Los datos diarios de contagios siguen sin dar tregua en España. La tercera ola avanza y la incidencia acumulada sobrepasa ya los 800 casos por cada 100.000 habitantes, mientras las comunidades apuran las restricciones del estado de alarma para intentar frenarla. Todos los indicadores siguen alcanzando niveles de 'riesgo extremo' y se han disparado en el último mes: la positividad, que mide el número de pruebas que confirman la infección del total realizado, llega al 17%, el máximo desde que el Ministerio de Sanidad publica el dato. Esto quiere decir que casi dos de cada diez diagnósticos son positivos. Este parámetro no ha parado de aumentar, pero durante el periodo de las fiestas navideñas, se duplicó y pasó del 8,8% de la semana que terminó el 25 de diciembre al 16% del 7 de enero. Llegar hasta aquí ha sido una amalgama de factores que han desencadenado cifras de incidencia y ocupación hospitalaria de récord.
Durante ese mismo periodo ocurrieron dos cosas más: por un lado, los contagios estaban en plena escalada. El mes de diciembre ya empezó con una tendencia creciente tras no haber logrado aplanar la curva de la segunda ola, pero el ritmo se aceleró a las puertas de la Navidad. Empezamos las fiestas detectando 65.000 casos semanales, y las terminamos con más de 110.000, casi el doble. Pero a pesar del incremento de las infecciones, las pruebas realizadas por las comunidades no solo no subieron a un ritmo capaz de afrontar un alza de la transmisión, sino que frenaron en seco debido a los festivos.
Aunque ya había ocurrido durante el Puente de la Constitución, en las fiestas navideñas el número de pruebas diagnósticas, tanto PCR como test rápidos de antígenos, descendió un 29% en comparación con las que se hacían en la segunda ola, en concreto en el momento en que se detectaba un nivel de casos similar. En la semana del 1 al 7 de enero, las comunidades hicieron 802.000 pruebas. Hay que irse a entre el 8 y el 14 de noviembre para encontrar el mismo número de contagios detectados (112.000), pero entonces se hicieron 1.122.900 test. Si lo comparamos con las que se hacían en el pico máximo de casos que se alcanzó en la segunda ola, la bajada en las fiestas fue del 36%.
¿Qué quiere decir esto? Que mientras se producía un incremento de las interacciones sociales por los encuentros navideños, bajaba el número de pruebas y subía la incidencia y la positividad, que es precisamente el indicador que muestra si el esfuerzo diagnóstico está siendo suficiente ante un incremento de la transmisión del virus. Ahora mismo las pruebas están en máximos, y superan las 1.400.000 semanales, pero atrás queda el mes de diciembre en el que España arrancó la tercera ola.
“Dejas de diagnosticar casos”
En la práctica, las implicaciones de una positividad elevada “es que dejas de diagnosticar casos”, explica Clara Prats, investigadora del grupo de biología computacional y sistemas complejos (BIOCOM-SC) de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). “Indirectamente la positividad sube porque te focalizas en los casos con síntomas, que son probables positivos y dejas de hacer una búsqueda activa de otros casos. Es decir, hay una subida mayor que la que estás logrando diagnosticar”. Fernando García, portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública, apunta también a un posible rastreo deficiente, que se complica cuando las incidencias suben mucho. Para el epidemiólogo, el alto nivel de positividad “refleja una transmisión comunitaria importante que solo se detecta parcialmente y una buena parte queda oculta”. Partiendo de la base de que “solo un porcentaje bajo de contactos estrechos no convivientes” son positivos, “cuantos más contactos estrechos se hagan pruebas, más baja la positividad”.
Prats señala también el 'efecto de las Navidades', cuando el número de diagnósticos realizados “bajó porque parte de la plantilla estaba de vacaciones, se funciona a medio gas y en muchos casos se dejan de hacer cribados poblacionales”. Un descenso que “seguramente provoca un círculo vicioso”. Lo explica así: “Por un lado, en Navidad hay un crecimiento de casos debido al incremento de interacciones. A la vez disminuyes las pruebas y el rastreo, por lo que si es deficiente, siguen subiendo los casos aún más” debido a que las cadenas de transmisión no se cortan. “Directamente generas que ese crecimiento sea mayor porque la bajada de test se retroalimenta con la pérdida de casos, más contagios y aún menos da el sistema abasto para diagnosticar”.
Tras la bajada brusca de las fiestas, las PCR y antígenos –que ya suponen un tercio del total– se han ido recuperando progresivamente. Y ahora mismo supera con creces el esfuerzo diagnóstico de la segunda ola. Sin embargo, los casos siguen subiendo –solo este jueves, España ha registrado 44.000 en un solo día– y la positividad también sigue situándose por encima del 17%, mientras que en el pico de noviembre no llegaba al 14%. Está muy por encima del umbral recomendado por la Organización Mundial de Salud (OMS) para dar por controlada la pandemia, y que coloca en el 5%. Por comunidades, Castilla-La Mancha y la Comunitat Valenciana superan el 30%, mientras que en Madrid, Murcia, Andalucía, Aragón y Extremadura, dos de cada diez pruebas resultan positivas. En el otro lado están Canarias y Euskadi, en torno al 7%.
García celebra que en los últimos días haya una escalada del número de pruebas realizadas por las comunidades, y que sea a niveles superiores a la segunda entronca con “que hay bastante más transmisión comunitaria que antes, lo que vaticina una tercera ola mucho peor que la segunda”. Pero para llegar a tasas de positividad sostenibles, “habría que hacer muchas más”, añade Prats, para el nivel de transmisión que tenemos. Saúl Ares, investigador del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, define lo que ocurre con este indicador como algo “cíclico”: “Vamos siempre detrás del virus. Vamos haciendo pruebas en función de la gente que se presenta con síntomas. Cuando está habiendo muchos contagios, sube la positividad y hacemos más pruebas. Llega el pico, doblegamos la curva y baja la positividad hasta que de nuevo bajamos la guardia”.
Ahora, tras el cóctel explosivo de las fiestas, la incidencia acumulada en España sigue subiendo. Y aunque el ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha vaticinado que el pico podría llegar en “días” o “una semana”, la incidencia acumulada ya está en 829 y aún las consecuencias de los contagios de la tercera ola no han llegado del todo a los hospitales, que ya se enfrentan a una presión preocupante. En muchas comunidades, como la valenciana, Murcia o Extremadura, la ocupación supera la de marzo y abril, y en conjunto tanto las camas para agudos como las de UCI ya rebasan el nivel de riesgo más elevado del semáforo de alertas de Sanidad.