El calor intenso instalado tras las lluvias eleva la alerta de incendios forestales para el verano

2025 está siendo bueno en cuanto a incendios forestales. Al cerrar mayo habían ardido 10.000 hectáreas de monte, menos de la mitad de la media de la década a estas alturas. Sin embargo la llegada temprana de calor intenso ha hecho que el Gobierno adelantara el inicio de la temporada de riesgo alto al 1 de junio en lugar del día 15.
El peligro viene explicado por la mezcla de dos factores: humedad seguida del calor fuerte. Este año confluyen una primavera muy lluviosa que ha permitido cierta explosión de flora y la entrada de temperaturas muy altas –propias del mes de julio– ya en mayo. A mayor calor, la vegetación se seca más rápidamente y, por lo tanto, se vuelve inflamable.
“Incertidumbre” es la palabra que utiliza la responsable de incendios forestales en Greenpeace, Mónica Parilla para describir la situación que se ha dibujado este curso. “Mayo acabó con calor de julio y la Agencia Estatal de Meteorología prevé un verano más cálido y seco de lo normal”, recuerda esta ingeniera técnica forestal. “Tras la explosión de flora, ahora puede secarse y es esa vegetación fina y seca, la más combustible, la que marca el riesgo de ignición”.
Mayo acabó con calor de julio y la Agencia Estatal de Meteorología prevé un verano más cálido y seco de lo normal. Tras la explosión de flora, ahora puede secarse y es esa vegetación fina y seca la más combustible
“Las lluvias han sido una buena noticia porque han aliviado la sequía que arrastrábamos y retrasado la desecación de terreno, pero no puede bajarse la guardia”, subraya la experta en incendios de WWF, Lourdes Hernández. La especialista coincide con Parrilla en el sentido de que “si llegan olas de calor extremas y persistentes –tal y como prevé la AEMET– la vegetación puede secarse rápidamente y facilitar la propagación de grandes incendios forestales”.
Los registros ilustran cómo los montes han recibido durante un par de meses mucha agua con la que humedecer el suelo y alimentar a las plantas. En marzo llovió un 251% por encima de la media histórica en la península y un 149% en Canarias. En abril, las lluvias supusieron el 11º% del promedio peninsular y un 329% en las islas Canarias. Mayo fue normal.
Al mismo tiempo, hay un 60% de probabilidades de que los meses de junio, julio y agosto sean más calurosos de lo habitual en la mayoría de la península excepto en la zona este y Baleares en las que esa probabilidad es aún mayor y llega al 70%.
Con esa situación, se ha llegado a la temporada de riesgo alto con el tercer registro más bajo de superficie carbonizada desde 2015. “Hay un montón de cosas que hacen los humanos, que pueden causar ahora un incendio. Hay que llamar a la precaución”, advierte Mónica Parrilla.
Porque algo más del 90% de los incendios forestales en España son provocados por actividades humanas. Más de un cuarto son, además, intencionados y el resto por negligencias, según la Fiscalía de Medio Ambiente.
“El problema no es una primavera húmeda, que bienvenida sea”, afirma el responsable de conservación de SEO-Birdlife, Mario Giménez. “Hay más vegetación, ¿qué le vamos a hacer? No vamos a asfaltar el bosque para que no arda”.
Ya no importa tanto si la campaña va a ser buena o mala, debemos ser conscientes de que seremos testigo de la ocurrencia de grandes incendios extremos que pongan en peligro ecosistemas y poblaciones
Un problema estructural
Hernández analiza que “ya no importa tanto si la campaña va a ser buena o mala, debemos ser conscientes de que seremos testigos de la ocurrencia de grandes incendios extremos que pongan en peligro ecosistemas y poblaciones. Incendios extremos para los que no estamos preparados y si seguimos en esta dinámica de inacción y de ausencia generalizada de políticas de prevención, nos enfrentamos a estos episodios extremos de forma recurrente”.
El responsable de SEO-Birdlife, explica que los incendios “no son algo que tenga que gestionarse de manera coyuntural por más que cada año sea distinto y que en cada curso haya un componente de azar en cuanto a imprudencias o localizaciones de los incendios”. En su opinión “el problema estructural es que tenemos las masas forestales que tenemos: muy intervenidas, sobre las que se hacen muchas actividades”.
En este sentido Mónica Parrilla subraya que hay que afrontar una “gestión forestal que haga que las masas forestales sean más resilientes al fuego en el contexto de crisis climática”. Porque lo que está certificado es que el calentamiento global agrava los incendios al hacerlos más grandes, incontrolables y extensos. “Llegan a ponerse fuera de la capacidad de extinción”, remata.
Hace falta más bien paciencia y constancia para conseguir tener bosques adaptados al fuego. Con especies resistentes y con zonas menos densas en los monocultivos. Los incendios no se apagan el invierno anterior sino con trabajo de muchos años
Giménez abunda en que España no puede mejorar mucho más en cuanto a capacidad de extinción. “Hace falta más bien paciencia y constancia para conseguir tener bosques adaptados al fuego. Con especies resistentes y con zonas menos densas de monocultivos forestales. Los incendios no se apagan el invierno anterior sino con trabajo de muchos años ”.
La portavoz de Greenpeace también recuerda que en España se ha incrementado, a base construir, la zona de contacto entre el bosque y las viviendas, la interfaz urbano-forestal “que hace más difícil la extinción”. “Vemos fundamental cumplir la normativa con los planes de prevención y extinción además de fomentar la cultura forestal. Necesitamos conectarnos con la naturaleza”.
Y en la misma línea Giménez argumenta que “va a ser inevitable que lleguen incendios casi imposibles de extinguir así que cobra importancia capital que la población sepa qué hacer para evitar daños no solo patrimoniales sino también personales”.
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