Cáritas atiende un 25% más de personas sin hogar, muchas de ellas mujeres víctimas de violencia y ex menores tutelados
Son más de 40.000 en toda España. Viven en la calle, y han vivido en la calle durante la primera ola del coronavirus. Cuando las autoridades nos conminan a permanecer en casa, ¿qué ocurre con los que no tienen un hogar? Este es el eje del informe Las personas en situación de sin hogar acompañadas por Cáritas. Contexto en 2019 y durante el estado de alarma y la COVID-19, presentado hoy por Cáritas Española, y que apunta cómo la cifra oficial de personas sin hogar (33.000), que data de 2015, ha quedado completamente desfasada.
En el último año, solo la red de Cáritas atendió a 39.483 personas. Con un perfil claro: varón de entre 45 y 64 años, y de nacionalidad española (el 53,5%), aunque cada vez es mayor el número de mujeres que forman parte del sinhogarismo.
Así, 7.100 mujeres viven sin techo o sin vivienda, muchas de las cuales se ven en la calle tras haber sufrido violencia. Más de mil niños, niñas y adolescentes viven en familias sin vivienda habitual; y otros 7.300 jóvenes entre 18 y 29 años (dos de cada diez personas sin hogar), muchos de ellos jóvenes ex tutelados que salen de los centros de menores sin un alojamiento alternativo, han visto que su destino es la calle. Otros 2.000 mayores de 65 años son acompañados por Cáritas, porque no tienen un hogar. Un perfil de “extrema fragilidad”, denuncia la institución. Un porcentaje menor, pero igualmente importante, lo forman quienes sufren un trastorno de salud mental o determinadas adiciones que les hacen terminar en la calle.
El coronavirus en los sintecho
¿Cómo ha impactado la Covid-19 en la personas sin hogar? En primer lugar, el incremento en la necesidad de plazas en un 25%. “El coronavirus –ha subrayado Thomas Ubrich, técnico del Equipo de Estudios y coordinador de la investigación— ha puesto en primera línea la dificultad para el acceso a una vivienda digna y revelado la especial fragilidad de estas personas y la importancia de ese espacio de protección que es el hogar. Esta crisis nos ha hecho conscientes que no podemos vivir sin hogar: necesitamos independencia, de un hogar nuestro, no compartido, seguro y confortable”. “La vivienda es más que nunca un elemento central de la vida, y en particular frente al coronavirus”, subrayó.
“Son decenas de miles de personas que sufren”, subrayó la secretaria general de Cáritas, Natalia Peiro. “Estamos ante la segunda ola, a la que se suma la llegada de la ola de frío, que hay que abordar de manera diferente”, incidió. “Sabemos que la vivienda es un factor de seguridad imprescindible para todos, y por eso esperamos tener la oportunidad de construir una nueva realidad de manera conjunta, en la que nadie sin hogar sea posible”, recalcó la responsable de Cáritas.
Recursos al borde de la saturación
Los rebrotes de contagio y las nuevas medidas de confinamiento afectan especialmente a los más vulnerables. De ahí la advertencia lanzada por Ubrich de que en esta segunda ola “nuestros recursos están al borde de la saturación, a punto de desbordar nuestra capacidad para responder a las necesidades de las personas sin hogar”. “Necesitamos urgentemente de nuevas medidas —ha asegurado—, también a largo plazo ante la complejidad de la situación, así como mantener y consolidar las plazas nuevamente creadas, pero, sobre todo, avanzar hacia soluciones permanentes. No podemos olvidar que la vivienda es la primera barrera de protección para preservar la salud, la vida y la dignidad”.
“No podemos permitirnos, como sociedad, que esto se vuelva a repetir”, clamó Enrique Domínguez, técnico del Equipo de Inclusión y responsable de Personas sin Hogar, quien reclamó “alojamientos de continuidad y alternativas de alojamiento para todas las personas que llegaron a los dispositivos provisionales durante la pandemia y que, a fecha de hoy, han desaparecido en su mayoría”.
“Se habilitaron espacios de emergencia, pero la realidad es que esos no son espacios adecuados. Hablamos de niños y niñas, familias, de personas solas... Es necesario abordar soluciones a largo plazo, que respondan a la diversidad de las personas y de su autonomía”, concluyó Natalia Peiro.
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