El cambio climático deja obsoleta la forma de medir las olas de calor: los expertos piden revisar los índices

El 13 de agosto de 2022, Andalucía vivió una de las peores jornadas de calor de su historia, en un verano en el que se registraron alrededor de 4.600 muertes en España directamente relacionadas con las altas temperaturas. Sin embargo, un meteorólogo que hubiera mirado parámetros aislados como la temperatura máxima del aire, el índice de humedad o la temperatura del termómetro de bulbo húmedo, no habría previsto la peligrosidad de la situación y habría subestimado su impacto en la salud de las personas.

Aquella jornada de calor extremo en Andalucía es uno de los ejemplos que dos investigadores de la Universidad Politécnica de Hong Kong han utilizado para poner a prueba los diferentes índices que se utilizan para estimar la gravedad y el peligro para la salud de las olas de calor. En un trabajo publicado este miércoles en la revista Nexus, Pir Mohammad y Qihao Weng han utilizado datos recogidos durante varios episodios sucedidos en los últimos años en España, India y Estados Unidos, y han comprobado que cinco de los seis índices principales no fueron capaces de captar con suficiente efectividad su gravedad y distribución espacial, especialmente en condiciones de baja humedad. 

Según este análisis, solo resultó útil el llamado “índice de estrés térmico letal”, aunque los autores creen que también es mejorable y que se necesita un marco más global para poder mitigar las olas de calor peligrosas. “Hemos descubierto que algunos de los índices existentes pueden no ser apropiados para todas las regiones geográficas y condiciones climáticas”, afirma Weng, autor principal y experto geoespacial de la Universidad Politécnica de Hong Kong. “Es importante que las comunidades científicas, los círculos de salud pública y los responsables de las políticas se reúnan y reconsideren los índices existentes”.

Índices desactualizados

En la actualidad conviven distintas formas de medir y definir las olas de calor, pero no está claro cuál de estos métodos es más eficaz ni cómo las condiciones climáticas de fondo afectan a su rendimiento. Algunas de estas métricas se basan exclusivamente en la temperatura máxima del aire, mientras que otras incluyen factores como la radiación, el viento y, fundamentalmente, la humedad. En esta investigación, en concreto, se evaluaron la temperatura máxima del aire (Ta), el índice de humedad (HI), el humidex (Hu), la temperatura del termómetro de bulbo húmedo (WBGT), el índice de estrés por calor letal (Ls), y el índice climático térmico universal (UTCI). 

Hemos descubierto que algunos de los índices existentes pueden no ser apropiados para todas las regiones geográficas y condiciones climáticas

Cada uno de estos índices tiene diferentes umbrales para definir condiciones peligrosas de estrés por calor, explican los autores del estudio. Una de las desventajas de esta práctica es que puede no aplicarse a todas las condiciones climáticas, pero lo peor es que no cuantifican significativamente el efecto de la humedad sobre el estrés por calor. “Con el avance de un calentamiento global más rápido, un índice puede no detectar días peligrosos de estrés por calor debido al uso de la antigua normalidad para calcular la desviación del umbral”, escriben. “El umbral para definir condiciones peligrosas de estrés por calor se basa en la ley teórica de la física, y un estudio reciente sugirió que este umbral puede sobreestimarse o subestimarse según las condiciones climáticas ambientales, el género y la edad de las personas y varía de un país a otro”. 

“Incluso en condiciones de temperatura relativamente bajas, si la humedad es alta, puede ser peligroso para personas con problemas de salud”, indica Weng. “En condiciones de humedad, incluso de 28°C, las condiciones de bulbo húmedo pueden provocar un estrés severo y un golpe de calor”.

Las olas de calor son experimentadas de manera diferente debido a factores que incluyen la edad, las condiciones de salud preexistentes y el estatus socioeconómico

Los investigadores enfatizan que las olas de calor son experimentadas de manera diferente por distintas personas, incluso dentro de la misma región, debido a factores que incluyen la edad, las condiciones de salud preexistentes y el estatus socioeconómico, que se asocia con el acceso a una refrigeración adecuada y el privilegio de no trabajar al aire libre durante condiciones de calor. También señalan que, dado que se producen más muertes relacionadas con el calor en interiores que en exteriores, habrá que tener en cuenta en el futuro factores como la antigüedad y los materiales de los edificios. 

Por último, aunque identificaron el índice de estrés térmico letal como la mejor opción actual, creen que este índice aún podría mejorarse con más investigaciones. “Necesitamos implementar un marco global que tenga en cuenta la temperatura, la humedad y otros factores como el estatus socioeconómico y la edad para poder mitigar las condiciones peligrosas de las olas de calor”, afirma Mohammad. “El gobierno del Reino Unido redefinió recientemente sus criterios limitantes para las olas de calor, y podría ser un buen momento para que otros países también piensen en cómo podemos definir las olas de calor de manera más efectiva”.

Los límites del cuerpo humano

“La importancia del estudio radica en destacar la urgencia de realizar análisis más exhaustivos sobre qué constituye una ola de calor mortal y cómo prepararnos para ellas”, destaca Anna Cabré, científica del clima asociada a la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), en declaraciones a SMC España. “Esto implica estudiar con mayor detalle los límites que el cuerpo humano puede soportar en diversas condiciones, identificar a las personas con mayor riesgo y determinar las medidas necesarias para evitar consecuencias fatales, integrando conocimientos de múltiples disciplinas”.

Para el catedrático de geografía física de la Universidad de Barcelona (UB), Javier Martín-Vide, el artículo tiene un notable interés al tratar los efectos negativos del calentamiento global en la salud humana y, concretamente, en la mortalidad producida por las olas de calor, cada vez más frecuentes e intensas. En su opinión, aunque los autores consideran que el índice de estrés letal por calor, propuesto en 2022, es el mejor en condiciones de aire seco, el índice climático térmico universal (UTCI), creado en 2012, es mejor. “Este índice plantea un balance energético del entorno del humano, utilizando no solo la temperatura del aire y su humedad relativa, o la presión parcial de vapor de agua, sino también la velocidad del viento y la radiación del entorno”, señala. “Desde un punto de vista conceptual el UTCI es más robusto, aun pudiendo este dar un resultado más ajustado a la realidad en aire seco”. 

Deberíamos registrar la temperatura en el interior de los pisos, para conocer bajo qué temperaturas viven realmente nuestros conciudadanos

Por otro lado, y con el país a punto de entrar en la cuarta ola de calor del verano, el especialista subraya la importancia de tener en cuenta las condiciones de temperatura reales en el interior de los edificios, en el que científicos como él llevan años insistiendo. “Medidas puntuales que hemos realizado en Barcelona a medianoche en habitaciones de pisos superiores que miran hacia el oeste, desde donde el sol las calienta durante las largas tardes de verano, han dado valores de la temperatura del aire en la horquilla de 30ºC a 33ºC, lo que impide o limita mucho el descanso nocturno, con un efecto negativo en la salud de sus moradores”, concluye. “Se impone, desde luego, en España un gran proyecto, con la ayuda de la Ciencia Ciudadana, de toma de registros meteorológicos indoor, en el interior de una muestra amplia de pisos, para conocer bajo qué temperaturas del aire y radiante de las superficies, y humedad del aire, viven realmente nuestros conciudadanos”.

Sobre los avisos de AEMET

Para José Luis Camacho, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), este nuevo trabajo está muy bien desde el punto de vista técnico, aunque no cree que sea la ultima palabra sobre un asunto que está en discusión. “La definición de ola de calor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) es muy genérica y los umbrales de temperatura en Reino Unido, por ejemplo, van a ser diferentes a los de Andalucía y no te digo ya de los de Argelia”, explica a elDiario.es. “Porque los umbrales dependen de las consecuencias en la población de cada sitio, por eso no hay un valor universal”. 

Aunque la agencia estatal recoge valores meteorológicos, reconoce Camacho, sí tiene en cuenta de forma indirecta, y en coordinación con Protección Civil, el posible impacto en las personas, a través de sus avisos o notas especiales. “Se tiene en cuenta que no es lo mismo una alerta amarilla en Sevilla que en Asturias, donde el umbral es mucho más bajo, eso está medido”, asegura. “Y cada vez tenemos más claro que necesitamos incorporar la humedad y las temperaturas mínimas, como ya se está haciendo en los pronósticos de algunas zonas costeras como Barcelona, Valencia o Baleares, aunque no exista un aviso como tal”.

Aun así, existe un debate interno ente la comunidad meteorológica porque el aumento de las temperaturas en el primer cuarto de siglo ha generado un problema adicional: la media que se toma de referencia para determinar las olas de calor es el periodo 1971-2000, cuando la temperatura era más baja. “La agrupación central de temperatura va subiendo de nivel y nos está pasando que en Andalucía, por ejemplo, están en alerta amarilla más de la mitad del año, y eso no puede ser”, afirma. “Es un reto que tenemos por el cambio climático; el clima que tenemos ahora es diferente y de ahí viene el desajuste que tendremos que afrontar”.