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ENTREVISTA
Futura presidenta del Consejo de Estado

Carmen Calvo: “No soy tránsfoba, que es la palabra que les encanta a algunos para ya no debatir nada”

Carmen Calvo en el Ateneo de Madrid.

Ana Requena Aguilar

18 de febrero de 2024 21:56 h

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En la misma semana en que Carmen Calvo (Córdoba, 1957) ha publicado su libro Nosotras. El feminismo en la democracia (Planeta), el Gobierno la elegía como nueva presidenta del Consejo de Estado. A sus espaldas, una larga carrera política y, también, una militancia feminista. Ambas cosas, cuenta en el libro, no siempre han sido fáciles de combinar. La que fuera vicepresidenta primera del Gobierno de coalición mantuvo una tensión soterrada con el Ministerio de Igualdad de Irene Montero. Calvo, muy crítica con la ley trans, rompió, ya como diputada, la disciplina de voto de su partido para no avalarla. En Nosotras deja constancia de sus planteamientos feministas y hace un repaso al pasado y al presente.

Destaca en el libro la pluralidad de posiciones en el feminismo, la existencia siempre de controversias y diferencias. Sin embargo, en los últimos años parece que se ha agudizado esto de dar y quitar carnés de feminismo y de señalar a las que no piensan igual. ¿Debilita eso al feminismo?

Parto de dos premisas. Una, el feminismo es la lucha que abarca todos los órdenes de la vida, puesto que en todo hemos sido las mujeres subordinadas, y aunque no todas las mujeres participen de él, su lucha es para todas. Nada parecido hay a la envergadura que tiene el feminismo desde el punto de vista político, social e histórico. Eso debería de impedirle a nadie dar carnets de feminismo. Otra cosa diferente es que el feminismo que nace de la idea de la igualdad, de la idea de la ciudadanía, de la idea de la libertad y de la democracia, sí que tenga unos parámetros teóricos y prácticos que no puedan ser sometidos a ningún tipo ni de confusión ni de comodín que valga para cualquier cosa.

En una democracia sería terrible que nos prohibieran algo, pero quieren el siguiente paso, decir 'a lo mejor ya se están pasando', que es lo que piensan los varones de ultraderecha

En ese sentido, el feminismo del que yo vengo es el que tiene que seguir construyendo la democracia, el que tiene que seguir escuchando a las mujeres como ciudadanas, respetando la agenda que nosotras también queremos sacar y, naturalmente, sabiendo que somos diversas por raza, por religión, por ideas. Pero también afirmo que el feminismo es la lucha de las mujeres y que proviene del campo progresista. La prueba más evidente es que en este momento es negado y combatido por el neofascismo. Le sale también contestación por otro sitio, por una vía posmoderna, esto que llamamos el mundo queer. Pero en feminismo, como en política, hay que hacerse siempre la misma pregunta ante cualquier cosa controvertida o discutible: ¿A quién beneficia? Muchas de todas estas cuestiones benefician a los hombres.

Esa reacción antifeminista que ha crecido, no solo en España, y de la que a veces se culpa al propio feminismo, ¿era inevitable?

Cuanto más avanzas, más resistencia encuentras en las fuerzas de reaccionarias. Cuando éramos cuatro inocuas que no hacíamos ningún daño, pues todo estaba muy bien, hasta que hace diez años todo el mundo se hizo feminista. En una democracia sería terrible que nos prohibieran algo, pero quieren el siguiente paso, decir 'a lo mejor ya se están pasando', que es lo que piensan los varones de ultraderecha, jóvenes españoles que están perdiendo privilegios porque ya no les vamos a reír la gracia de que se vayan de prostitutas, o cuando acosan a una mujer. Entonces eso forma parte de lo previsible, de lo que no podemos admitir, evidentemente, pero de lo previsible.

Esto que llama la contestación posmoderna, el mundo queer, o doctrina queer, como la califica en el libro, y que está también habitada y alimentada por muchas feministas desde la teoría y desde la práctica, ¿le parece equiparable a la contestación de la extrema derecha?

Son contestaciones distintas. La contestación de la ultraderecha es una contestación absolutamente fácil de desentrañar, es clásica. No aceptamos la democracia, por lo tanto no aceptamos que las mujeres sean iguales que los hombres en derechos y en oportunidades. Nos parece que el mundo tradicional y ordenado se derrumba por culpa de ellas, porque quieren cosas que no deben. La otra es más difícil de desentrañar porque al ser nueva, al proponer cosas en parte nuevas, te cuesta mucho más trabajo saber lo que hay detrás. Y lo que hay detrás, en términos generales, repito, es un beneficio importante de los varones.

Pero los estudios queer y el movimiento queer no son nuevos, llevan décadas.

Lo que quiero decir es que la contestación del fascismo es desde que el mundo es mundo.

¿Cuáles son esos beneficios que obtendrían los hombres?

Por ejemplo, en el feminismo en el que yo estoy no podemos aceptar de ninguna manera la regulación de la prostitución porque para nosotras eso forma parte de la integridad de nuestros cuerpos, de no considerarnos mercancías, de no tener un portillo abierto a lo que no es un trabajo. Pero curiosamente las alianzas que se producen en el regulacionismo vienen de ahí. Las prostitutas no han tenido prestigio, no han tenido poder, han sido las marginadas de todas las sociedades de todos los tiempos.

Hay que hacer una ley abolicionista, un plan social con recursos económicos para darles a estas mujeres una salida a trabajos normalizados y protección para sus hijos

¿Y darles derechos no sería una manera de darles algo de ese prestigio o poder que les ha faltado?

Lo que hay que hacer es una ley abolicionista, un plan social con recursos económicos para darles a estas mujeres una salida a trabajos normalizados, y protección para sus hijos. Lo que no se puede hacer es una ley abolicionista para decirles a estas mujeres 'os quedáis abandonadas'.

¿Esa ley abolicionista debería incluir una reforma de la ley de extranjería?

Evidentemente, sabemos que vienen mujeres extranjeras, algunas traficadas en la trata, secuestradas, otras engañadas.

Dice en el libro que la 'doctrina queer' apuntala el patriarcado, pero también: “Naces mujer y te construyen. Lo que nosotras queremos es que no nos construyan, que cada una y uno se encargue de construirse en su proyecto de libertad”. ¿No es esa una premisa muy parecida a la que puede defender la teoría queer?

La teoría queer lo que quiere es utilizar el género y lo que nosotras queremos es que el género no exista, que no te construya, que no te construyan en ninguna casilla colectiva. La teoría y la doctrina queer lo que quieren es casillas colectivas: me siento a, me siento b, me siento c. Yo lo que quiero es que cada quien construya su vida sin ninguna casilla colectiva. Yo no quiero que me construyan, no quiero estar en ninguna casilla. Ya tengo casillas que no puedo evitar: ya sé que nazco blanca, en España, con el contexto cultural de este país... Los derechos en democracia, además, son decisiones jurídicas, no son tampoco cuestiones que tú puedas coger de manera aleatoria.

Tengo mucha preocupación por los menores que están en situaciones muy complicadas para ellos acerca de su identidad. Siento empatía absoluta con ellos, con sus familias y con las personas que los pueden rodear y ayudar

En el libro afirma que las mujeres “somos el gran plural de la historia humana” y su libro se llama precisamente Nosotras. ¿Incluye ese pronombre y ese título a las mujeres trans?

Ese plural incluye la historia de las mujeres hasta aquí y lo que hemos hecho hasta aquí, incluye las necesidades que tenemos ahora mismo, incluye lo que nos pasa y lo que nos ha pasado a lo largo de la Historia, que nos han violado en las guerras, que hemos muerto en los partos, que hemos sido subordinadas por ser mujeres y prohibidas las profesiones, las escuelas, las universidades... y que a esa igualdad del 'nosotras' le queda mucho por rematar. A mí me sorprende cuando nos queda tanto –estamos hablando de los matrimonios forzados de las niñas con diez años, la ablación del clítoris, las noticias terribles que salen de todas las guerras y las violaciones– como para que andemos cuestionando semejante cosa.

Pero entonces, ¿incluye a las mujeres trans y sus vivencias?

Es que eso es lo que yo digo en ese libro y no digo más. Las leyes de mi país existen y cuando me tuve que posicionar lo hice pública y transparentemente. Tengo mucha preocupación por los menores que están en situaciones muy complicadas para ellos acerca de su identidad. Siento empatía absoluta con ellos, con sus familias y con las personas que los pueden rodear y ayudar. No soy tránsfoba, que es la palabra que les encanta a algunos para ya no debatir nada. Es como una especie de candado que ponen y ya está, ya no te tengo que explicar más nada ni te tengo que escuchar. Como me preocupa mucho la infancia, consideré que esa ley en ese aspecto tenía que haber sido de otra manera y, además, lo dije.

¿Cómo cree que debería haber sido esa ley, qué le falta o qué le sobra?

No voy a entrar en eso. No me voy a colocar en el nivel 27 cuando yo estoy todavía peleando por el nivel cinco. Yo estoy en el nivel de una ley abolicionista, de la brecha salarial, de las pensiones de las mujeres, de que las familias monoparentales son las más pobres. No me van a llevar a otro sitio porque no quiero.

Pero en el libro sí que abarca otros temas además de estos en los que cree que deberíamos avanzar más, por ejemplo, en lo que tiene que ver con las parejas heterosexuales y cómo se entiende la convivencia...

Es que yo me niego a que el grueso del debate esté en lugares donde la inmensa mayoría de las mujeres no avanzamos. Por eso nace este libro, porque pienso que las mujeres tenemos que seguir avanzando en cosas todavía muy básicas, tan básicas como que hay más violencia, como que no la atajamos. Eso no les interesa a los que están en otros debates, no los veo nunca pronunciarse sobre esto.

¿Quién no se pronuncia sobre la violencia, por ejemplo?

Mucha gente. Y sin embargo ahí lo que hay es muerte, asesinatos.

Me niego a que el grueso del debate esté en lugares donde la inmensa mayoría de las mujeres no avanzamos

Menciona la preocupación por los menores, pero la ley trans justo les evita la hormonación o el tratamiento obligatorio.

Este libro está ubicado donde las mujeres no avanzamos más rápido o en temas que ya deberían de ser clamorosos. Es clamoroso el parón que hemos tenido en la lucha contra la violencia, porque si no, las cifras no serían las que son. La ministra actual está en este momento viendo cómo se están utilizando los fondos de las comunidades autónomas. ¿Por qué no hemos avanzado más en esa materia, que es la más importante?

¿Su salida del Gobierno tuvo que ver con la aprobación de la ley trans?

No, lo digo y lo repito. Yo salgo del Gobierno por razones que solo conocemos el presidente y yo.

¿Sí intentó cambiar la norma desde dentro del Ejecutivo?

Sí, y la del 'sí es sí' también, eso es público y notorio. Pero mi salida del Gobierno no tiene nada que ver con eso. Yo salgo con otro grupo de gente por un cambio de estrategia de Pedro.

Dice en el libro que se entiende bien políticamente con Pedro Sánchez. ¿Qué falló en este caso? ¿No se entendieron? ¿Él defendía otra posición?

Voy al Consejo de Estado porque él quiere. Si él pensara otra cosa, yo no estaría ahí sentada. Encabezaba también una lista electoral en una provincia porque él quería. Pero estas leyes dependían de un ministerio que se tenía que hacer responsable de lo que decidían y ya está. Es como tantas veces le he dicho a algún ministro 'yo esto no lo veo' o 'esto lo cambiaría', 'yo haría esto'... les daba mi criterio y a veces lo cambiaban y otras lo mantenían. Al fin y al cabo, la tarea de coordinación de una vicepresidenta no es hacerlo ella todo, ni que su criterio se imponga. El único criterio que en último momento se puede imponer es el del presidente, que es el responsable de todo ese órgano.

Intenté cambiar la ley trans y la del 'sí es sí' también, eso es público y notorio. Pero mi salida del Gobierno no tiene nada que ver con eso

Mi papel en la Oficina de Calidad Normativa era advertir problemas técnicos y en otros casos yo también advertía apuntes políticos. A los apuntes técnicos hay que hacer caso porque, si no, no llevamos las leyes bien. Yo hice objeciones a muchas leyes, pero el responsable de sus leyes era el ministerio, no yo.

¿Hizo advertencias sobre las rebajas de condenas en la la ley del 'sí es sí'?

El Ministerio de Justicia y yo hicimos advertencias sobre estas leyes, pero otro ministerio era el responsable. No se podía hacer más si él era responsable y entendía que había que hacerlo así, también había que respetarlo. Y después, como yo en política lo que tengo que decir y decido decir lo digo muy claramente, dije 'esto es un problema, esto hay que arreglarlo, hay que reconocerlo ya y hay que pedirle al PP que nos ayude'. Yo fui la primera que lo dije. Y se hizo y se tuvo que hacer. Era una ley que hacía falta hacerla, era importante jurídicamente el consentimiento. Yo no tenía ninguna frontalidad contra esa ley, yo tenía objeciones a algunas cuestiones que luego se han visto.

Ha dicho antes que ha habido un vacío clamoroso en la lucha de la violencia de género, ¿pero no es esta ley justo una apuesta por luchar y prevenir la violencia machista? También se renovó el pacto de Estado contra la violencia y se han ido cumpliendo un porcentaje alto de sus medidas.

Pero considero que el eje central de la política de igualdad, mientras que haya asesinatos y tanto índice de violencia, tiene que ser este y no lo ha sido. Es verdad que no hace falta hacer una sola cosa, que un ministro o una ministra tiene que hacer varias cosas, pero el eje central tiene que ser ese, el mensaje tiene que ser ese y la lucha tiene que ser esa.

Habla también en el libro de cómo una parte importante del movimiento feminista veía al PSOE como su instrumento político. La política de partidos cambió, apareció entre otros Podemos, que también ha tenido un eje feminista y que ha llegado a las administraciones. Quizá hubo quien pasó a mirar ahí para ver su instrumento político feminista. ¿Puede ser ese el origen de algunas disputas políticas y feministas de los últimos años?

Yo siempre dije que había que pactar con Podemos porque había que formar gobierno. Lo tenía absolutamente claro, no puede encontrar nadie ninguna idea contraria a esa. Pero también dije que éramos dos partidos distintos y que teníamos, evidentemente, muchas cuestiones y posiciones diferentes. El feminismo nunca ha sido hegemónico de nada. Vengo de una tradición de colaborar con mujeres que venían del trotskismo, del Partido Comunista, así que tampoco es una novedad esta. Hay posiciones que nosotros no las mantenemos y hay una parte muy importante de ese campo de la izquierda que es regulacionista y mi partido no lo es.

¿Le quedó pendiente poder impulsar la ley abolicionista cuando estuvo en el Gobierno?

El tiempo que fui ministra de Igualdad fue un año y medio y pude sacar adelante muchas cosas que consideraba que en ese momento eran más fáciles de sacar por los apoyos que podían tener. Tanteé el terreno de una posición abolicionista con el Partido Popular. Al principio encontré lo de 'no nos metemos ahí', pero últimamente lo que he hablado con algunas mujeres del Partido Popular es que estarían dispuestas. Las cosas también las sacas cuando ves que tienes apoyo.

El eje central de la política de igualdad, mientras que haya asesinatos y tanto índice de violencia, tiene que ser este y no lo ha sido

Muestra en el libro su preocupación por la sexualidad de las jóvenes, señala que hay chicas jóvenes que están asumiendo prácticas que no asumían generaciones anteriores. ¿Qué cree concretamente que se está haciendo ahora que no se hacía antes y que hace que vivamos, apunta en el libro, un retroceso?

Están asumiendo el rol de la hegemonía y preponderancia del modelo de sexualidad del patriarcado y que fundamentalmente son los intereses de los varones. Esto es lo que pone de manifiesto el grueso de la pornografía. Vamos a entrar en ese tema ya políticamente. Eso que los chicos ven y con lo que se socializan piensan que es la normalidad. Yo digo que falta educación sexual. Hace 30 años había programas de televisión y ahora parece que llevamos unas décadas como que esto no existiera, que no hay que hablar de esto.

Para terminar, ¿qué le parece el nombramiento de Ana Redondo como ministra de Igualdad?

Dije que era la segunda mujer de España más contenta porque hubiéramos recuperado el Ministerio. Me parece que de momento la ministra está metiéndose a ver qué pasa con el pacto, cómo reforzarlo y desarrollarlo, y me parece que es una magnífica decisión, porque aquí lo más importante es que no nos asesinen. Lo más importante es que no haya violencia, que nuestra libertad sexual esté a salvo. Eso no quita para que estemos hablando de iguales salarios y de muchas cosas más, pero lo que no podemos es desenfocar de ahí para hablar de otras cosas. Eso es lo que yo nunca podré entender, a menos que ya estés en un lugar en el que no te duela la chica a la que le han pegado esta noche un tiro en la mano.

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