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El collar del último neandertal

Antonio Rodriguez-Hidalgo

Investigador en la Universidad Complutense de Madrid —

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Si nos cruzásemos por el barrio madrileño de Malasaña con una pareja de neandertales vestidos a la última, seguramente no notaríamos nada extraño. Pero si ellos se cruzasen con nosotros hace 50.000 años en la orilla del Río Manzanares, ¿cómo deberíamos lucir para no llamar su atención?

Los neandertales son una especie controvertida. Para unos representan una humanidad imperfecta, brutal y fallida. Para otros, tan humanos, sofisticados e inteligentes como cualquiera de nosotros.

Durante la mayor parte de su existencia, neandertales y Homo sapiens no se diferenciaron demasiado. Al menos no en su cultura material. Pero hay quien piensa que una “revolución humana” se produjo repentinamente en todo el viejo mundo hace 50.000 años. Este cambio nos llevó a nosotros, los sapiens, a crear mitos, pintar paredes y decorar nuestros cuerpos. Ellos no alcanzaron el olimpo cognitivo. Perdieron el tren de aquella revolución y sucumbieron.

Pero, ¿estamos tan seguros de esto?

Un nuevo ‘look’ para los Neandertales

La imagen que tenemos de los neandertales ha cambiado radicalmente en los últimos años. Este cambio de percepción no es una moda, sino que se basa en la evidencia científica.

El origen y la autoría de la “revolución cognitiva” estaban muy claros hace años, pero ahora son más difusos. La comunidad científica discute sobre si la capacidad de otorgar “espíritu” a los objetos inanimados fue exclusivamente nuestra. La respuesta parece estar en algunos pequeños objetos de adorno, posiblemente colgantes o pendientes. Los neandertales usaron ornamentos. Quizá lo hicieron antes que nosotros. Quizá incluso nos enseñaron un par de cosas sobre ellos.

Además de usar ornamentos, los neandertales enterraron ocasionalmente a sus muertos, incluso con ofrendas como astas de ciervo y cuernos de bisonte. Fueron autores del primer arte rupestre. Grabaron huesos y piedras, y coleccionaron objetos llamativos. Pintaron sus cuerpos de rojo y negro con pigmento natural y se decoraron con pieles y plumas de animales. Probablemente, incluso usaron diferentes peinados. Su mundo simbólico era complejo.

De hecho, un estudio reciente publicado esta semana en la revista Nature Ecology & Evolution muestra el hallazgo de un hueso de ciervo que un neandertal talló hace 51.000 años en una cueva de Alemania.

Viaje a las dos orillas del Mediterráneo

En Cova Foradada, cerca de Barcelona, se han encontrado los restos de un águila de hace 39.000 años. Los neandertales abandonaron los huesos allí junto a algunos cuchillos de sílex después de manipularlos. La forma de las herramientas de piedra sugiere vínculos con los últimos neandertales cantábricos y franceses, los llamados “châtelperronienses”, ya en transición hacia el Paleolítico superior.

Los cortes en uno de los huesos revelan que el objetivo de tal manipulación era la obtención de las garras. Una vez cortada, el resto de la pata se desechó en la cueva. Es el primer caso y el único documentado hasta ahora en la península ibérica, pero nos ha permitido profundizar en el mundo simbólico de los neandertales y sus conexiones con los sapiens.

En otros diez yacimientos del suroeste europeo, desde Croacia al sur de Francia, se han encontrado garras de rapaces modificadas para ser usadas como adornos personales, probablemente colgantes. Siempre en yacimientos neandertales. Siempre son garras de grandes águilas. Pigargoságuilas reales y, en nuestro caso, águila imperial ibérica. Pensamos que esta selección extrema se podría deber al carácter simbólico que los neandertales del sur de Europa atribuían a estas pequeñas “joyas” de su cultura material. No usaron garras de león, oso o halcón y no sabemos por qué.

Las comenzaron a utilizar hace 120.000 años, y continuaron haciéndolo hasta el borde de su desaparición como especie. Probablemente, el significado de estos adornos se transmitió de generación en generación durante milenios. Al menos en esta región del sur de Europa, ya que no se han encontrado este tipo de evidencias en otras zonas donde sabemos que habitaron los neandertales, como Oriente Próximo, Asia Central o Siberia.

A su vez, nunca se han encontrado garras utilizadas por los humanos modernos como colgantes hasta su llegada a Europa hace unos 40.000 años. Y eso que los humanos modernos ya habían empezado a utilizar conchas marinas como abalorios en África y Oriente Próximo hace unos 70.000 años. Esto nos permite plantear varias hipótesis interesantes:

  1. Los neandertales empezaron a usar ornamentos antes que otras especies humanas.
  2. Lo hicieron de forma independiente, no parece que lo aprendiesen de los Homo sapiens.
  3. Usaron las garras de águila sólo en una región muy concreta, quizá una región cultural.
  4. Lo hicieron durante varios milenios y la tradición pasó del Paleolítico medio a las culturas neandertales del Paleolítico superior.
  5. Quizá enseñaron a los primeros sapiens europeos a incluir las garras de águila entre sus ornamentos.

De vuelta a la orilla del Manzanares

Hace unos 35.000 años, los neandertales se extinguieron. Antes de desaparecer, contribuyeron con su pequeño riachuelo genético a la enorme corriente sapiens que inundó Europa. La mezcla de caudales pudo producirse porque biológicamente éramos muy similares.

Los arqueólogos necesitamos más evidencias para saber cómo de parecidos éramos desde un punto de vista cognitivo y cultural. Mientras tanto, si viajamos atrás en el tiempo y nos encontramos con una pareja de neandertales a la orilla del Manzanares, mi consejo es que llevemos pieles, plumas y un colgante hecho con garras de águila si queremos pasar inadvertidos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leerlo aquí.