maestro ejemplar que trataba de enseñarles y de hacerles pensar por sí mismos”.

En el expediente de depuración que se redactó 4 meses después de la muerte de Eloy, se identifica al principal instigador de su asesinato: el cura párroco del municipio. Con una correcta caligrafía, el sacerdote definió el comportamiento del maestro como “deficientísimo y deplorable en su aspecto religioso y profesional”.

Iván Aparicio, presidente de Recuerdo y Dignidad, aporta un dato más: “Eloy tuvo un enfrentamiento con este religioso. Fue el día del Corpus. El maestro acompañaba a varios de sus alumnos al colegio cuando el sacerdote le instó a llevarlos a misa. Eloy le dijo: ”Primero la escuela y después la iglesia“. Fue su sentencia de muerte”.

Eloy Serrano fue sacado de la prisión de Almazán, en la que había sido encarcelado, junto a otros cinco hombres con historias y “delitos” similares: Hipólito Olmo, maestro de Ajamil (Soria); Elicio Gómez, maestro de La Seca (Soria); Victoriano Tarancón, maestro de Perdiguera (Zaragoza); Martín Artola, vecino de Ateca (Zaragoza) y Francisco Romero Carrasco, profesor en Guadalajara, matemático de renombre mundial y amigo del poeta Antonio Machado.

Los seis fueron subidos a un camión y asesinados uno a uno, en un paraje conocido como Los Tomillares. Varios agricultores, testigos del fusilamiento, se encargaron de enterrarlos a la mañana siguiente.

El gran amigo de Antonio Machado

Francisco Romero Carrasco era ya un reconocido matemático mucho antes de la llegada de la II República. En 1919 creó, junto a Antonio Machado, la Universidad Popular de Segovia, un espacio de enseñanza con un claro objetivo: “Exponer elementalmente aquellas enseñanzas que puedan ser inmediatamente aprendidas y utilizadas por los obreros”.

Ese deseo de acercar la cultura al pueblo forjó una intensa amistad entre Machado y Romero Carrasco, que compartieron pensión y también tertulia en el Casino de Segovia. El poeta inmortalizó el nombre de su amigo en una poesía que escribió para su boda, que publicó en 1923 y que tituló Bodas de Francisco Romero.

Romero fue director de las colonias de la Institución Libre de Enseñanza y había estudiado metodología de las Matemáticas en Francia, Bélgica y Suiza. Cuando se produjo la sublevación franquista acababa de obtener una beca, de la que nunca pudo disfrutar, para continuar su formación e investigación en Europa.

“Era una estrategia de exterminio que respondía a patrones sistemáticos…”, afirma Iván. “Hoy estamos aquí, excavando, y la próxima semana inauguramos la Semana de la Memoria Histórica, que clausurará Baltasar Garzón. No podemos parar hasta que se haga justicia”. Uno de los mayores logros de Recuerdo y Dignidad fue conseguir que un tribunal abriera causa penal, la primera en España por crímenes del franquismo, para investigar el asesinato de diez personas en la localidad de Barcones. “Aquí haremos lo mismo –aclara Iván–. Si hallamos los restos mortales de los maestros, iremos al juez a presentar la correspondiente denuncia. Queremos que los tribunales asuman su responsabilidad porque los asesinados tienen derechos, aunque sus asesinos ya estén muertos”.

Pasadas las seis de la tarde aparecían los primeros huesos. La satisfacción de ver el objetivo cumplido se mezclaba con la tristeza que producía contemplar lo poco que queda de los maestros. “Iremos al juez a presentar la correspondiente denuncia”, anuncia Iván. “Queremos que los tribunales asuman su responsabilidad porque los asesinados tienen derechos, aunque sus asesinos ya estén muertos”. No será la primera vez, Memoria y Dignidad ya logró que un tribunal abriera causa penal, la primera en España por crímenes del franquismo, para investigar el asesinato de diez personas en la localidad de Barcones.

60.000 maestros depurados

Esta asociación tiene documentados 600 asesinatos similares solo en la provincia de Soria: “Contamos además con otros testimonios espeluznantes sobre la eliminación de maestros. En Neguillas, los vecinos recuerdan cómo los niños se abrazaron a su profesor, Domingo Hernando, para intentar que no se lo llevaran detenido. Piensa en esos pequeños llorando y agarrados a su pantalón. Fue inútil, acabó siendo asesinado”.

En toda España el franquismo depuró a más de 60.000 maestros. Se calcula que un mínimo de 6.000 fueron asesinados. El resto sufrieron penas de cárcel, destierro, inhabilitación… Víctor piensa en todos ellos mientras fija la vista en la tierra que mueve la excavadora: “Es una vergüenza que en el siglo XXI toda esta gente esté tirada en los campos. Me imagino a mi tío y a los otros maestros en la cárcel y después en el camión que les condujo a la muerte. Estoy seguro de que, hasta el último momento, estuvieron hablando de lo mucho que les faltaba por enseñar…”.

En la última morada de los maestros de Cobertelada, Ajamil, La Seca, Guadalajara y Perdiguera, adquiere toda su dimensión aquella frase que el general franquista Millán Astray escupió a la cara de Miguel de Unamuno: “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!”.