El guardián de la ortodoxia y 12 cardenales más fracasan en su intento de boicot al Papa

“En nombre de la Iglesia quiero pedirles perdón por los escándalos que, en estos últimos tiempos, han acaecido en Roma y en el Vaticano. Les pido perdón”. En un gesto sin precedentes, el Papa Francisco se dirigió este miércoles a las decenas de miles de fieles que se agolpaban en la plaza de San Pedro para disculparse por la imagen dada por algunos obispos y cardenales reunidos en el Sínodo de la Familia.

El Papa hacía especial referencia al escándalo suscitado tras la filtración de una carta escrita por 13 cardenales, algunos de ellos especialmente relevantes, como el responsable de Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, el relator general del Sínodo, Peter Ërdo, o el cardenal de Milán (y quien disputó a Bergoglio los votos en el pasado cónclave), Angelo Scola. En la misiva se criticaba la metodología impuesta por Francisco y, de paso, algunas de las reformas que parecen abrirse paso gracias al impulso del Papa, como el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, el reconocimiento de las parejas de hecho o un cambio en las políticas de acogida a los homosexuales en la Iglesia.

El escrito se hizo público esta semana, aunque la misiva fue entregada en mano a Bergoglio el 5 de octubre, primer día del Sínodo. Su lectura explicaría la intervención por sorpresa al día siguiente del Papa Francisco, cuando tomó la palabra en el Sínodo e invitó a los 270 padres sinodales a evitar pensar que existen “complots” o “manipulaciones”. En su intervención, Bergoglio arremetió contra la “hermenéutica de la conspiración” e invitó a los obispos a tener “una plena confianza los unos en los otros, estar convencidos de lo que se expresa y que el proceso sinodal se celebra en plena libertad y expresión sincera de las propias opiniones”.

Profunda división en el Vaticano

Este nuevo episodio ha vuelto a demostrar la profunda división existente en la Iglesia católica ante la posibilidad de cambios en la doctrina, así como la existencia de dos facciones: una más aperturista, que aboga por una Iglesia “hospital de campaña”, y la minoría conservadora que continúa teniendo una gran influencia, especialmente en el interior de una Curia que, pese a los esfuerzos del Papa, sigue sin renovarse.

La filtración de la carta vino del vaticanista Sandro Magister, quien el pasado mes de junio perdió su acreditación ante la Santa Sede tras saltarse el embargo de la encíclica Laudato Si. Sin embargo, en esta ocasión, y según apuntan otros expertos en la Santa Sede, como Andrea Tornielli (vaticanista de La Stampa), la información ha producido el efecto contrario.

Nada más conocerse la carta, y después de la intervención papal, siete de los trece firmantes del escrito desmintieron su participación, o anunciaron la retirada de su firma. Scola, Ving-Trois, Erdo y Piacenza fueron los primeros. A ellos les siguió el australiano George Pell, actual 'ministro de Economía' del Vaticano, el sudafricano Napier o el venezolano Urosa. Únicamente el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, admitió haberla firmado.

Müller, el señalado

Quien ha quedado especialmente señalado es el cardenal alemán Gerhard Müller, máximo responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición), y que se ha mostrado radicalmente en contra a cualquier cambio en la doctrina católica para acercar a la Iglesia a divorciados vueltos a casar, parejas de hecho u homosexuales. Müller no ha querido confirmar ni desmentir su firma, aunque sí ha denunciado que “es un escándalo que se publique una misiva privada del pontífice. Esto es un nuevo Vatileaks (...). La intención de quien ha querido hacer pública esta carta es la de sembrar peleas y crear tensiones. Me parece claro”.

Otras fuentes aseguran que ha sido el entorno del propio Papa quien ha favorecido la filtración de la misiva, con el objetivo de desactivar a los más críticos y favorecer el “espíritu de cambio” en las discusiones sinodales. El Sínodo de la Familia concluye el próximo 24 de octubre, y sus conclusiones serán entregadas a Francisco, quien decidirá -pues es el único que tiene potestad real para hacerlo- si emite algún tipo de declaración ministerial -que debe ser obedecida- para modificar la doctrina en algunos aspectos clave, como pidieron la práctica totalidad de los católicos preguntados el pasado año, cuando el Papa encargó la mayor encuesta sobre la familia de la historia de la Iglesia.

Centenares de miles de respuestas llegaron hasta el Vaticano, que en los próximos meses podría tomar decisiones que se antojan históricas. Pese a los intentos, cada vez más evidentes, de los sectores ultraconservadores por evitarlas.