El cisma de la Iglesia ortodoxa de 2019, la 'guerra' religiosa que precedió a la invasión rusa de Ucrania
Kirill es uno de los grandes apoyos espirituales del presidente ruso, y junto a él defiende la idea de la 'Gran Rusia' que, afirma, “incluye a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y otras tribus y pueblos”
“Venga a Ucrania y llévese a sus hijos que murieron por la idea de la 'Gran Rusia'”. El arzobispo Epifanio, líder de la Iglesia ortodoxa ucraniana, puso voz al dolor que los ortodoxos del país sienten por el que, supuestamente, también es su Papa, Kirill. El patriarca de Moscú, considerado uno de los asesores espirituales de Vladimir Putin, es el único gran líder religioso mundial que no ha condenado la agresión rusa de Ucrania. Es más: ha instado a luchar para impedir que “fuerzas externas oscuras y hostiles se rían de nosotros. Debemos hacer todo lo posible para mantener la paz entre nuestros pueblos y al mismo tiempo proteger nuestra Patria histórica común de todas aquellas acciones desde el exterior que pueden destruir esta unidad”. Una “patria histórica” en la que el patriarca “incluye a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y otras tribus y pueblos”.
Y es que la cercanía entre Kirill y Putin ha sido una constante desde que el patriarca de Moscú (una especie de Papa ortodoxo, la cabeza de esta confesión junto al patriarca de Constantinopla, Bartolomé, que sí ha condenado, con dureza, la invasión rusa) accedió al trono en 2009. Ya en 2012, Kirill calificaba de “milagro” la llegada de Putin al poder, y a lo largo de la última década no ha dudado en justificar la represión policial de las manifestaciones de la oposición o en bendecir las armas y las guerras de Moscú en el extranjero. El pasado año, el patriarca bendijo a Putin durante la inauguración de la catedral de las Fuerzas Armadas rusas, y muchos de sus clérigos han rociado con hisopo las armas que hoy masacran a la población ucraniana.
En cambio, desde la crisis del Maydan en 2014, la Iglesia ucraniana fue abandonando paulatinamente la esfera de influencia de Moscú para acercarse a Constantinopla, hasta el punto de que, en 2019, se erigió como Iglesia autocéfala, independiente del patriarcado. Una decisión histórica que puso fin a más de 300 años de tutela religiosa rusa y que provocó la ira de Putin y de Kirill, dos fervientes creyentes en la idea de la Gran Rusia. De hecho, desde ese momento se intensificaron los ataques contra los líderes religiosos ortodoxos que no se mantuvieron fieles a Moscú, acusados de fomentar la rusofobia, también, en materia religiosa.
Los paralelismos entre la tensión política y la religiosa entre Ucrania y Rusia son más que evidentes. De hecho, el cisma entre ambas iglesias ortodoxas se ha trasladado, ahora, a la agresión de Moscú a Kiev. En una carta abierta, el arzobispo Epifanio ha acusado a Kirill de defender la matanza ordenada por el presidente ruso. “Está claro que mantener el compromiso de Putin y de los dirigentes rusos es mucho más importante para usted que cuidar del pueblo ucraniano, algunos de los cuales le consideraban su pastor antes de la guerra”, espetó al patriarca de Moscú.
En Ucrania conviven varias tradiciones cristianas, que hasta la caída de la URSS compartían su condición de iglesias perseguidas. Así, los cristianos ortodoxos se encuentran divididos en tres iglesias que, por orden de importancia numérica, son la del Patriarcado de Kiev, la del Patriarcado de Moscú y la llamada “autocéfala” o nacional de Ucrania. Existe también una iglesia greco-católica, unida a Roma, y pequeñas sectas protestantes en pleno proceso de expansión, además de las minorías islámica y judía. Todas estas confesiones participan de una común identidad nacional que explica por qué han condenado, sin paliativos de ninguna clase, la invasión rusa del país; todos, menos el Patriarcado de Moscú. Y eso porque “Vladimir Putin ha presentado esta invasión como una guerra de liberación ante un supuesto genocidio por motivos religiosos”, destaca el teólogo Jesús Martínez Gordo.
La respuesta de Kirill ha sido la del silencio, aunque ayer mismo el Patriarcado de Moscú anunciaba la celebración de un encuentro entre Kirill y el nuncio del Papa en Moscú, monseñor D’Anellio. El Papa Francisco, que está llevando a cabo una labor de mediación y que ha mostrado expresamente su apoyo al pueblo ucraniano frente a la invasión rusa, se ha cuidado, y mucho, de citar a Kirill o a Putin en sus apariciones públicas. Fuentes vaticanas consultadas por elDiario.es afirman que esto se debe a que Bergoglio podría estar dispuesto a viajar a Moscú, o a invitar a Putin y a Zelensky a mantener conversaciones de paz en el Vaticano, como ya sucediera, hace años, en el conflicto Israel-Palestina.
La pasada semana, Bergoglio se dirigía a la embajada rusa ante el Vaticano, y posteriormente mantenía sendos encuentros telefónicos tanto con el representante diplomático ucraniano como con el presidente Zelensky y el arzobispo católico de Kiev, el primado Shevchuk, a quien le aseguró que está haciendo “todo lo posible” para frenar la escalada de la violencia.
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