El desierto avanza por España impulsado por el cambio climático que provoca temperaturas más altas y menos lluvias. La desertificación ya está en marcha y amenaza con hacer inviable el modo de vida basado en el uso intensivo de agua del levante y el sureste de la península, el núcleo de la industria agrícola de regadío en Murcia, Almería, Granada o parte de Málaga.
El riesgo de que el cambio climático termine por obligar a miles de personas a desplazarse porque sus tierras se vuelven yermas está reconocido: la Junta de Andalucía ha descrito en su Estudio Básico de Adaptación que, entre los riesgos para el campo, se encuentra el desplazamiento hacia el norte de los suelos adecuados para cultivar y añade que van a darse “graves riesgos de abandono de tierras” por el cambio en el rendimiento de los cultivos y la ubicación de la producción. La patronal de productores Fepex asegura que este sector da trabajo a 400.000 personas.
¿Son los desplazados climáticos españoles un horizonte lejano? En las pedanías Altas de Lorca (Murcia) ya consideran que su despoblación es consecuencia del cambio en las condiciones ambientales que ya no dan para sus cultivos de almendros. De hecho, la asociación agraria ASAJA Murcia ha advertido que con la crisis económica y la “endémica sequía” un 20% de las explotaciones “han sido abandonadas”.
La endémica sequía. Es decir, la escasez de agua en lugares donde se pierde suelo, se pierde agua y la que queda se vuelve salada. La cuestión es que los efectos del cambio climático se están añadiendo a unos hábitats ya dañados y sobreexplotados por la acción humana. “El sistema ecológico da para lo que da y este modelo está muy al límite”, asegura el investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, Jaime Martínez Valderrama. Martínez Valderrama explica cómo la propia industria del regadío intensivo ha quebrado el equilibrio en el sureste español y ha contribuido a la desertificación por “la presión incesante de los agricultores de conseguir más recursos hídricos”.
El investigador cuenta que “el problema se ha acuciado al multiplicar la extracción de recursos gracias a la nueva tecnología que permite perforar pozos antes inimaginables y ante la perspectiva de un beneficio económico impensable ya sea por subvenciones o por ventas”. En su opinión, la desertificación ahora “está muy relacionada con el cambio climático. Es un frente de un problema medioambiental muy amplio”. Y pone un ejemplo, precisamente en Almería, en la zona de Tabernas donde se ha sobreexplotado el acuífero del río Aguas para mantener explotaciones de olivos de regadío. “Dan más kilos, dan más beneficio”. Se ha superado la capacidad del acuífero un 300%, el más exprimido de España.
La sed sin fin del mango y el aguacate
El Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación especifica que la desertificación, además de en las islas, se concentra fundamentalmente en el sureste y la llanura manchega. Así que está sonando la alarma, aunque los síntomas de peligro ya estaban acumulándose.
En la Axarquía, en Málaga, se ha vivido una auténtica burbuja del mango y el aguacate. Ambos cultivos subtropicales de regadío. Tanto, que casi la mitad de las 10.000 hectáreas dedicadas allí a estas explotaciones quedan fuera del plan legal de regadíos del embalse de La Viñuela que abastece estos campos. La división se hizo según la altura a la que se sitúan las fincas: más allá de la cota 140 no tienen derecho a utilizar esa agua. “La están consumiendo ilegalmente”, concluyen, Rafael Yus y Miguel Ángel Torres, de Ecologistas en Acción, en su análisis sobre la situación hídrica en la comarca. Pero con el visto bueno de la administración que ha dado permiso a los riesgos. Según su evaluación, “o se paraliza la burbuja [de cultivos subtropicales] o se alcanzará el colapso hídrico: la ruina de quienes invirtieron”.
Este año, cuando han venido mal dadas y La Axarquía fue declarada en “sequía severa”, la Junta de Andalucía ha excluido en abril pasado a estas explotaciones más elevadas de los derechos al agua embalsada. “Pero como ha llovido pues todo se ha relajado”, cuenta Yus. La escasez no es algo sobrevenido aquí sino un problema sistémico como reconoció en 2010 el Informe Estratégico de la Axarquía de la Fundación Madeca ya en 2010. “Deberíamos apostar por un control y desaceleración del expansionismo del regadío porque el cambio climático implica temperaturas más altas y sequías más frecuentes y prolongadas” remata el ecologista. Sin embargo, los Presupuestos Generales del Estado contemplan un recrecimiento de la presa de La Concepción, en la Costa del Sol de “donde esperan los regantes que les bombeen agua”, lamenta Yus.
“La escasez crea conflicto”, dice Cristina Monge, experta en migraciones climáticas de Ecodes. Monge afirma que “España, por su situación geográfica, es muy vulnerable a los efectos del cambio climático. Ya se están detectando cambios en los cultivos que pueden acarrear desplazamientos e incrementar esos conflictos por los recursos como el agua”. Así, el director de la Organización Internacional para las Migraciones, William Lacy Swing, ha explicado que “los factores medioambientales, particularmente los desastres naturales y el cambio climático” acentúan la migración. Y advertía de que se da “una degradación lenta en la que el mundo rural más pobre es golpeado antes y con más fuerza”.
Jesús Gamero, investigador en el Grupo de Sociología del Cambio Climático de la Universidad Carlos III de Madrid, incide en que “el cambio climático no activa per se una migración, pero sí dispara una degradación de las condiciones de vida que hace que se expulse a población”. Gamero explica que “el patrón en los países desarrollados es diferente: una migración selectiva en la que el que tiene recursos puede moverse a zonas santuario”. En este sentido, un buen número de explotaciones agrícolas murcianas se han deslocalizado a otras zonas menos golpeadas por la escasez de agua: valle del Guadalquivir o del Guadiana. El presidente de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, Manuel Martínez, dijo en el Parlamento regional que “nuestros agricultores están buscando otras zonas donde tienen recursos para atender los compromisos con sus clientes. Un 30 o 40% de algunos productos se producen fuera de la región”.
El investigador Gamero avisa de que el cambio climático “va a provocar el mayor trasvase de dinero de los pobres a los ricos”. También en Murcia, la Federación de Cooperativas agrarias calculó que en 2017 se perdió el 12% de los empleos relacionados con la agricultura.
Martínez Valderrama entiende que abordar esta cuestión “es muy delicado en lugares como Almería donde el regadío es el motor económico que consume el 90% del agua disponible. Una hectárea está valorada en 190.000 euros. Siempre que tenga agua, eso sí”. Como en el caso de La Axarquía malagueña, el investigador entiende que “bajar el pie del acelerador no es un capricho de ecologistas. Es necesario para que el recurso dure de forma indefinida”.