Una de las muchas preguntas todavía sin resolver sobre el SARS-CoV-2 es por qué algunos pacientes desarrollan cuadros más severos de la enfermedad y por qué esta parece cebarse con el personal sanitario. En España son casi 20.000 los profesionales infectados, un 13% del total de casos, de los cuales hasta el momento han fallecido 26.
Desde el comienzo de la pandemia se achacó este fenómeno a la 'carga viral', un término que se ha popularizado desde entonces y que hace referencia al número de virus medibles en una muestra extraída del paciente. Parece lógico pensar que una mayor concentración implica síntomas más graves: esto explicaría que los sanitarios, más expuestos, fueran especialmente sensibles. Sin embargo, los estudios publicados hasta la fecha no confirman esta idea que, además, muchos expertos rechazan.
El primer problema de la llamada carga viral es que no significa lo que parece a primera vista. “Incluso nosotros confundimos los conceptos, porque la carga no es viral sino de copias de ARN”, explica a eldiario.es el virólogo del Centro de Investigación en Sanidad Animal Miguel Ángel Jiménez-Clavero. El material genético detectado puede pertenecer a un virus 'vivo' –capaz de infectar– o a los restos de su 'cadáver', por lo que su número es “varios órdenes de magnitud superior” respecto al de microorganismos reales.
“La carga viral es un parámetro que se inventó con el VIH para medir la cantidad de virus que hay en el plasma sanguíneo”, asegura el virólogo y director emérito del Centro Nacional de Gripe de Valladolid, Raúl Ortiz de Lejarazu. “Hoy se usa en muchas enfermedades infecciosas de carácter crónico que requieren tratamiento, como la hepatitis B y C”.
Por desgracia, según Ortiz de Lejarazu, no es un parámetro “exacto” si hablamos de secreciones respiratorias. “El plasma sanguíneo es un compartimento estanco, no puedes modificar la concentración en un momento dado, pero las secreciones a veces se eliminan y a veces se acumulan, por lo que es menos preciso”.
Es por eso que el virólogo del Imperial College de Londres (Reino Unido) Richard Tedder prefiere hablar de “diseminación viral” (del inglés, viral shedding), que hace referencia a la emisión de partículas contagiosas por parte de un infectado, y prefiere reservar la carga viral para enfermedades como el sida.
Este debate no responde a la pregunta: si un médico está en contacto continuo con pacientes de COVID-19 ¿puede desarrollar síntomas más graves por la 'acumulación' de virus? “Es improbable que dosis más altas recibidas por la exposición a múltiples infectados marquen una gran diferencia en el transcurso de la enfermedad o el resultado”, comenta el virólogo del Imperial College de Londres Michael Skinner.
Los estudios sobre SARS-CoV-2 publicados hasta la fecha –muchos de ellos prepublicaciones– no se ponen de acuerdo. Por ejemplo, un análisis de muestras nasales de más de 5.000 infectados de Lombardía (Italia) no halló diferencias en la carga viral de pacientes sintomáticos y asintomáticos. Otro, con 94 pacientes chinos y muestras de la garganta, tampoco pudo relacionar este parámetro con la gravedad de la enfermedad.
Sin embargo, un breve artículo de correspondencia publicado en The Lancet afirma lo contrario. En este caso, las muestras nasofaríngeas de 76 pacientes chinos sí mostraron una conexión entre la carga viral y la gravedad de la enfermedad.
La importancia de la dosis inicial
La carga viral no debe confundirse con otro concepto: la dosis infectante. Este hace referencia al número mínimo de virus necesarios para desarrollar la enfermedad. De momento, se desconoce para el SARS-CoV-2 por la dificultad ética de llevar a cabo un estudio en el que se inocule a pacientes con diferentes cantidades del coronavirus.
Entonces, ¿una mayor dosis inicial sí se traduciría en cuadros clínicos más graves? Ortiz de Lejarazu no lo cree así. “Si coges cinco [dosis infectantes] te infectarás seguro, pero otra cosa es la gravedad. Cuando te infectas, a los tres días ya produces millones de dosis infectantes”.
Esta tesis es apoyada por un trabajo publicado en 2015 con voluntarios inoculados con virus de la gripe A, cuyos síntomas no empeoraban conforme se aumentaba la dosis. Sin embargo, si miramos otros coronavirus como el responsable del SARS, una carga viral inicial alta sí está asociada con una menor supervivencia en pacientes.
Skinner cree que sí es “preocupante” que una persona reciba una “enorme” dosis inicial, porque el microorganismo recibiría “un gran salto inicial que llevaría a una enorme respuesta inmunitaria que tendría problemas para controlar el virus y provocaría gran inflamación y una tormenta de citoquinas”.
Al mismo tiempo, el investigador considera que sería “raro” que alguien recibiera semejante dosis “de golpe”. Sí sugiere que esta situación puede haberse dado en China en sanitarios “durante intervenciones de pacientes que no se sabía infectados”, como lobectomías de pulmón, antes de que se conocieran los riesgos. Esto habría contribuido a las muertes de médicos en Wuhan.
Las condiciones de trabajo afectan al sistema inmune
Para Ortiz de Lejarazu el término “carga viral” tiene un “gran atractivo periodístico”, pero “son las condiciones de trabajo” las responsables de que haya tantos sanitarios infectados. “Trabajar cuatro horas con un equipo de protección individual es horroroso, sé de gente que se lo tiene que quitar para hacer una reanimación cardíaca porque no puede hacerla forrado de tela”. Además, denuncia la mala calidad de muchos de estos equipos.
“[Los sanitarios] están en ambientes muy contaminados y tienen una altísima probabilidad de exponerse a una dosis infectante, no hay que darle más vueltas”, añade el virólogo. En su opinión, el porcentaje aparentemente mayor de casos severos entre médicos, incluso en algunos jóvenes y sin patologías previas, refleja el gran número de infectados existentes entre estos profesionales. “Esos 20.000 [positivos] tienen el test hecho, ¿pero cuántos hay asintomáticos? No se han hecho bastantes pruebas”.
La investigadora de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) Sarah Caddy va un paso más allá en un artículo publicado esta semana en The Conversation: “Es importante tener en cuenta que la cantidad de virus necesarios para causar una infección es solo una parte de la historia. Cómo responde el cuerpo es también crítico”.
Caddy señala que factores como el “estrés extremo”, la “extenuación” y la “falta de sueño” a los que están sometidos los sanitarios podrían jugar un papel en esa respuesta inmune. A pesar de las muchas incógnitas existentes respecto al SARS-CoV-2, “podemos especular que la respuesta inmune de trabajadores que han trabajado severamente en exceso no será óptima en comparación con la de gente relajada en casa”. Por eso, con más motivo, deben minimizar su exposición al coronavirus.