El calor y la sequía hacen mella en los bosques españoles: sufren un “importante aumento” en la caída de sus hojas

Raúl Rejón

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El calor y la falta de lluvia están haciendo mella en los bosques españoles. Las temperaturas extraordinariamente altas unidas a la sequía hacen que los árboles pierdan más hojas de lo normal: la defoliación experimentó un “importante aumento” en 2022, un año que fue “extremadamente cálido” y “muy seco”.

Mientras el calor severo llevaba la temperatura media 1,7ºC por encima del promedio y las lluvias en general fueron un 16% menores, la defoliación media de los bosques en España –“un parámetro básico para cuantificar el estado aparente de salud del arbolado”– se situó en el 23,05%. No alcanza los estadios más perniciosos, pero supone un salto importante respecto al 21,7% de un año antes, según el más reciente Informe Técnico del Inventario de Daños Forestales del Ministerio de Transición Ecológica.

De ahí que el documento consigne que es un incremento “notable”, es decir, un empeoramiento significativo. Este dato rompe una tendencia a la baja que se había constatado en los dos años anteriores y se trata del tercer peor indicador desde 2006.

“La cantidad de especies que han mostrado una defoliación media superior al 25% resulta notable”, revelan los técnicos del ministerio en su diagnóstico. Ese umbral marca el paso a un nivel superior (y más grave) de pérdida excesiva de hojas en los árboles. Entre las variedades señaladas por el documento del Gobierno “destacan las especies de carácter más mediterráneo como el alcornoque, la encina, el acebuche, la sabina albar. Además, del roble pubescente, el castaño y el pino laricio”.

Esta última temporada se ha producido un aumento notable de los árboles afectados por estrés hídrico

Y el común denominador para gran parte de estos daños es un viejo conocido de España que está viendo cómo se agrava a medida que la crisis climática se hace más palpable: calor severo y sequedad. El análisis de Transición Ecológica explica que “es importante destacar que las defoliaciones moderadas y graves que se detectan en la mayor parte de las especies están asociadas al intenso episodio de déficit hídrico que sufre la vegetación”.

La resiliencia del Mediterráneo

El déficit se produce cuando la planta pierde por la transpiración una cantidad mayor de agua que la que absorbe. Ese balance negativo deriva en un “estrés hídrico”. Y esta es la situación que afecta a los bosques a medida que el tiempo se ha vuelto más adverso para ellos: “Esta última temporada se ha producido un aumento notable de los árboles afectados por estrés hídrico que ha sido consignado en el 30,88% de los pies [de árboles] muestreados frente al 22,61% de la campaña pasada”.

El clima más cálido y seco que está trayendo la crisis climática pone en riesgo a los árboles de manera global. La caída de la humedad relativa que provocan las altas temperaturas está interfiriendo en el proceso de transpiración de estas plantas “lo que puede amplificar la vulnerabilidad de los árboles al calor y la sequía”, según muestra esta investigación –centrada en Europa central– del Instituto Suizo de Tecnología de Lausana. Su directora, Charlotte Grossiord, lo resumía así: “Los datos muestran claramente que la mortalidad arbórea se está incrementando de manera exponencial”.

De hecho, en Europa, el aire desde principios del siglo XXI es el más seco registrado en 400 años y eso pone en riesgo la función de los bosques como reguladores del clima y almacén de carbono (que no escapa a la atmósfera lo que agrava el efecto invernadero).

En España, buena parte de los bosques, al crecer en la región mediterránea, están más acostumbrados a atravesar periodos secos y han desarrollado mecanismos de ahorro de agua. Los árboles pueden buscar agua que ha quedado profunda en el suelo forestal cuando llegan las épocas secas. Pero, si no ha llovido, no hay agua que rastrear.

El Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf) explica que “la carencia de agua persistente puede llevar a la quiebra del sistema de transporte de agua de los árboles lo cual podría dar lugar a mortalidad y decaimiento en las zonas forestales más vulnerables. También los bosques debilitados por la carencia de agua son más vulnerables a otras amenazas como las plagas”.

Catalunya, la peor parada

En el caso español, aunque el empeoramiento ha sido generalizado en todo el territorio, la peor parte durante ese 2022 se la ha llevado Catalunya. “Las principales variaciones en la defoliación se observan en la zona costera y central” de esa comunidad. Allí es donde se ha constatado una mayor pérdida de las hojas (un 71% de las parcelas de bosque que se estudian). Y “los daños por estrés hídrico han sido los principales responsables de la tasa de pérdida de biomasa foliar”.

La totalidad de las coníferas estudiadas han presentado un aumento más o menos acusado y en las frondosas, las escasas precipitaciones registradas en invierno y verano han favorecido el aumento generalizado del nivel de defoliación

Mientras, en el norte de Andalucía (en el valle del Guadalquivir) y en Extremadura “se ha producido un empeoramiento generalizado” relacionado con “un importante aumento de los daños ocasionados por la sequía”. Además en las dehesas de ambas comunidades autónomas, “los episodios de estrés hídrico de temporadas anteriores son todavía notables”, lo que avisa de que los años secos y muy calurosos que se están experimentando ahora prolongarán sus daños en el futuro.

En Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón, el estudio de daños señala la sequía, pero también la nieves, el muérdago y la procesionaria como los principales factores de la defoliación.

Si en lugar de por regiones se pone el foco en las especies de árboles, “la totalidad de las coníferas estudiadas han presentado un aumento más o menos acusado en los valores medios”. Las coníferas son el grupo que engloba a pinos o sabinas. Y, una vez más, la causa principal para el incremento de la defoliación ha sido el estrés hídrico que han padecido estas especies.

En el caso de las frondosas –encinas, alcornoques, robles, acebuches, castaños o abedules–, “también las escasas precipitaciones registradas en invierno y verano han favorecido el aumento generalizado del nivel de defoliación”.

Los incendios forestales

El CREAF también avisa entre las consecuencias de que se sequen los bosques “los incendios forestales, pues la vegetación más seca es más inflamable”. Si se miran los datos de 2022, la relación queda acreditada de manera abrumadora. 2022 fue, precisamente, el peor curso en superficie forestal quemada de la última década.

Aquel año ardieron 268.000 hectáreas de monte de las que 115.000 fueron de superficie arbolada, según las estadísticas del Ministerio de Transición Ecológica. Ese último dato multiplica por 3,4 la media del decenio 2013-2023. Y, como recuerda el estudio, “los daños que provoca el fuego pueden permanecer en los árboles afectados”. Y subraya que todavía son patentes, entre otros, en los pinares quemados en El Hierro en 2006, La Gomera en 2007 o La Palma en 2009.  

En octubre pasado, la investigadora del Creaf Mireia Banqué compareció en el Parlament de Catalunya a cuenta de los incendios forestales. Además del peligro de las llamas, aprovechó su intervención para alertar: “Ocupémonos también de los bosques porque se nos están muriendo de sed y de calor”.