“Para que una niña comience una carrera científica tiene que superar muchas barreras culturales”
El 1927 tuvo lugar una de las reuniones científicas de más renombre de todos los tiempos. Se trataba del Congreso de Solvay, al que acudieron 29 asistentes, de los que 17 terminarían recibiendo el Premio Nobel. Entre aquellas mentes brillantes solo había una mujer, Maria Salomea Skłodowska, más conocida como Marie Curie. Más de 90 años después de aquella reunión, algunos campos de la ciencia siguen manteniendo una proporción enormemente desigual entre hombres y mujeres. Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia hablamos con investigadoras de distintas generaciones que nos ofrecen su visión de cómo ha evolucionado la situación en España y el camino que aún queda por recorrer para conseguir una mejor proporción en todos los ámbitos de la ciencia.
“Recuerdo los primeros congresos de robótica a los que asistí, en los que podía haber 100 ó 200 personas y yo era la única mujer, así que alguna vez llegué a pensar que quizás este no era mi lugar”, cuenta la profesora de Investigación del CSIC Carme Torras, de 62 años, y que trabaja en el Instituto de Robótica e Informática Industrial, donde desarrolla, entre otros, un proyecto para enseñar a robots a manipular telas, de forma que puedan ayudar a las personas mayores y discapacitadas a vestirse.
Según esta matemática, especialista en inteligencia artificial y escritora, la cosa ha cambiado mucho desde que comenzó a trabajar como investigadora, ya que la comunidad científica se esfuerza cada vez más por mejorar la visibilidad de las científicas. “En 2015, el evento más importante de robótica a nivel mundial fue organizado enteramente por mujeres y fue un éxito”, asegura.
Pero la realidad es que, pese a los esfuerzos realizados, sigue habiendo una brecha que, a día de hoy, aún es grande. Jordina Torrents, investigadora predoctoral en biocomputación de la Universidad Pompeu Fabra, es 35 años más joven que Torras, pero asegura que era la única mujer de su curso en la carrera de ingeniería informática. “En mi colegio había muchas chicas que estudiaban ciencia”, recuerda, “pero, con el tiempo, la mayoría optó por medicina o biología y prácticamente ninguna hizo una ingeniería”.
Ella sí mantuvo su motivación y en 2017 fue galardonada con la prestigiosa beca Google Women Techmakers. Sus investigaciones se han centrado en el procesamiento de imágenes y la cirugía asistida por computador y ha centrado su tesis en el desarrollo de un sistema de planificación y navegación para realizar cirugía fetal.
Un estancamiento en física e ingeniería
Según el Gender in the Global Research Landscape, en EEUU y la Unión Europea las científicas suponen más del 40% de los investigadores. Sin embargo, la representación de las mujeres en ciencias de la salud es relativamente elevada, mientras que en física, matemáticas o ingenierías los porcentajes apenas superan el 25%. En España, solo un 28% del alumnado universitario en estas carreras son mujeres.
“Históricamente la mujer ha tenido muchas más trabas para acceder a este tipo de carreras, pero ahora que no existen esas barreras directas siguen entrando menos”, afirma Concepción Monje, de 40 años y profesora de robótica en la Universidad Carlos III de Madrid, cuyas investigaciones se han centrado en el desarrollo de robots humanoides. “Nos lo han puesto siempre muy difícil, pero ahora que está más fácil, parece que tampoco nos lo creemos”, asegura.
Estas tres investigadoras recuerdan que desde muy niñas ya mostraban interés en aparatos electrónicos o en juegos que les permitieran construir cosas. “Veía que la mayoría de mis amigas jugaban con barbies y yo con mecano, entonces ya empiezas a intuir que algo no es igual”, asegura Torrents. “Yo era consciente de que no me atraían los juguetes típicos de niñas, pero en mi casa siempre jugué con chicos, así que al final lo veía como algo normal”, afirma Monje.
Sin embargo, Monje cree que puede haber “un mensaje subliminal de la sociedad que hace que cuando somos más adolescentes descartemos este tipo de carreras porque se las vincula con algo más masculino”. Además, “la educación machista que hemos tenido nos hace pensar que somos menos inteligentes y como también existe la creencia de que este tipo de carreras es solo para gente muy inteligente, cosa que tampoco es cierta, al final terminan entrando menos mujeres”.
Según un reciente estudio publicado en España, la proporción de chicas que quieren estudiar ciencias a los 15 años es tres veces menor que la de chicos y entre las causas los autores apuntan al déficit de confianza que señalaba Monje. En este sentido, también un informe publicado por la OCDE asegura que las niñas afrontan con mayor ansiedad que los niños las materias relacionadas con ciencias y, por lo general, se sienten más presionadas y peor dotadas para asignaturas como matemáticas o física, pese a que sus calificaciones suelen ser similares o incluso superiores a las de los chicos.
“Hemos avanzado muchísimo”, explica Joaquina Álvarez, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), “pero hay muchas inercias que se siguen manteniendo y el primer problema que hay que afrontar son estos estereotipos”, sentencia. “Para que una niña se decida a afrontar una carrera científica tiene que superar muchas barreras culturales y para hacerlo se requiere un apoyo expreso de la familia o una motivación especial”.
Eso fue lo que sucedió a todas estas investigadoras. Torrents reconoce que cuando dijo en su casa que quería hacer informática, a su padre “le impactó mucho”, pero también que su madre es científica (química) y que eso le facilitó las cosas. También Álvarez y Torras recuerdan con especial cariño el apoyo que recibieron en casa, especialmente de su padre. “En mi familia eran super abiertos y la figura de mi padre fue muy importante, porque me apoyó mucho en todo”, afirma Torras.
Discriminación en ámbito académico
Pero no todas la niñas tienen ese respaldo familiar, con lo que, al final, asegura Monje, “las mujeres que llegan son las que han tenido que romper la baraja y eso supone un reto, por lo que se lo toman mucho más en serio que otros compañeros que han llegado por otros motivos”. Eso sí, una vez llegadas al mundo académico no todas tienen la misma percepción sobre cómo les trata un entorno tan masculinizado.
Monje asegura no haber sufrido “ninguna discriminación directa” en su carrera y afirma que siempre se ha sentido en condiciones de igualdad respecto a sus compañeros, algo que comparte Torras. Sin embargo, esta investigadora recuerda que antes de entrar en el mundo académico estuvo un año trabajando en una empresa en la que sí notó cierta discriminación. “Cuando me reunía con los clientes siempre se dirigían a mi becario, en lugar de a mí y a pesar de que les explicaba que yo era la responsable, le seguían explicando todo a él”.
La opinión de la más joven de estas científicas es más crítica con su entorno. A pesar de reconocer que siempre ha sido “bien tratada”, Torrents asegura que “a la hora de expresar una idea, ésta tiene que ser mucho mejor que la de los chicos para que me presten atención”. Aunque considera que es “algo inconsciente, que está implícito en esta sociedad”, destaca el hecho de es algo que en ingeniería “está un poco más acusado”.
Reivindicar la necesidad del talento femenino
Respecto a la evolución de sus respectivos campos, todas las investigadoras se muestran confiadas de que la situación irá mejorando y de que aumentará la representación de mujeres, llegando a una proporción más racional. “Llegaremos a un punto de equilibrio, que no significa necesariamente un 50% de mujeres, pero sí que cada uno haga lo que quiera sin trabas ni presiones externas”, afirma Monje.
Torras, por su parte, asegura que “vamos a mejor” y pone énfasis en recordar que “poco a poco la sociedad se va concienciando de que el talento femenino es necesario para progresar”. Álvarez insiste también en la necesidad de incorporar a las mujeres a todos los campos de la ciencia para tener diversos puntos de vista. “Los seres humanos investigamos todos aquellos temas que nos vienen a la cabeza, pero todo lo que se nos ocurre está influenciado por la cultura y hay visiones y enfoques que si no hay una mujer no se tendrán en cuenta”.
Sin embargo, a pesar del relativo optimismo y de reconocer los avances que se han dado en el mundo científico, la presidenta de la AMIT advierte de que “estamos en un periodo de involución política en el que se está planteando la pérdida de algunos derechos conseguidos por las mujeres”. Torrents, por su parte, envía un mensaje claro y rotundo: “las que estamos dentro vamos a seguir luchando”.