Suelen sentir, pasados los 30, que la decisión comienza a ser inminente: o tener hijos o continuar con la carrera científica que tanto esfuerzo les ha costado. Muchas intuían que pasaría, así que retrasan la maternidad deseada. Otras pensaban que sería posible compatibilizar ambas cosas y se topan de frente con una realidad que merma sus méritos y las coloca en una posición de desventaja.
Sienten la incompatibilidad a la que suele abocar (a las mujeres) un status quo que las obliga a elegir. Lo han comprobado tras ser madres: cobran menos, han renunciado a prometedores contratos y han escuchado cuánto les iba a penalizar tener un segundo hijo.
Es la situación que denuncian las científicas que han decidido ser madres o aquellas que querrían serlo pero han interiorizado que perjudicaría su carrera. Sus reclamaciones forman parte de la campaña de Change.org #oCientíficaoMadre, puesta en marcha por cuatro investigadoras para visibilizar esta discriminación. ¿Y los hombres qué? “A mí, cuando tuve a mi segundo hijo, me dijeron 'cuidado con tu carrera'. Es a nosotras a quién se nos pregunta si vamos a ser madres en una entrevista de trabajo o qué planes de futuro tenemos, no a ellos”, explica María de la Fuente, una de las impulsoras junto a Diana de la Iglesia, Ana Isabel González y Carmen Agustín.
De la Fuente es directora de la Unidad de Nano-Oncología en el Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela y su historia es el germen de una campaña a la que ya se han sumado miles de mujeres. El año pasado se presentó a una evaluación obligatoria para poder seguir en su puesto de trabajo dentro del programa Miguel Servet, financiado por el Instituto de Salud Carlos III. Sin embargo, al revisar sus méritos de los últimos cinco años, no se tuvo en cuenta el tiempo que estuvo de baja por maternidad cuando dio a luz a sus dos hijos, que hoy tienen tres y cinco años.
“Omitir este supuesto de interrupción hace que compitas en desventaja, pero las alegaciones y el recurso de reposición fue rechazado”, sostiene de la Fuente, que aunque pasó la evaluación no llegó a la máxima categoría. Tras iniciar una primera campaña para exponer su caso, la investigadora ha acabado demostrando que no se trata de algo aislado: “A mí al principio me costó mucho ponerle nombre. Lo que sentía era culpabilidad, pensaba que quizás debería haberlo hecho de otra manera”.
No ocurre solo en las carreras científicas. El sistema para acceder a una plaza de catedrática cuenta las bajas de maternidad como periodos en los que no han dado horas de clase, por lo que las mujeres que tienen hijos tardan más en lograr el número de horas exigido. La realidad es que los hijos recortan la carrera profesional de las mujeres al mismo tiempo que impulsan las de los hombres. De hecho, los datos disponibles apuntan a que más de la mitad de las trabajadoras asumen que la maternidad ha perjudicado o perjudicará en el futuro a su carrera. Además, las tareas de cuidado siguen recayendo fundamentalmente en las mujeres.
Empezar de cero
Diana de la Iglesia lo comprobó tras años dedicada a la investigación sobre el cáncer en los que llegó a trabajar para un prestigioso centro estadounidense. “Cuando terminó el proyecto me ofrecieron continuar, pero me quedé embarazada así que me quedé sin la continuación”, cuenta. Tras dar a luz y disfrutar de su baja por maternidad, la científica comenzó a darse cuenta de que algo había cambiado. “Tuve que reconducir mis temas de investigación, lo que me ofrecían eran contratos más cortos, con un salario muy inferior... La investigación no espera”.
Así le ocurrió a ella, que confiesa que sus condiciones son peores a las que tenía antes de quedarse embarazada. “Es como empezar de cero, como si no tuvieras una experiencia previa... Conozco investigadoras a las que en sus propios grupos de investigación las han avisado del posible impacto que podría tener su embarazo en el grupo. Todas hemos escuchado que tener hijos perjudicará nuestra carrera”, reconoce. Actualmente trabaja en Madrid en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde, por otro lado, ha conseguido mejorar sus condiciones en cuanto a conciliación.
Carmen Agustín, bióloga y doctora en neurociencias, acaba de ser madre hace siete meses a sus 38 años. Su relato es el de muchas mujeres inmersas en carreras científicas que retrasan la decisión de tener hijos. “En muchos casos no te puedes plantear la maternidad hasta que no es un 'ahora o nunca'”, cuenta mientras recuerda una anécdota que le contó una compañera que estaba embarazada. “Coincidí con ella en Londres. Ella sigue trabajando allí, donde se fue después de que en España un jefe le dijera que con su segundo hijo 'había tirado su carrera por la borda'”.
De la Iglesia sabe bien las consecuencias a las que se enfrentan las mujeres que deciden ser madres. Conoce a muchas de ellas que han acabado con contratos inestables, cobrando un salario inferior o renunciando a su carrera. “Cuando vuelves después de tener hijos te cuesta encontrar tu sitio, es difícil volver a entrar en la rueda. Es un problema estructural”, explica al tiempo que exige medidas de conciliación.
“Ya no sirve para investigadora”
Las investigadoras denuncian la creencia que, a su juicio, se encuentra instalada en el mundo de la ciencia sobre la maternidad. “La de tener hijos es una realidad que no está bien vista en un sector como este. Es como que tu dedicación extrema por la ciencia no puede verse alterada por la familia, es lo que se espera de ti. Yo en mi entorno he oído muchas veces decir que cuando una científica es madre, ya no sirve para investigadora”, cuenta de la Iglesia.
Asumen que algo similar ocurre en la mayoría de profesiones, pero quieren visibilizar que el grado de dedicación y competitividad que exige el sector de la investigación acaba por penalizar a las mujeres que quieren ser madres frente a cualquier hombre. “Parece que no puedes parar ahí porque si lo haces, rompes tu carrera. Y eso pasa porque a la hora de tener en cuenta méritos, el currículum o la experiencia, la maternidad se ve como un agujero que se iguala a pérdida de tiempo”.
Uno de los objetivos de la campaña #oCientíficasoMadres es visibilizar esta realidad, de la que, afirman las impulsoras, apenas se habla. ¿Por qué ni siquiera entre las propias científicas? De la Fuente opina que se trata de una situación “normalizada”: “La ciencia es una carrera de fondo y no se contemplan estas circunstancias. El sistema no está diseñado para asumir ese parón... Al final te acabas apartando, o te apartan, y te quedas atrás. Pero es cuestión de voluntad política. No podemos decirles a las niñas que pueden ser lo que quieran y que luego pase esto”.