Catorce asesinatos por violencia de género en 16 días. Casi una víctima mortal por día. Es el balance que deja el último repunte de casos desde el inicio del verano, uno de los peores registros de la serie histórica: solo en dos semanas se han producido prácticamente la mitad de los crímenes ocurridos en todo 2024. Los cinco perpetrados este pasado fin de semana se suman a otros seis ocurridos desde el 28 de junio. En uno de ellos, el agresor mató también a su hijo e hija, menores de edad, y en otro a la madre de la víctima. En total, once mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas, dos menores que se recogerán en una estadística específica y una mujer que no contará como víctima de violencia de género (categoría en la que solo entran las asesinadas por sus parejas o exparejas), pero sí de feminicidios.
El cúmulo registrado confirma la tendencia que suele producirse periódicamente y que coincide con un incremento de los crímenes en la época veraniega, un hecho que las expertas asocian a factores como el cambio de rutinas propio de las vacaciones y la sensación de menor control de los agresores hacia sus parejas o exparejas, que les lleva a incrementar la violencia. De hecho, julio es el mes de toda la serie con más asesinatos, seguido de enero. Junto a ellos, junio, agosto y diciembre se erigen como los periodos temporales con más picos de asesinatos.
El repunte de este verano arrancó el último fin de semana de junio, cuando prácticamente al mismo tiempo tres hombres mataban a cuatro mujeres y dos menores en Zafarraya (Granada), Fuengirola (Málaga) y Las Pedroñeras (Cuenca). Posteriormente otros tres hombres cometían tres crímenes en Ejea de los Caballeros (Zaragoza), Villena (Alicante) y Antequera (Málaga) y acababan con la vida de tres mujeres. A estos se suman los últimos: el de Buñol (Valencia), Sabadell (Barcelona), Salou (Tarragona), Madrid y Alicante.
La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género ha confirmado todos los casos salvo el de Barcelona, que aún se encuentra en investigación. Así, en lo que va de año 26 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas y 1.270 desde 2003, año en que empezó la estadística oficial. Por otro lado, nueve menores han sido asesinados por esta causa, hijos e hijas de las víctimas, igualando al registro del peor año de la serie, en 2015.
Cambio de rutinas
La psicóloga especializada en violencia de género Olga Barroso subraya que, independientemente de la época o estación, siempre hay una bolsa de hombres que están pensando en asesinar a sus parejas o exparejas: “Eso es lo primero que hay que tener claro, que mientras hablamos, mientras España juega la Eurocopa o mientras vemos la final de Wimbledon, hay a nuestro alrededor hombres que experimentan ese deseo, a algunos les aparece sin que antes hayan pensando mucho en cometer ese hecho, otros sí le han dado más vueltas antes”. Aunque puede haber factores que desencadenen o aceleren el asesinato, el volumen de hombres que están pensando en matar “ya estaba ahí” y permanecerá mientras no erradiquemos el machismo.
Así, las voces expertas consultadas insisten en la necesidad de no simplificar la violencia de género y aluden a que se trata de una realidad que responde a múltiples factores, pero señalan que en esta época del año, junto a las navidades, se dan circunstancias que pueden influir en la escalada de casos.
El exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente, lo califica de “factor estacional” y explica que puede condicionar en una doble vertiente relacionada “con la modificación de pautas y rutinas” que suelen darse en esta época: “En este contexto, los tiempos de estar juntos se prolongan y no hay rutinas que modifiquen la situación cuando surge la violencia, lo que facilita un efecto acumulación que puede desencadenar en el homicidio. Sin embargo, cuando hay que ir a trabajar o recoger a los niños, hay más posibilidades de que se rompa la continuidad de la violencia”.
El también forense y profesor de la Universidad de Granada alude a otro elemento que emerge tanto cuando ya no hay convivencia entre agresor y víctima como cuando la relación sigue. Y es que el objetivo último de la violencia es el control, un fin que puede ser más difícil de conseguir en esta época. “Él suele vigilarla, mirar lo que hace, con quién sale, cuándo... ¿Qué pasa en vacaciones? Que las salidas se modifican con mucha frecuencia, se sale de una manera menos planificada a sitios y con gente diferente. Esto puede hacer sentir a los agresores una menor sensación de control, piensa que no va a recuperar a la mujer y el homicidio tiene encaje ahí”.
Barroso explica que uno de los factores que influye en el aumento del riesgo en épocas vacacionales es que las parejas o familias pasan más tiempo juntas. “Eso hace que haya más momentos en los puede que la mujer no haga las cosas como él quiere o lo que él quiere y, por tanto, más molestias y enfado para él y más posibilidades de que emita violencia porque la necesita para desahogar su enfado e imponerse a la mujer”, asegura. Mientras que en verano o Navidad puede que los agresores tengan “menos factores distractores” y la idea de asesinar pueda estar más presente, también son épocas en las que hay más posibilidades de encontrarse con familia o amistades. “Las mujeres pueden pasar más tiempo con esas personas y quizá surgen conversaciones sobre eso, ella está menos para él...”, nombra la psicóloga, autora de El amor no maltrata.
La jueza Cira García Domínguez, miembro de la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE), prefiere ser cautelosa y cree “que hacen falta más datos” para establecer conclusiones, aunque sí apunta a que en épocas vacacionales “pueden darse más discrepancias y conflictos” que “hagan aumentar la ira del agresor” unido al verano como un momento en el que suelen crecer las separaciones. “Sabemos que esto es fundamental. Cuando ellas deciden separarse o anunciarlo o cuando ya ha pasado un tiempo desde el divorcio y él, por lo que sea, asume que ella no va a volver, aumenta el riesgo”, apunta la magistrada. Es un momento en que, de nuevo, ellos sienten que pierden el control.
Barroso coincide en que la separación o el anuncio de la separación al agresor es un factor de máximo riesgo, pero insiste en que permanecer en la relación no mengua las posibilidades de que la violencia, física, psicológica o económica, termine en asesinato: “Los que asesinan cuando se han roto la relación lo hacen porque no soportan no ser ellos los que tienen el control y la posesión de su pareja. Es tan insoportable para ellos que prefieren acabar con la vida de la mujer y a veces con su propia vida a pasar ellos ese sufrimiento. Pero también los asesinatos se producen dentro la relación, cuando 'tienen' a esa mujer para ellos, porque son insaciables en ese deseo de poder y dominio y las mujeres están condenadas a que ellos suban el grado violencia porque nunca va a ser suficiente”.
Las voces expertas inciden en que los factores más estacionales no funcionan como “una relación causa-efecto”, en palabras de Lorente. “Son factores que pueden actuar como elementos facilitadores, pero el momento del paso al homicidio no es fácil de establecer porque depende de muchas cosas”, añade el forense. De hecho, aunque julio es el mes con mayor acumulación de asesinatos, hay varios en la serie histórica en los que ha habido pocos comparados con otros momentos. En 2022 se registraron tres asesinatos en julio, al igual que en 2012 y 2014, mientras que en 2013 y 2017 fueron dos.
Olga Barroso concluye que, más allá de los “factores desequilibrantes”, mientras la sociedad siga reproduciendo machismo seguirá “fabricando maltratadores y habrá hombres con esa ideación de matar”. “Las medidas y la sensibilización funcionan pero luchamos con miguitas frente a un tsunami. Eso sí, si sabemos que en ciertos momentos el riesgo tiende a aumentar, extrememos también las precauciones”.