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Claves sobre el bótox y el brote de botulismo en pacientes europeos de una clínica estética turca

David Noriega

13 de marzo de 2023 22:31 h

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El último boletín semanal del Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) alertaba de 14 casos, confirmados o sospechosos de botulismo iatrogénico en Alemania, Suiza y Austria. Este martes, el ECDC ampliaba a 67 los afectados (añadiendo 53 casos registrados en Turquía). Si la enfermedad ya es poco común, más aún lo es su apellido. La inmensa mayoría de infecciones provienen de alimentos contaminados, bien por su ingesta o por las esporas de la bacteria, pero en este caso ese 'iatrogénico' indica otro tipo de intoxicación: por tratamientos médicos o estéticos. Las coincidencias, y en este caso son muchas, apuntan a Turquía: 60 afectados se habían sometido a un tratamiento con bótox para adelgazar en Estambul. En la misma clínica, los mismos días.

Estas son las claves de una enfermedad muy poco frecuente pero que puede ser mortal si no se ataja a tiempo.

¿Qué es el botulismo?

Se trata de una enfermedad poco frecuente pero grave, que afecta a los nervios y que puede llegar a ser mortal. Está causada por la bacteria Clostridium botulinum, que a su vez produce la toxina botulínica, “una de las sustancias más mortales que se conocen”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La bacteria se encuentra en el suelo y en los sedimentos acuáticos, donde sobrevive en forma de espora, y puede aparecer también en entornos con poco oxígeno, como alimentos enlatados o en conserva o en heridas profundas.

¿Cómo se transmite?

El protocolo para la vigilancia del botulismo de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave) española indica que existen tres formas clínicas de la enfermedad. La clásica es la que se transmite por ingerir alimentos contaminados, principalmente aquellos enlatados o en conserva, procesados inadecuadamente.

Otra forma es la de botulismo intestinal, que suele afectar a lactantes menores de un año. En estos casos, se produce porque los bebés han ingerido las esporas generadas por los alimentos, que germinan en el intestino y liberan las toxinas. Para evitarlo, desde la OMS recomiendan no alimentar con miel a los niños porque “aunque son varias las fuentes posibles de infección de lactantes con botulismo, la miel contaminada con esporas se ha asociado a algunos casos”, así como infusiones. Y la tercera es el botulismo por heridas, más infrecuente, y que se produce cuando las esporas entran en contacto con una herida.

Además de estas tres formas naturales de transmisión, se han identificado otras dos causas: el botulismo por inhalación, que se produce por la liberación de toxinas en aerosoles, y el botulismo iatrogénico, por problemas o efectos adversos en la administración de la toxina en tratamientos clínicos y cosméticos, como parece ser el caso del brote originado en el centro de Turquía. El motivo es que la bacteria C. botulinum es la misma que se utiliza para la fabricación de este producto, aunque de forma muy diluida.

¿Cuáles son sus síntomas?

Varían en función del modo de transmisión. En general, los primeros síntomas son visión borrosa o doble, debilidad, vértigos y dificultad para hablar, tragar o respirar. En el caso de la transmisión por alimentos, puede ir acompañado de náuseas, vómitos o diarreas, y en el intestinal, estreñimiento, pérdida de apetito, llanto débil y pérdida de control de la cabeza y letargo.

¿Tiene tratamiento?

Sí, la administración intravenosa de antitoxina botulínica tan pronto como sea posible, preferiblemente dentro de las primeras 48 horas, como indica el protocolo de Sanidad. El fármaco está disponible en España y su uso, autorizado para todas las franjas de edad. Ello, sin olvidar las medidas de soporte, si fueran necesarias, como el acceso a unidades de cuidados intensivos en caso de insuficiencia respiratoria (como ha ocurrido con varios pacientes de Alemania en el último brote) o el drenaje de las heridas.

El ECDC señala que pese al tratamiento, la recuperación completa lleva de semanas a meses. “Se dispone de información limitada sobre la mortalidad en casos de botulismo iatrogénico. Para el alimentario, entre el 5% y el 10% de los casos son fatales”, indica.

El último informe epidemiológico sobre la situación del botulismo en España, en los años 2019 y 2020, señala que “la disponibilidad de antitoxina, así como las mejoras en la asistencia sanitaria, han reducido mucho la mortalidad, no habiéndose notificado ninguna defunción en estos dos años” en todo el territorio.

¿Por qué se utiliza el bótox para adelgazar?

La toxina botulínica, bajo el nombre comercial de bótox, se ha generalizado como tratamiento para algunas dolencias neurológicas, como la migraña crónica. Pero su capacidad de provocar una parálisis muscular de forma temporal ha permitido que se emplee también en intervenciones estéticas. En el caso de los tratamientos para adelgazar, como el suministrado en la clínica turca donde coincidieron los 14 pacientes con botulismo, la intervención se realiza mediante una inyección en los músculos estriados del estómago.

La toxina inhibe las contracciones de estos músculos, lo que ralentiza la digestión y prolonga la sensación de saciedad. De esta forma, se disminuye la ingesta de alimentos y se pierde peso. En cualquier caso, al tratarse de una parálisis temporal, los efectos comienzan a decaer entre 4 y 6 meses después de la inyección.

¿Qué ha provocado el brote que alerta a Europa?

Por el momento, solo hay una certeza: 12 ciudadanos de diferentes regiones de Alemania, otra de Austria y una más de Suiza, que viajaron a la misma clínica de Estambul, en Turquía, y se sometieron al mismo tratamiento entre los días 22 y 25 de febrero, han sido diagnosticados o tienen síntomas compatibles con botulismo. Los viajes se hicieron de forma independiente y las casualidades llevan a pensar que el origen del brote está, precisamente, en ese tratamiento: una inyección intragástrica de neurotoxina botulínica (BoNT).

El ECDC indica en su informe que la intoxicación por esta toxina puede ocurrir como un evento adverso a su administración y señala que “aunque se considera poco común, individuos que han recibido inyecciones intragástricas de BoNT para fines cosméticos (por ejemplo: para arrugas y líneas de expresión) o para tratamientos terapéuticos (como el control de la espasticidad muscular), pueden desarrollar botulismo iatrogénico si se les inyecta una dosis excesiva”.

El centro europeo recuerda en su informe que la OMS emitió en agosto una alerta por cinco lotes fraudulentos de este producto, detectados en Jordania, Kuwait, Reino Unido, Polonia y Turquía, uno de los principales destinos de turismo sanitario por el bajo precio de sus tratamientos. Por ejemplo, una de estas inyecciones tiene un coste de unos 1.000 euros en aquel país, mientras supera los cinco dígitos en España. Sin embargo, el propio ECDC señala que “no se sabe si estos lotes se han utilizado en los casos informados hasta el momento”.

¿Ha habido más casos similares?

Los casos de botulismo iatrogénico por motivos cosméticos son testimoniales. En 2011, la base de datos de enfermedades raras indicaba que la prevalencia era de menos de un caso por cada millón de personas en todo el mundo y el propio ECDC reconoce que falta información, aunque refiere brotes en el pasado en Turquía y Egipto, vinculados a lotes fraudulentos o sin licencia. En 2019 Francia notificó el casos sospechoso de una mujer tras una inyección intragástrica de neurotoxina botulínica que se había puesto en Egipto para perder peso.

¿Cuál es la situación del botulismo en España?

Según el último informe epidemiológico, en 2019 se detectaron un total de 22 casos de botulismo (ocho confirmados, trece probables y un sospechoso), con una incidencia acumulada anual de 0,047 casos por 100.000 habitantes. En 2020 fueron 8 casos (tres confirmados y cinco sospechosos), 0,017 por cada 100.000 habitantes. El grupo de edad más afectado fue el de los menores de un año, con cinco y dos casos, respectivamente y unas incidencias de 1,38 y 0,57 casos por cada 100.000 niños. El resto de casos fueron de origen alimentario y afectaron a adultos.

Entre ellos se encuentra el brote declarado en Castilla y León, que afectó a cuatro personas, y estuvo relacionado con un lote de atún en conserva de aceite de girasol; otro en Euskadi, por una conserva casera que afectó a nueve personas, de las que siete necesitaron hospitalización; y otros dos en Andalucía por el mismo motivo, en los que no se pudo confirmar la presencia de la toxina.