Un retrato casi perfecto de lo que no debe hacerse cuando alguien muestra que no es capaz de seguir, que no puede más. Es lo que casi un millón de espectadores pudieron ver en la última gala de MasterChef, el concurso de cocina de TVE, cuando Tamara, una de las participantes, decidió comunicar que abandonaba el talent ante la presión que sufría y las consecuencias que estaba teniendo para ella. Lejos de intentar comprenderla, los jueces reaccionaron duramente contra la decisión, sobre todo el cocinero Jordi Cruz, que, con actitud implacable, le acusó de haberle quitado la oportunidad a otra gente. “Muy bien, chao. Su delantal, su puerta”, le dijo indicándole el camino.
El vídeo ha dado la vuelta a la red social X (antes Twitter), donde acumula cientos de comentarios negativos hacia el jurado y hacia TVE por mostrar este tipo de conductas en la televisión pública. El momento ha abierto una conversación sobre la importancia de la salud mental, sobre cómo estas reacciones siguen nutriendo la idea cada vez menos aceptada pero muy arraigada de que parar y priorizarse cuando el cuerpo y la mente lo piden está mal. En este caso, además, con castigo de por medio.
Al debate ha entrado incluso la ministra de Sanidad, Mónica García, que ha mostrado su apoyo a Tamara, y ha llegado hasta el Congreso de los Diputados, donde Sumar ha preguntado a la presidenta de RTVE si “vale la pena” gastar 400.000 euros por cada programa a cambio de “transmitir valores que incluyen el individualismo, la rivalidad o el desprecio por los problemas de salud de los concursantes”, entre otros.
“Me siento muy frustrada y no me apetece seguir en la misma dinámica en la que no estoy bien. Es más importante estar bien yo que decepcionaros a vosotros, con todo el cariño del mundo, lo lamento muchísimo”, explicó Tamara justificando su decisión. Tras los comentarios de los jueces y las despedidas, Jordi Cruz espetó: “Continuamos. Aquí no ha pasado absolutamente nada” y acto seguido el programa emitió la dura reacción de David, el concursante legionario terraplanista: “A eso se le llama yoísmo. Considero que nos ha faltado el respeto a todos”.
A última hora de este viernes, RTVE anunció la retirada del programa en RTVE Play, su plataforma de contenido y borró el vídeo emitido en sus redes sociales. “Lamentamos la emisión de un contenido que no debió suceder. La dirección ha reforzado los controles internos para evitar episodios similares. RTVE reitera su compromiso con la salud mental”, aseguró un comunicado del ente público distribuido en redes sociales. Según ha podido saber Vertele, la decisión se tomó después de que la productora del programa, Shine Iberia, y el juez Jordi Cruz evitaran pedir disculpas.
“Regenera el estigma”
La psicóloga Ascen Castillo, coordinadora del equipo Tu refugio psicología, cree que lo sucedido manda un mensaje “peligroso”: “En primer lugar, el de que está mal priorizarse y cuidarse. Se confunde el egoísmo con cuidar de una misma, cuando es todo lo contrario porque para poder vivir en sociedad y estar bien con los demás debemos hacerlo. El segundo mensaje que se transmite es que está mal flaquear, lo que da una imagen de que tenemos que poder con todo siempre y eso no es lo natural de los seres humanos. Aguantar no es lo más importante. Lo más importante es tener salud y paz mental”.
Las voces expertas consultadas ponen el foco en qué efectos tiene hacerlo ante una gran audiencia y delante del resto de compañeros. “No solo es que esté prohibido mostrar el malestar o la vulnerabilidad, sino que además te vamos a castigar por ello de forma aleccionadora. Se ejecuta una reprimenda en público en la que los jueces, en una posición de poder, en vez de interesarse genuinamente y ofrecer apoyo están diciendo: 'Si tienes un problema no solo no te vamos a ayudar, sino que te castigaremos'”, reflexiona el psiquiatra Camilo Vázquez Caubet, miembro de la Asociación madrileña de salud mental.
Ese castigo aleccionador, cree el psicólogo Jesús Linares, no solo se ejerce contra Tamara, sino que es colectivo. El también director del Máster de Psicología de Emergencias de la Universidad Europea considera que no solo MasterChef “perdió una oportunidad de reforzar” la conducta de la concursante como un símbolo de que está bien hablar de lo que nos pasa y “de arroparla y acompañarla”, sino que “regenera el estigma” asociado a la salud mental y hace que la gente “pueda aprender que es mejor no hablar, no pedir ayuda o no priorizar cómo se siente”. “Se traslada la idea de que es de débiles, algo vergonzoso o incluso algo por lo que se puede recibir un perjuicio”, añade.
Una incomprensión que redunda en mantener los malestares psicológicos en secreto y que aún es real a pesar de los avances y las grietas que se han ido abriendo en los últimos años. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya define la salud mental como “una parte fundamental de la salud” la vergüenza permanece y, de hecho, un fenómeno habitual y significativo es que “no hablamos con la misma naturalidad de ir al psicólogo que de ir al médico”. Aún así la situación ha ido cambiando, se ha roto el silencio y cada vez son más los referentes públicos –como los deportistas Simone Biles o Ricky Rubio– quienes hablan y ponen en primer plano su salud mental.
“No podemos con todo”
Si hay algún ámbito en el que se presentan más dificultades para mostrar el quiebre emocional es el del trabajo, coinciden los expertos. Camilo Vázquez, especializado en problemáticas laborales, cree que lo ocurrido en el plató de MasterChef no es casualidad. El experto piensa que el formato de entretenimiento del programa “está basado en la premisa de emular a los profesionales” de la cocina y, en ese sentido, la escena “representa algo que sucede mucho en el ámbito laboral”.
“Muchas veces se cae en la contradicción de tener un discurso favorable y comprensivo con la salud mental y luego, a la hora de la verdad, tener una actitud implacable cuando se está delante de una persona que sufre. Es una creencia que implica decir que tu salud mental es muy importante, pero que debe quedarse fuera una vez se cruza la puerta del centro de trabajo o, en este caso, del concurso. Y de ninguna manera se puede quedar fuera”, piensa Vázquez.
A los expertos la reacción de David, el concursante legionario que paradójicamente fue expulsado esa noche, les da qué pensar. Porque este tipo de creencias no solo se propagan de arriba hacia abajo, como podría ser el caso de los jueces hacia los concursantes o un jefe hacia un empleado, también se reproducen en horizontal. Esto es así, cree el psiquiatra, porque “vivimos en una cultura de la competición y la no atención a las vulnerabilidades en el ámbito laboral por el culto al trabajo y eso acaba normalizando este tipo de actitudes incluso entre compañeros”.
Más allá del trabajo, Ascen Castillo sostiene que, en general, todas las personas han aprendido que “mostrarse vulnerables públicamente es una debilidad”, a pesar de que “es una realidad compartida por todos los seres humanos: no podemos con todo, no siempre nos sentimos bien”. Aún así, cree que hay quienes “pueden tener mucho miedo a conectar con su propia vulnerabilidad” y desde ahí “castigan que otros la muestren”.
Para Vázquez esto tiene mucho que ver con la “cultura patriarcal”, en la que “lo que más se valora son esos atributos de supuesta autonomía y fortaleza frente a la empatía, la vulnerabilidad o los cuidados”. Una “fantasía masculina”, lo califica, en la que se piensa que “nunca vamos a necesitar parar o requerir apoyo” a pesar de que todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, vamos a estar en ese punto.