Se esperaba un gesto de Francisco que, de alguna manera, lo desmarcase de la polémica nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe que prohíbe la bendición a las parejas homosexuales, y ese gesto ha llegado con formato epistolar. Una carta histórica, ya que es la primera vez que, por escrito, el Papa de Roma bendice el 'ministerio' de los curas que trabajan con las comunidades creyentes LGBTIQ.
En una carta dirigida al jesuita James Martin, el principal impulsor de una pastoral inclusiva que defiende la bendición a parejas del mismo sexo, así como una nueva concepción de la sexualidad y el pecado, Francisco la agradeció ser “un sacerdote para todos y todas, como Dios es un padre para todos y todas”.
“El estilo de Dios tiene tres rasgos: cercanía, compasión y ternura”, escribe el Papa, quien reivindica el “trabajo pastoral” de Martin, a la vez que agradece al jesuita su “capacidad de estar cerca de la gente, con esa cercanía que tenía Jesús y que refleja la cercanía de Dios.”
“Rezo por tus fieles, por todos aquellos que el Señor ha puesto a tu lado para que los cuides, los protejas y los hagas crecer en el amor de nuestro Señor Jesucristo”, finaliza la carta papal, que se da de bruces con la nota oficial publicada hace ahora dos meses por la Congregación para la Doctrina de la Fe en la cerraba la puerta a la bendición de parejas homosexuales, porque “la Iglesia no bendice ni puede bendecir el pecado”.
Doctrina de la Fe y las bendiciones prohibidas
El escrito, que no fue firmado por Bergoglio pero sí contaba con su aprobación (o, al menos, con su conocimiento), supuso un jarro de agua fría a las aspiraciones de los colectivos LGTBI cristianos, que esperaban que con este Pontífice se abriera definitivamente la puerta a la igualdad de derechos en la Iglesia.
“La bendición de las uniones homosexuales no puede ser considerada lícita”, señalaba la nota, que apuntaba que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”. Bergoglio se mostró “muy preocupado” por el daño causado a los colectivos LGTBI cristianos tras el 'No' de la Congregación a la Doctrina de la Fe a la bendición de las parejas homosexuales, y por no haber medido las consecuencias de haber dado su aprobación a la publicación del texto.
De hecho, pocos días después, el Papa arremetía contra los que sembraban “condenas teóricas” a todo el que se salía de la supuesta norma, e invitaba a evitar “las pretensiones de legalismo o moralismo clericales”. Posteriormente, la Santa Sede no hizo ningún comentario, ni prohibió el movimiento de buena parte de la Iglesia alemana, que el 10 de mayo pasado convocó una macrobendición de parejas del mismo sexo en templos católicos. El 'cisma gay' en la Iglesia alemana tuvo incluso curiosas repercusiones en España, donde el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, convocó una “cadena de oración y ayuno” contra la macrobendición. A los pocos días, Francisco nombraba a Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima y homosexual declarado, miembro de la Comisión Antipederastia. Este mismo jueves, Bergoglio volvía a recibir a Cruz, a quien en su día ya le dijo, ante su pregunta sobre si podría recibir la bendición siendo gay: “Sabes, Juan Carlos, eso no importa (...). Dios te hizo así. Dios te ama así y debes amarte y no preocuparte de lo que dice la gente”.
El Vaticano, España y la transfobia
La carta a James Martin supone, en todo caso, un hito, pues es la primera vez que el mismísimo Papa de Roma habla de “ministerio” a la hora de hablar de pastoral LGTBIQ, respaldando públicamente al religioso norteamericano, blanco de las iras de los sectores ultraconservadores por su defensa de la igualdad de derechos de los católicos en la Iglesia, independientemente de su condición sexual.
Con todo, la polémica arrastra al Vaticano a un continuo tira y afloja en lo tocante a la homosexualidad. Así, la pasada semana, el ministro de Exteriores de la Santa Sede, Paul Richard Gallagher, enviaba una nota formal de protesta ante la próxima aprobación de la ley contra la Homofobia y la Transfobia en Italia, al considerar que podría “violar el Concordato” suscrito en tiempos de Mussolini (1929) y que consagra las relaciones entre Iglesia y Estado en el país transalpino.
La situación llegó a tal punto que el primer ministro italiano, el católico Mario Draghi, fue tajante esta semana pasada al recordar a la Santa Sede que Italia es un “Estado laico, no confesional”, lo que motivó que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, tratara de explicar que no era la intención entrometerse en asuntos italianos, sino “aclarar” las dificultades que algunos aspectos de la ley podrían tener en los centros de educación católica. Por muchas cartas o reflexiones aperturistas de Bergoglio, la Iglesia católica en su conjunto (y la española no es una excepción) tiene un problema, y muy serio, con la diversidad sexual.
Toda la información en www.religiondigital.org