A Paula le diagnosticaron alergia al polen de gramíneas y de olivo cuando tenía 17 años. Los episodios en primavera eran habituales antes y lo han sido desde entonces, pero, por primera vez, este año ha padecido estos mismos síntomas en verano. Picor de ojos, de nariz y de garganta, que se ha alargado durante casi un mes. “Como mucho, a finales de junio me desaparecía”, explica ya a mediados de julio, todavía con molestias. En su trabajo, en una oficina en el centro de Madrid, varios compañeros están igual, con estornudos, moqueo y pañuelos a mano.
El alergólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Darío Antolín, ha atendido en su consulta a más pacientes con síntomas de alergia estas semanas de lo que recuerda otros años. “El aumento de las temperaturas, de la contaminación y del tiempo con calima hace que, incluso a principios de julio, esté habiendo pólenes de gramíneas”, explica. Según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic), el nivel de alerta por gramíneas este jueves era alto, –por encima de los 50 granos por metro cúbico– en tres de las 43 estaciones de medición y medio –entre los 10 y los 50 granos por metro cúbico– en otras 16.
La cantidad contabilizada no es mayor que en primavera, pero sí destaca frente al verano de 2022. Por ejemplo, los tres medidores con niveles más altos son los de Ponferrada, donde se han registrado 51 granos, frente a los 25 del pasado mes de julio; Zamora que ha pasado de 12 a 61; y Ávila, de seis a 73. La Comunidad de Madrid mantiene abierto su periodo de información diaria sobre niveles de polen para este año del 15 de febrero al 30 de junio, pero se ha prorrogado “mientras siga habiendo niveles medios o altos de polen”.
“El aumento de las temperaturas, de la contaminación y del tiempo con calima hace que, incluso a principios de julio, esté habiendo pólenes de gramíneas”
Según los datos de la Red española de Aerobiología (REA), las concentraciones de grano de polen en este momento son bajas, aunque la concentración de gramíneas en el norte y centro de la península “es elevada”, así como la de ortigas, que también es “alta” en el norte. Pero, pese al nivel general de alerta baja o media, el doctor Antolín, que es también portavoz del grupo de trabajo sobre medio ambiente, contaminación y cambio climático de la Seaic, advierte que, aunque los 50 granos por metro cúbico son la barrera a la que se asume que cualquier persona alérgica empezará a manifestar síntomas, este año se están produciendo más, más fuertes y durante más tiempo, incluso por debajo de esos valores. La causa hay que buscarla en el polen. Estas células sexuales de las plantas tienen un mecanismo que se activa para sobrevivir en situaciones de estrés, generando unas proteínas de defensa, que las vuelven más agresivas y duraderas.
¿Cuáles son esas situaciones de estrés? “El monóxido de carbono, el dióxido de nitrógeno y de azufre, las partículas ambientales y el ozono producen cambios estructurales en el polen, que aumentan su potencial alergénico”, coincide la presidenta de la Sociedad Andaluza, María Cesárea Sánchez. “Lo que está desencadenando esta situación son los episodios de contaminación que estamos viendo actualmente. Los niveles de CO2, uno de los factores que influyen en ese potencial alergénico, están aumentando y la calima es uno de los eventos atmosféricos que influyen en los fenómenos de tipo irritativo, con partículas de pequeño tamaño que entran en las vías respiratorias y causan inflamación”, desarrolla la especialista.
Alergia e irritación
Esta situación provoca daños por dos vías: los síntomas puramente alérgicos y otros de tipo irritativo. “La alergia es una inflamación que se produce en el organismo cuando este percibe a determinadas proteínas como enemigas y reacciona creando una inflamación, que puede afectar al ojo a través de la mucosa conjuntival; a la nasal y producir una rinitis alérgica; al bronquio y causar asma; a la mucosa digestiva a través de determinados alimentos; o en la piel. El mecanismo alérgico puede afectar a cualquier órgano y mucosa del individuo”, explica Sánchez. Pero, algunos síntomas, similares a los de la rinitis o el asma, con un componente alérgico, responden a factores irritativos, “que tienen que ver con esa arena en suspensión, la climatología adversa y la contaminación”, señala Antolín.
Todo agente externo que accede a nuestras vías respiratorias se topa con el epitelio, un conjunto de células que recubre todo el aparato respiratorio. “En ocasiones, cuando un alérgeno, un contaminante, un virus o una partícula choca contra esa barrera, se genera una respuesta inmunológica que desencadena una serie de reacciones muy similares a las de un alérgeno”, desarrolla el experto. Esto provoca una triple casuística: pacientes con alergia, pacientes no alérgicos con irritación y pacientes con síntomas mixtos, como congestión, moqueo, picor de ojos y nariz, pero también de vías respiratorias bajas, dificultad para respirar, sensación de opresión en el pecho, tos seca o silbidos en el pecho.
Actualmente, según los datos de la Seaic, las enfermedades alérgicas por polen afectan en España a más de ocho millones de personas. La mayoría, siete millones, lo son a las gramíneas, seguidos del olivo, la arizónica, el plátano de sombra, la salsola y la parietaria. El libro de las enfermedades alérgicas, de esta asociación y la Fundación BBVA, publicado en 2021, señalaba que la prevalencia de estas patologías “ha aumentado drásticamente en los últimos años, debido a la conjunción de factores genéticos y ambientales”, siendo ya “el trastorno inmunológico más frecuente que afecta al ser humano”. “La estimación es que en los próximos años el 50% de las personas puedan ser alérgicas”, indica el doctor Antolín.
"La contaminación no solo agrava las patologías existentes, sino que puede dar lugar a otras nuevas, como el asma"
Diversas sociedades científicas llevan tiempo alertando de las consecuencias de la crisis climática en la salud respiratoria. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica indicaba hace unos meses que cada vez hay más evidencia científica que confirma los efectos nocivos de la contaminación del medio ambiente en el sistema inmunológico en personas sanas y una mayor respuesta de tipo alérgica en asmáticos. No solo eso, desde Alergosur explicaban la semana pasada, con motivo del día Mundial de la Alergia, organizada por la World Allergy Organization bajo el lema 'El cambio climático empeora las alergias', que “la contaminación del aire puede exacerbar enfermedades alérgicas como el asma y la rinoconjuntivitis, pero, recientemente se ha observado que también podría causar asma de nueva aparición”.
“Aunque hay grupos de edad donde determinadas patologías suelen ser más frecuentes, la aparición del asma se puede producir en cualquier momento de la vida. Sabemos desde hace tiempo que niveles elevados de determinados contaminantes en la atmósfera producen reagudizaciones en los pacientes que previamente tenían asma, rinitis o cualquier enfermedad respiratoria, pero en los últimos estudios se ha visto que en las áreas más contaminadas la prevalencia de asma de nueva aparición es mayor que en otras zonas con un nivel de contaminación menos”, desarrolla Sánchez. Y concluye: “La contaminación no solo agrava las patologías existentes, sino que puede dar lugar a otras nuevas”.
Una vacuna contra los alérgenos
Los expertos señalan la importancia de un diagnóstico adecuado para poder acceder a los tratamientos que reduzcan o bloqueen los síntomas. No son inmediatos, porque la principal arma terapéutica es la inmunoterapia. “Cada vez tenemos extractos más estandarizados, más seguros y con mayor especialidad para una cantidad de alérgenos cada vez mayor o que está más relacionada con los que nos rodean a cada uno, porque no es lo mismo vivir en Madrid, que en Sevilla o Galicia”, explica Sánchez.
“La inmunoterapia consiste en administrar extractos de aquellos alérgenos clínicamente relevantes en dosis gradualmente mayores hasta alcanzar la dosis de mantenimiento con el objetivo de que el paciente, ante esa misma cantidad de polen ambiental tenga que usar menos medicación, consiga más días libres de síntomas y mejor calidad de vida, además de evitar sensibilizaciones a otros pólenes y una progresión de la rinitis hacia el asma”, señala el alergólogo del Hospital Ramón y Cajal. Para ello, los pacientes deben seguir determinadas pautas durante un tiempo que puede ir de los tres a los cinco años.
Nacho comenzó con los pinchazos en septiembre y aunque estos días está teniendo algunos síntomas algo más fuertes que en primavera, sobre todo al pasar por un parque de camino al trabajo, la mejoría respecto a otras temporadas de alergia es notable. “Antes tenía tantísima que hasta tenía que dormir sentado para poder respirar”, explica.
Para mitigar los efectos de la exposición a los alérgenos, los expertos recomiendan cambios de ambiente, airear los espacios interiores y, en los traslados a zonas de playa en esta época estival, realizar una limpieza previa y utilizar fundas de almohadas antiácaros para reducir el contacto directo. Además, es recomendable tener unos hábitos de vida y una alimentación saludable para dar a las mucosas herramientas para que respondan de forma más defensivas.