La muerte accidental de la pequeña María, de seis años, el pasado jueves en Madrid en la puerta de su colegio ha puesto en primera línea un debate que ya venía cogiendo fuerza en los últimos meses entre los vecinos: los entornos de algunos colegios son un caos de coches en las horas de entrada y salida, pese a que con carácter general son minoría los que acuden en vehículo privado a los colegios. Pero las dobles y triples filas son una realidad. Y no solo en las grandes ciudades.
El movimiento Revuelta Escolar lleva meses de campaña para pacificar los alrededores de los centros educativos, con las protestas señalando el peligro que supone la concentración de vehículos, pero también los altos niveles de contaminación que provocan. El accidente del jueves, poco habitual pero no el primero, vino a confirmar los peores augurios de este movimiento, que el viernes tiñó sus habituales protestas de negro.
“La principal razón de ser de la Revuelta Escolar es el riesgo implícito para niñas y niños de los entornos escolares debido a la presencia de vehículos motorizados. Además, el cada vez mayor número y tamaño de estos multiplica los riesgos, tanto por atropellos y accidentes en general, como por los niveles de contaminación que se generan”, recordaron el viernes.
El “cada vez mayor número” de coches es probable que no tenga respaldo científico, aunque la intuición podría llevar a pensar que la implantación del distrito único en Madrid, por el que el principal criterio para adjudicar el colegio ya no es la proximidad, ha provocado un aumento. Lo que sí se sabe es que llegar a los colegios en vehículo privado no es la opción mayoritaria.
En Gijón se han ampliado las zonas peatonales alrededor de muchos colegios. Pontevedra tiene varias rutas de camino escolar, una iniciativa para que los pequeños caminen hasta el cole (idealmente solos) y Barcelona ha anunciado 66 actuaciones este año
“En los colegios del centro hablamos de cifras [de uso del vehículo privado para llegar al colegio] del 5%, pero luego ves la distribución del espacio, a ese 5% le dedicamos un 80% o 90% del espacio”, lamenta Álvaro Fernández Heredia, experto en movilidad, “con todas las connotaciones que eso tiene, también pedagógicas, cuando enseñamos a los niños que reservamos la ciudad para una minoría”.
El uso del coche es minoritario, pero también depende mucho de la zona en la que esté el centro educativo. Así, según la Encuesta Domiciliaria de Movilidad 2018 del Consorcio de Transportes de Madrid, en Mirasierra, la zona en la que está ubicado el colegio Montealto, donde ocurrió el fatal accidente y que es una zona acomodada y de grandes avenidas, un 26% de los desplazamientos se hacen en coche por motivo de “estudios”, mientras un 31% son andando y el restante 43% es en transporte público. Sin embargo, en Lavapiés, un barrio popular del centro con calles pequeñas y restringido al tráfico, apenas el 3% de los desplazamientos son en coche. El ejemplo contrario –distrito adinerado de las afueras– sí refleja un uso mayoritario del coche como método de transporte preferido: dos de cada tres viajes en Aravaca se hacen en coche, según datos de la misma encuesta recogidos por el consultor de movilidad del Instituto de Movilidad de Berlín Miguel Álvarez.
En Catalunya, cuna de la revuelta escolar que se ha extendido a otras ciudades, la encuesta de movilidad devuelve unos resultados similares. Son gruesos porque todos los “estudios” entran en la misma categoría, pero solo el 19,4% de los estudiantes afirma acudir en vehículo privado a su lugar de estudios, mientras un 35,8% lo hace en métodos no motorizados y casi la mitad en transporte público.
Solo el 24% cumple
Otra de las cuestiones sobre las que llama la atención habitualmente la Revuelta Escolar es que, aparte del volumen de coches, en general no se respetan los límites de velocidad alrededor de los colegios. Un estudio de Mapfre, realizado a partir de mediciones reales en entornos escolares, cifraba en un 74% el porcentaje de infractores en este sentido, y uno de cada seis excedía en 16 kilómetros por hora o más el límite.
En Londres, la versión británica de la revuelta escolar ha conseguido que casi 500 colegios prohíban llegar a ellos en coche, lo que ha supuesto una reducción del 23% de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en los alrededores de las escuelas
El respeto a las reglas va por ciudades. Bajando al desglose, en Ávila todos los vehículos analizados sobrepasaron el límite alrededor de los colegios, en Madrid los infractores fueron el 90% y en Córdoba, un 60%.
Causalidad o correlación, los entornos escolares son foco de atropellos a menores de 14 años, al menos en Madrid, dando más argumentos a la Revuelta Escolar. Un análisis de los datos de siniestralidad del Ayuntamiento realizado para la web En bici por Madrid señala que uno de cada seis adolescentes que ha sufrido un atropello lo ha hecho en el entorno de un centro escolar. Dicho de otra manera, explican desde el portal, el 1% del viario (las calles comprendidas alrededor de los colegios e institutos) concentran el 17% de los accidentes con menores de 14 años implicados. “Se trata de la consecuencia lógica de concentrar maquinaria peligrosa y multitud de niños en un espacio reducido a las mismas horas”, valoran.
La contrapartida de esta estadística es que “restringiendo el tráfico en una parte pequeña del viario a unas horas muy concretas, el beneficio para la seguridad de los menores se multiplica exponencialmente”. Es lo que viene reivindicando Revuelta Escolar y, recuerda Fernández Heredia, es lo que dice la ordenanza municipal de Madrid en su artículo 10.
“Se protegerá especialmente a las personas menores de edad, a las de edad avanzada, a las personas dependientes, a las personas con discapacidad y a las personas con movilidad reducida, y se adoptarán en particular medidas de protección en cuanto al diseño viario, la señalización y el control de la disciplina viaria en los espacios y vías que éstas utilicen en torno a guarderías, colegios, centros de mayores, hospitales, centros de salud y otros servicios utilizados especialmente por las mismas”, dice el primer punto del citado artículo.
Heredia explica que en el colegio del centro de Madrid al que lleva a sus hijos, durante la pandemia se solicitó utilizar la acera de enfrente para ampliar el espacio en los alrededores y ganar espacio de seguridad. Tres solicitudes, tres negativas. “Se aprobó con el apoyo de todos los grupos, pero ha pasado un año y no se ha hecho nada”, lamenta. “Si no van a cumplir su propia ordenanza, que lo quiten de ahí”, pide mientras recuerda que la misma banda de aparcamiento que se les negaba a ellos sí se cedía a los bares para instalar terrazas.
Buenos ejemplos
Existen ejemplos de que pacificar entornos escolares es posible. En Gijón, explica Fernández Heredia, se han ampliado las zonas peatonales alrededor de muchos colegios. Pontevedra, ejemplo de ciudad peatonalizada, tiene varias rutas del conocido como camino escolar, una iniciativa para que los pequeños caminen hasta el cole (idealmente solos). Barcelona también ha anunciado que va a realizar 66 actuaciones este año para pacificar entornos escolares. También hay casos, anecdóticos, en Madrid.
Fuera de nuestras fronteras también hay ejemplos quizás más completos. En Londres, la versión británica de la revuelta escolar ha conseguido que casi 500 colegios prohíban llegar a ellos en coche con el beneplácito de las autoridades. El gesto ha supuesto una reducción del 23% de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en las zonas donde se encuentran las escuelas y sus alrededores.
En Madrid, lamenta Fernández Heredia, “hay una especie de indulto generalizado” para aparcar de cualquier manera en los alrededores de los colegios. “A nadie se le ocurre dejar el coche encima de la acera en ningún otro sitio, pero en los colegios sí”, explica mientras recuerda que cuando era gerente de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid, “la gente nos escribía pidiendo que se moviera la parada del autobús, que molestaba porque estaba justo en la puerta del colegio”.