Europa califica de riesgo para la salud la cantidad de plomo que disparan los cazadores

Octubre es plena temporada de caza mayor. Época, por ejemplo, de monterías donde se baten con jaurías ciervos, gamos o jabalíes para dispararles desde los puestos de tiro. La caza deportiva en España es una actividad de recreo que se cobra más de 20 millones de piezas al año, según el Anuario del Ministerio para la Transición Ecológica. La cantidad de plomo empleada para abatir 13 millones de aves, seis de mamíferos pequeños y 600.000 trofeos de caza mayor implica un alto impacto ambiental en forma de 6.000 toneladas de emisiones de este metal tóxico: un “riesgo para la salud humana y el medio ambiente”, como ha concluido la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) en un informe solicitado por la Comisión Europea.

El problema potencial de residuos tóxicos que describe la ECHA se extiende por el 86% del territorio español. Los terrenos cinegéticos suman 43,8 millones de hectáreas de los 50,6 millones que componen España, según los datos del Gobierno. El 99% de los perdigones disparados para cazar aves no alcanza el cuerpo de la pieza y queda diseminado, recuerda la Agencia.

De hecho, un estudio de 2008, referenciado por la ECHA, calculó que en un coto de caza español utilizado para la perdiz roja había una media de 7,4 perdigones por metro cuadrado en el primer centímetro de profundidad del suelo. “La densidad debe ser mayor en cotos más intensivos como los que utilizan perdices criadas en granjas que son soltadas en el campo unos días antes de la cacería”, subraya el estudio. Esa modalidad requirió la suelta de 1,6 millones de ejemplares en 2016.

La Comisión Europea ha “dado la bienvenida” al informe de la ECHA. Un portavoz de la Comisaría de Medio Ambiente explica a eldiario.es que la revisión científica de la Agencia de Productos Químicos “encuentra suficiente evidencia para justificar medidas adicionales a las actuales restricciones”. Con todo, el Ejecutivo comunitario asegura que ahora “considerará cuidadosamente los siguientes pasos”, aunque en Medio Ambiente admiten que ha quedado claro el riesgo que conlleva el plomo.

Rafael Mateo, director del Instituto de Recursos Cinegéticos (centro de investigación del CSIC, la Universidad de Castilla-La Mancha y la Junta castellanomanchega), cree que las conclusiones de la Agencia sobre el peligro del plomo “deberían traducirse en una prohibición general de su uso como munición recreativa”. Además añade que “ya existen suficientes alternativas como para que la retirada de la munición de plomo no suponga un problema para continuar con la actividad cinegética en Europa”. Los cazadores ya no tienen excusa para seguir esparciendo un metal pesado tóxico por los ecosistemas. Pueden usar acero o tungsteno.

En el ámbito de la Unión Europea, algunas estimaciones cifran en 14.000 toneladas de plomo las que son diseminadas cada año solo en los ecosistemas terrestres. Otros cálculos elevan la cantidad a más de 21.000 toneladas. Los aficionados compran entre 10.000 y 20.000 toneladas de plomo anualmente. Los campos de tiro deportivo suponen un “riesgo significativo de contaminación de suelo y de fuentes de agua cercanas”, describe la Agencia Europea.

Solo eliminado en humedales protegidos

A esto hay que añadir lo que se queda en los humedales ya que, si bien la normativa actual sí prohíbe esta munición en estos hábitats si están protegidos legalmente, no es aplicable a aquellos cotos que no tengan una figura de reconocimiento como, por ejemplo, los arrozales –eso es buena parte del delta del Ebro o los alrededores de L'Albufera de Valencia–. La revisión que está haciendo la Comisión Europea también pretende igualar el estatus de cualquier zona húmeda donde se cace. Hoy, solo Dinamarca, Países Bajos y la parte flamenca de Bélgica han prohibido la munición plúmbica más allá de la norma vigente.

eldiario.es se ha puesto en contacto con la Real Federación Española de Caza sobre la nueva situación que abren el informe de la ECHA y la postura de la Comisión Europea sin tener aún una valoración.

Por su parte, la Federación Sectorial de Armas y Municiones resta crédito al trabajo de la ECHA: “Si este informe marcara el final del uso del plomo en la munición recreativa, creo que la sociedad tendría un serio problema de coherencia y seriedad”. No creen que se vea el final del plomo a corto plazo. “No hay ningún estudio serio que demuestre daño medioambiental y falta una alternativa económicamente viable”. El acero lo califican de “deficiente” y al bismuto demasiado caro: “Entre 8 y 11 veces”. Así que “ni el mercado, ni los productores ni la tecnología está preparada para hacer una transición que casi con toda seguridad es innecesaria”.

El cometido del trabajo de la ECHA era determinar si la peligrosidad de los residuos sustentaría una decisión política que sacara este material del mercado. En lo que se refiere a la salud humana, por ejemplo, el documento indica que, a pesar de que la información es incompleta, en España, “los análisis disponibles han mostrado que el contenido medio de plomo en las piezas de caza –grandes y pequeñas– exceden los límites generales establecidos por la Unión Europea”. Y aunque el consumo de carne de caza es más común entre cazadores y su familia, se amplía más allá de la temporada cinegética. Su nivel de consumo por el público en general “no puede despreciarse”, concluye.

Cadena trófica

La dispersión de gran cantidad de plomo en los ecosistemas conlleva el envenenamiento de especies ya sea por la ingestión directa –las aves acuáticas las confunden con piedras– como mediante la cadena trófica: depredadores y carroñeros ingieren carne contaminada. “En especial las aves rapaces”, alerta la ECHA. En España hay más de 40 especies de este tipo –la mayor diversidad europea– y todas tienen algún grado de protección legal.

Aunque la mayoría de residuos proviene de los cartuchos de balines –cuyo disparo libera una nube de múltiples perdigones– el estudio europeo se ha ampliado tanto a las balas, la munición empleada en caza mayor, como incluso los lastres utilizados en la pesca deportiva en los ríos. Las balas dejan más de 350 toneladas anuales en los países de la Unión Europea, y los plomos de los sedales que terminan en los lechos fluviales no menos de 2.000 toneladas extra. Todo este tóxico, cada temporada.