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La caída de emisiones de CO2 por la COVID no alivia la crisis climática: la Tierra sigue encaminada a recalentarse tres grados este siglo

Raúl Rejón

9 de diciembre de 2020 11:00 h

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Atajar la crisis climática exige un esfuerzo mundial sostenido. No sirven pequeños consuelos. La breve caída de emisiones de CO2 que ha provocado la pandemia de COVID-19 apenas va a aliviar la alteración del clima: el parón económico para contener el coronavirus se traduce en 0,01 ºC menos de temperatura para el año 2030. La Tierra prosigue así su camino hacia un recalentamiento de 3 ºC a final de siglo, según los cálculos de la ONU que se han conocido este miércoles.

El Acuerdo de París contra el cambio climático de 2015 puso el límite tolerable en un incremento de la temperatura global de menos de 2ºC y mejor todavía, dejarlo en 1,5ºC. Un mundo más cálido conlleva una batería de consecuencias conocidas y que ya se están padeciendo: subidas del nivel del mar, deshielo, lluvias torrenciales, inundaciones, incendios, olas de calor y frío, menor producción de alimentos, escasez de agua, refugiados climáticos...

Pero la brecha entre las emisiones reales de gases de efecto invernadero y lo que debería estar ocurriendo para cumplir con esos objetivos continúa siendo muy ancha. “No se ha estrechado en 2019 y no se ha visto afectada por la COVID-19”, han concluido los técnicos del Programa de Medio Ambiente de la ONU que revisan el volumen de CO2 lanzado a la atmósfera en comparación con el sendero adecuado para contener el cambio climático.

En 2019, se alcanzó un récord histórico de 59 gigatoneladas de gases invernadero liberadas al aire que se unen a todos los gases que ya están actuando en la atmósfera y que prolongarán su efecto durante décadas y siglos. Los confinamientos y parones para aplacar la expansión del nuevo coronavirus han ralentizado la economía y conllevado una reducción de, aproximadamente, un 7% de las emisiones mundiales. Se trata de un recorte aislado ya que, hasta la explosión de la enfermedad, se habían encadenado tres picos máximos tras las “breves caídas de 2015 y 2016”, como subraya el informe.

El parón solo quita 0,01 grados para mitad de siglo

El resultado es que ese parón en el corto plazo apenas se notará a mitad de siglo: 0,01 ºC menos cuando a esas alturas, al ritmo actual, el planeta ya estará 1,5 ºC por encima de la era pre-industrial, en la senda hacia esos 3 ºC. La ONU explica que esta caída coyuntural no tendrá un efecto significativo a la hora de contener la subida de la temperatura de la Tierra a menos que los países pongan en marcha una “fuerte descarbonización” en los planes de recuperación económica tras la pandemia de COVID-19.

Justo esta semana se cumplen cinco años del Acuerdo de París. Es momento de evaluación. Y los exámenes no van bien. La revisión que la ONU ha hecho de los planes nacionales remitidos para cumplir con este compromiso conjunto evidencia que los estados siguen quedándose muy cortos. Sus efectos combinados proyectan un futuro con la Tierra recalentada más de tres grados. Las emisiones deberían ser 15 Gt menores de lo que los planes nacionales implican para limitar a 2ºC y 32 Gt para el objetivo de 1,5ºC.

Con ese panorama encima de la mesa y a la vista de los números, los países, de manera global, deben duplicar sus esfuerzos actuales de reducción de emisiones para cumplir el Acuerdo de París y limitar el calentamiento de la Tierra. Para conseguir pararlo en 1,5ºC deben multiplicarse por cinco. Cada año que no se cumple hace más difícil salvar la crisis climática en el tiempo que resta antes de sobrepasar umbrales críticos o incluso irreversibles: fallar en la meta volante de 2030 hará imposible contener el recalentamiento del planeta en 2100, explica el informe. De momento, 2020 completará el tridente de años más cálidos jamás registrados.

La ONU subraya que se da, además, “una gran discrepancia” entre los planes a largo plazo anunciados por diferentes estados y los compromisos para 2030 que remiten en virtud del Acuerdo de París. Incluso “hay inconsistencia” entre los objetivos de emisiones que se marcan y las proyecciones de lo que realmente se liberará a la atmósfera en 2030 “con las políticas actuales”.

Un apunte optimista

Con todo, el documento sí contiene una parte más esperanzadora: hay 126 países que han asegurado que conseguirán tener cero emisiones de CO2 netas en 2050. Lo que denominan “neutralidad climática”. Esto significa que la resta entre lo que se emita y se consiga atrapar mediante “sumideros” como los bosques, debe dar cero. Ese grupo cubre el 51% de todo el volumen de gases de efecto invernadero que actualmente se lanza. El logro, dicen, ha sido que se comprometan la Unión Europea, Gran Bretaña, China, Japón, Corea del Sur, Argentina, Canadá, México o Suráfrica… Si el presidente electo de EEUU, Joe Biden, cumple su promesa electoral de crear una estrategia similar, se englobaría el 63% de las emisiones mundiales.

“Aunque estos anuncios son prometedores, para ser creíbles y realizables, deben trasladarse urgentemente a políticas y acciones fuertes en el corto plazo”, advierten los analistas de la ONU. “Y que se vean reflejadas en los planes nacionales” que deben remitirse al Acuerdo de París. La cita para esto era en la Cumbre del Clima prevista para noviembre pasado en Glasgow (Gran Bretaña) y que ha sido pospuesta a 2021.  

Para ponderar la importancia de que EEUU se una a China o la Unión Europea, hay que pensar que, en la última década, los cuatro emisores principales: China, EEUU, la UE (con Gran Bretaña) y La India han aglutinado el 55% de los gases de efecto invernadero de todo el planeta. Si se añade a Rusia, Japón y el transporte internacional, llegan al 65%. Las posiciones en el ránking mundial, eso sí, cambian mucho si se ordenan por emisiones por habitante.

A pesar de que la caída de CO2 aparejada a la pandemia del coronavirus no sirve para remediar la crisis climática, la ONU percibe una oportunidad: “Una recuperación verde de la pandemia puede recortar en un 25% las emisiones para 2030 en las previsiones basadas en las políticas previas a la COVID-19”. “La pandemia ha sido un aviso de la naturaleza de que debemos actuar sobre el cambio climático, la pérdida de naturaleza y la contaminación”, afirma la organización. De hecho, el Panel Intergubernamental para la Biodiversidad (IPBES) puso de manifiesto hace algo más de un mes que las mismas causas detrás de la crisis climática provocan el estallido de pandemias como la del nuevo coronavirus.

La idea de impulsar actividades económicas y modelos de consumo que eviten lanzar gases al quemar combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas para relanzar la economía tras el parón pandémico “podría colocar las emisiones globales en las 44 gigatoneladas”, calcula la ONU (en 2019 han sido 59). “Eso nos da un margen de un 66% de posibilidades de mantener la temperatura por debajo de 2ºC”, afirman.

Aviación y navegación marítima: grandes emisores que precisan una revisión

Hasta ahora, aunque se sabe que son grandes emisores, tanto la aviación como la navegación comerciales han quedado casi fuera del radar en cuanto a obligaciones climáticas. Ambos sectores fueron excluidos en el Acuerdo de París y se autorregulan a la hora de afrontar reducción de emisiones que expulsan sus reactores y motores. El informe 2020 de la ONU dice que el transporte internacional por aire y mar “necesita mayor atención”. Pero la realidad es que sus emisiones combinadas, si continúan con el ritmo actual, se van a comer “entre el 60 y el 220% de todo el CO2 que podría liberarse hasta 2050 si se quiere conseguir limitar el calentamiento global en 1,5ºC”. Es el mejor escenario posible en cuanto a efectos adversos. El análisis explica que estos sectores necesitan mejorar la eficiencia energética de sus aparatos, pero también “una rápida transición para abandonar los combustibles fósiles”. Además advierte de que proyectar aumentos en la demanda no permitirá “descarbonizarse y reducir las emsiones”.