El aeropuerto de Barajas ha protagonizado titulares este verano, pero no precisamente por las aglomeraciones de turistas de otros años. El gobierno de la Comunidad de Madrid, con Isabel Díaz Ayuso (PP) e Ignacio Aguado (Ciudadanos) a la cabeza, ha empleado el espacio de mayor intercambio de viajeros internacionales de España para acusar de dejación de funciones al Gobierno central, llegando a asegurar que es un “coladero” de infectados de COVID-19. Los datos dicen otra cosa: en toda España, hasta el 24 de agosto y desde el 11 de mayo, mes y medio antes de que se abrieran las fronteras y según datos que recaba el Ministerio de Sanidad a partir de las comunidades autónomas, se han detectado 1.370 casos importados, llegados por avión y por otros medios. En la Comunidad de Madrid, 136. El total de nuevos contagios en España desde el 25 de mayo, jornada en la que el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias cambió el sistema de notificación y volvió imposible comparar con cifras más atrás en el tiempo, es de 194.107. En Madrid, 47.227.
Los aeropuertos españoles han tenido complicado ser estos meses un “coladero” de casos porque apenas han llegado turistas ni visitantes. Solo han podido llegar personas procedentes del espacio Schengen, de los 12 terceros países a los que toda la Unión Europea dio luz verde porque su situación epidemiológica era favorable y de vuelos especiales –repatriaciones o de carácter comercial, excepcionales– limitados a ciudadanos europeos. En julio de 2020, ya con las fronteras abiertas, llegaron a Barajas algo más de 990.000 pasajeros procedentes del extranjero, según datos que proporciona Aena. Fue el segundo aeropuerto que más visitantes recibió, tras Palma, que hizo lo propio con 1.102.854. Los de Barajas son casi cinco veces menos de los que llegaron al mismo sitio en febrero, una proporción completamente anómala, y siete veces menos que los que lo hicieron en julio de 2019. La entidad no dispone todavía de datos de agosto por cerrarlos a mes completado.
El Ministerio de Sanidad estableció en junio un protocolo para todos aquellos viajeros procedentes del extranjero que pisasen España procedentes de vuelos. Eran tres procesos: un formulario electrónico, que tenía que rellenar el pasajero sobre antecedentes de salud y que servía para localizar su ubicación en el vuelo en el caso de ser necesario un rastreo; un control visual, por si a simple vista se detectasen síntomas; y una toma de temperatura, con pistolas o cámaras de las que en muchos casos el usuario no se percata. No se hacía así con viajeros internos, por ejemplo, de Madrid a Baleares, o de Oviedo a Málaga, ya que las fronteras internas no están cerradas en estos momentos y tampoco se hacen controles por tierra.
Con ese sistema, a las personas asintomática que se han escapado a los técnicos de aeropuertos se las ha detectado más tarde con síntomas y están dentro de los 1.370 que se han registrado como importados. La supervisión es responsabilidad de Sanidad Exterior, un cuerpo dependiente al 100% del Ministerio e infradotado, según los sindicatos: solo tiene en toda España algo más de 100 efectivos. Desde el 1 de julio tuvieron el apoyo de personal de Aena, gestora de la red de 46 aeropuertos, que a su vez licitó un contrato con Quirónprevención y otro con Interserve, de 8,9 y de 10,8 millones, respectivamente.
Dos meses después de que se reabrieran las fronteras, Mar Faraco, representante del sindicato AMSE que reúne a profesionales de Sanidad Exterior y es muy crítico con las necesidades del cuerpo, cuenta que, aunque los últimos días de junio, aún sin personal de refuerzo, y los primeros de julio se acumuló el trabajo, “el sistema se ha ido engrasando progresivamente”. Han tenido carga en aeropuertos, aunque casi se ha complicado más en puertos: “Han venido barcos con situaciones muy difíciles, gente conviviendo muchos días, mercancías de mucho coste… en muchos sitios ha dado más la lata”. Sobre el protocolo en aeropuertos, en su opinión, a pie de pista y en contacto con otros colegas, lo único realmente útil ha sido el formulario electrónico: “Cuando alguien da positivo y reporta haber viajado a España desde el extranjero, el epidemiólogo de zona tiene que contactarnos y ver quién ha sido contacto en el vuelo. Sin el formulario, el proceso requeriría de las compañías, podría haber problemas con la ley de protección de datos… ha agilizado mucho el sistema”.
Las PCR son inviables
Aunque entre enero y febrero el virus llegó a España, y a todos los sitios a excepción de su origen (Wuhan, China) importado, la situación es muy distinta pasada la primera ola. Según Mar Faraco, los algo más de 300 casos es un número “ridículo” en comparación con todos los contagios que ya suma España. Y no es que se hayan escapado, sino que eran indetectables: “Se han activado los protocolos por fiebre, pero la cantidad de personas a las que se indicó PCR y resultó positiva ha sido anecdótica”.
Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) y asesor epidemiológico en el Gobierno de la Comunidad Valenciana, dice algo muy parecido a tenor de los datos que han ido manejando: “Se puede afirmar que la importación de casos ha sido de una proporción muy baja”. “La cuantificación que se hace es más bien anecdótica que una categoría. Es decir, hay datos sobre que muchos han venido de América, pero no se puede ni siquiera hacer una clasificación como sí se ha hecho entre brotes por ocio nocturno, laborales… la magnitud en términos absolutos no es suficiente como para monitorizarlo”.
Hernández lo achaca a varios factores. “Al inicio del periodo turístico, las tasas de incidencia en Europa, de donde más venían, eran bajísimas. Incluida España. En España han subido antes, pero es ahora cuando empiezan a incrementar en otros países”. Además, “los grandes proveedores de turismo se han cortado casi antes de agotar el verano. Las cuarentenas a alemanes, a británicos… han hecho que vengan muchos menos de lo esperado”. Y entre los que han venido, además, “han tenido una interacción mucho menos 'en masa”.
Entre dos y cuatro días después de llegar
En la práctica, para que las autoridades hayan considerado un caso “importado”, en el rastreo de contactos se ha considerado aproximadamente hasta entre dos y cuatro días después de haber pisado España. Puede ser hasta siete, indican en SESPAS, pero a partir de cuatro, lo más probable es que la persona se haya contagiado ya en nuestro país.
¿Se podrían hacer PCR para detectar a personas asintomáticas o presintomáticas antes de que pasen esos dos días y que los pocos que se escapan, no se escapen? Aunque algunos dirigentes han insistido en ello, los expertos desaconsejan esas pruebas en destino de manera casi unánime, entre otros motivos, por la cantidad de falsos positivos que generan. Además, “las PCR nos ofrecen una imagen exclusiva del momento”, y nadie puede asegurar que un negativo hoy no sea un positivo mañana y eso puede ser “problemático” para el seguimiento de los turistas y para su propio autocontrol, decía Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). Según Sanidad, España no tenía capacidad para hacer todas esas PCR si quería recibir turistas este verano.
Mar Faraco apunta igual a que la infraestructura requerida sería exagerada: “Hay demasiadas cosas en las que gastarse el dinero y no creo que la prioridad sea ese tipo de control”. Hay expertos, y así lo refleja también un documento del Centro Europeo para la Prevención de Enfermedades, que se abren algo más a las PCR en origen, es decir, antes de subir al avión, aunque con cautelas.
El personal de Sanidad Exterior en todo caso lo vería para viajeros que vengan de lugares con alta incidencia, como Brasil o EEUU, que estaban en mucha peor situación que España a principios de verano. “Si vienen de un país con menor incidencia que España, ¿cuál es la posibilidad y el beneficio? Además, tardarían mínimo 48 horas. O las haces en origen o en destino tienen demasiado coste. Solo lo veo para pasajeros muy localizados”, sostiene Faraco. Y resume: “Viendo el número de casos importados que hemos tenido, no hubiésemos estado mejor con un mejor control de aeropuertos. Con PCR, ni hubiésemos ido a peor ni nos hubiésemos salvado”.