Andrea Abáigar, 36 años, dio a luz y empezó a encontrarse mal. No era un malestar físico, no había una zona del cuerpo concreta que señalar a un médico, ni siquiera el médico o la matrona le habían mencionado que aquello que ella sentía podía suceder. “Nadie te sigue en el posparto, es un ‘toma al crío y apáñatelas’. El abandono es tremendo”, critica. Y sigue: “La vida cambia de repente, hay un periodo de luto por ti misma y yo no tuve tiempo de despedirme de mí. Desaparece tu vida social, desaparece buena parte de tu vida profesional por la que tanto has luchado, desaparecen amigas, tus horarios cambian...”. Ella empezó a desarrollar ansiedad, insomnio, culpa constante, miedo… Andrea tenía una depresión posparto y nadie en el sistema sanitario público le dio solución.
Aproximadamente una de cada cuatro mujeres que pasan por un embarazo desarrolla algún tipo de trastorno mental, especialmente ansiedad y depresión. Los trastornos pueden darse durante la gestación o durante el posparto. La OMS calcula que al menos una de cada 10 mujeres la sufre durante el primer año de vida tras dar a luz, aunque algunos estudios elevan esas cifras hasta el 30% de las madres. Una investigación en Reino Unido concluyó que el suicidio es la primera causa de muerte materna durante el puerperio.
La falta de respuesta que Andrea encontró en la sanidad pública no es la excepción, sino la norma. La salud mental apenas aparece en los protocolos que guían la atención a mujeres embarazadas y en posparto, y la atención termina dependiendo de la sensibilización y la formación que tenga el profesional de turno. “Nadie me preguntó si yo estaba bien. Organizan las clases preparto pero en el posparto solo me llamaron para que fuera a ver si estaba dándole bien el pecho a mi hija”, cuenta Andrea. Cuando su malestar creció, acudió a su médico de cabecera. “Me dio un abrazo y pastillas para la ansiedad”. Acudió a otro profesional: “Se burló de mí, me dijo que si estaba mal con uno que qué iba a hacer cuando tuviera dos”. Salió de aquella consulta peor de lo que había entrado.
Chequeo físico, pero no mental
La psicóloga Cristina Castaño, que formó parte del grupo de trabajo sobre salud perinatal del Colegio de Psicólogos de Madrid, confirma que la salud mental en esta fase vital ha estado especialmente desatendida. “Una vez que nace el bebé, solo se tiene en cuenta la parte de la salud física, que todo se haya desarrollado con normalidad, que el bebé esté bien, que la lactancia se asiente, si así lo quiere la madre... –explica–. Es todo muy mecánico, no se tiene en cuenta lo que ocurre a nivel emocional ni mental a pesar de que hay cambios hormonales muy potentes que hay que tener en cuenta, y también otros factores y cambios psicológicos y sociales. Nadie te prepara para ser madre. Ya solo que una persona sea totalmente dependiente de ti las 24 horas supone una crisis personal”. El embarazo y la maternidad reciente son, añade, periodos en los que tienden a revivirse experiencias y traumas del pasado, especialmente de la niñez, algo que supone una oportunidad para sanar pero también un riesgo, una vulnerabilidad. De ahí la importancia de que la vigilancia y la atención existan para todas.
“Cada vez más hay gente con conciencia alrededor de lo que rodea la salud mental perinatal, pero existe todavía mucho desconocimiento. A nivel público hay muy pocas unidades que la atienden”, apunta. Desde el primer momento en el que una mujer comunica en su centro de salud que está embarazada, dice, debería existir un primer cribado para conocer en qué estado se encuentra y detectar si hay factores de riesgo, como antecedentes psiquiátricos personales y familiares, la existencia de embarazos anteriores o de abortos y pérdidas perinatales...
“No hay protocolos que pregunten por la salud mental, depende de la formación y del interés de cada profesional –dice–. Cada vez hay más ginecólogos y matronas que son conscientes de esto y que están pendientes de detectar si hay algo que no funciona, pero deberíamos tener una atención multidisciplinar a las mujeres en los ambulatorios, los centros de salud, los hospitales... y derivar a salud mental cuando sea necesario”.
La excepción a esa falta de atención a la salud mental materna está en Catalunya. Allí, desde 2018, existe un protocolo de control del embarazo que incluye un cribado de salud mental. Amparado en las recomendaciones internacionales que existen, el protocolo establece tres momentos en los que las matronas deben preguntar explícitamente a las mujeres por su salud emocional: entre las 12 y las 14 semanas de embarazo, entre la semana 29 y 30 de gestación y, después, en el puerperio, en la visita que debe hacerse entre las cuatro y las seis semanas después del parto.
Las matronas hacen, cada vez, cuatro preguntas; dos sobre ansiedad, y dos sobre depresión. “Si en alguna de ellas la respuesta es sí le pasamos la escala de Edimburgo”, explica Marta Jiménez, matrona en el Assir Mutua Terrassa y miembro de la Asociación Catalana de Matronas. Esa escala, validada internacionalmente para detectar este tipo de trastornos, contiene 10 ítems que permiten valorar más en profundidad la situación de cada paciente. En función del resultado, las mujeres son derivadas a una psicóloga perinatal especializada.
“Es algo que puede sucederle a cualquier mujer. Lo más importante aquí es dar valor a la salud mental perinatal. Es cuando preguntas cuando las cosas salen, le estás dando un espacio a la mujer para poder expresarse, das la oportunidad de conocer y atender estos casos”, explica Jiménez, que defiende la necesidad de protocolos que contemplen específicamente este asunto. “Todos tenemos mucho trabajo en la consulta y si no lo establece un protocolo puede ser complicado añadirlo ‘motu proprio’”.
Estar embarazada no siempre es estar feliz
El estereotipo del embarazo y de la llegada de un hijo como periodos idílicos y necesariamente felices no ayuda a sacar a la luz todos estos trastornos, que afectan a la salud de la madre, y que pueden interferir también en el vínculo con el bebé y su cuidado. La matrona cree que este problema ha sido tremendamente “invisibilizado y estigmatizado” porque durante el embarazo y la maternidad reciente se espera “que una mujer esté feliz” y muchas mujeres sienten culpa si no es así. “Hacer el cribado a todas hace que ninguna mujer se sienta señalada. Antes no se hablaba de esto y ahora se habla mucho. Las mujeres saben que esto se les pregunta. La escucha activa puede ser reparadora”, explica Jiménez. La asociación de matronas, como sucede en otros territorios, se ha esforzado por difundir y formar a profesionales para aumentar el conocimiento sobre este asunto.
“Hay muchas expectativas sobre lo que hay que sentir. Nos dicen que hay que sentirse muy bien y no siempre es así. Muchas mujeres se sienten mal y ni siquiera se atreven a decirlo porque nos han dicho que eso no puede ser”, confirma la psicóloga Cristina Castaño. Además de los antecedentes personales, la situación económica y el estrés, la relación con la pareja y la familia, la posibilidad de que esa mujer esté sufriendo violencia de género, o la existencia o no de una red de apoyo son factores que pueden repercutir en la salud mental de una madre.
A Andrea le costó encontrar espacios y comprensión para hablar de lo que le sucedía. “Quedaba con las madres del grupo preparto y todas estaban bien. Cuando me preguntaban: ‘Y tú qué tal’, yo les decía que yo estaba mal, pero no te querían escuchar. Pude hablar solo con mi madre y con mi pareja”. Fue en ese periodo cuando Andrea conoció a Maialen Martínez, que terminó por convertirse en su compañera en la iniciativa Hasta la Teta. Desde su perfil en redes tratan de crear esa tribu que tantas mujeres echan de menos. “Damos voz y ayuda a las mujeres en el posparto. Visibilizamos y tenemos una red de profesionales a las que derivar a las mujeres”. A ellas acuden mujeres en todo tipo de situaciones, mujeres que se sienten desatendidas, mujeres desbordadas por las exigencias, mujeres en busca de una respuesta a sus malestares. Hasta la Teta impulsa ahora una petición para que, entre otras cosas, la sanidad pública incorpore una atención de calidad al posparto que incluya también la salud mental.
Las iniciativas de particulares o de profesionales llenan el espacio que la sanidad pública abandona demasiadas veces. Otro ejemplo es el foro ‘Mama importa’, una iniciativa del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal para dar un lugar de escucha sin juicio y de apoyo a las madres. El registro es gratuito, puede hacerse con el nombre real o con pseudónimo, y en él las mujeres pueden volcar sus experiencias. “Es un foro de ayuda mutua donde también hay aportaciones profesionales, pero donde lo básico es la escucha y el respeto”, dice Esperanza Amado, la enfermera especializada que coordina el espacio desde el comienzo, aunque con el tiempo otras profesionales han ido haciendo sus aportaciones para ofrecer ayuda especializada a las mujeres.
Escuchar para acompañar
“Validamos sentimientos, hay un reconocimiento a todo lo que hacen bien, tratamos de hacer que confíen en ellas mismas, potenciamos la escucha –apunta Amado–. Hay veces que otros acallan nuestras voces cuando somos nosotras las que conocemos nuestros cuerpos y a nuestros hijos”. Al foro llegan madres con diagnósticos de trastornos de ansiedad, depresión o delirios, pero también muchas otras que, sin diagnóstico, necesitan acompañamiento, ayuda, escucha o desahogo. “Nuestro trabajo es, más allá de cualquier etiqueta, transmitir a esas mujeres que no son peores madres que otras, que todas lo hacemos lo mejor que podemos y que, si no lo hacemos de otra manera, es porque en ese momento y contexto no podemos”, asegura la enfermera, que ve una carencia de formación en los profesionales de la salud, pero también de humildad. “Es complicado darte cuenta de que lo has estado haciendo mal. Y hablo en primera persona. Trabajo en salud mental desde 2007 y cuando me formé en salud perinatal 2012 y entendí de dónde venía todo no me podía creer que hubiera estado trabajando sin conocer esas bases”.
Hay otra circunstancia en la que la atención a la salud mental materna es clave: los duelos perinatales, que se producen tras la pérdida del bebé durante el embarazo, el parto o en las primeras semanas de vida. La psicóloga Pilar Gómez-Ulla está especializada en duelo perinatal y cuenta que, aunque es una situación normal, no patológica, que no tiene por qué requerir la atención de un profesional en salud mental, la falta de una asistencia adecuada puede derivar en graves consecuencias. “En un duelo, normalmente, puedes estar en familia, te atienden para hacer los papeles... se dan una serie de circunstancias para transitarlo de forma diga. En este tipo de duelos, en cambio, muchas veces se hace como si no pasara nada; no se puede vivir con otros miembros de la familia, porque no les dejan acceder al paritorio, por ejemplo; no les puedes inscribir en el libro de familia, es a la madre a quien le preguntan si quiere hacerse cargo del cuerpo cuando en ese momento deberían ser otras personas de referencia quienes pudieran acompañar y tomar decisiones...”.
Por eso, subraya, es importante que en todos los equipos sanitarios haya profesionales formados en salud mental perinatal que sepan dar directrices y acompañar buenas prácticas, especialmente matronas, enfermeras y ginecólogas, que son quienes tienen contacto estrecho con las mujeres. “Hay que facilitar el encuentro con el bebé, entender el estado de shock de los padres y reducir ese shock para que puedan tomar decisiones desde el amor y no desde el miedo, recoger recuerdos, fotografías, dar tiempo...”, menciona la psicóloga. También deben estar disponibles por si, más allá de todo ese proceso, la madre requiere la presencia de un profesional.
El riesgo de que esta atención no sea adecuada es, sobre todo, la presencia de secuelas postraumáticas. “Hay que evitar la sensación de abandono, hacer sentir que han podido tomar decisiones. Con un trauma tardas más en poder hacer tu vida normal, revives constantemente ciertos momentos...”. Pilar Gómez-Ulla es, no obstante, optimista: en los últimos ocho años, destaca, las cosas han mejorado mucho en los centros hospitalarios. Y la conversación sobre la salud mental materna ya no es (tan) tabú.