Con los meses de confinamiento, la popularidad de los movimientos que promueven estilos de vida más sanos aumentó: se consumieron más alimentos saludables, se apostó más por el ejercicio –a cubierto– y la gente invirtió más tiempo en la cocina. También se incrementó el uso de nuevas tecnologías y las redes sociales, donde las cuentas de comida sana difundían consejos y recetas para incorporarlos en nuestra dieta en la primera etapa de la pandemia. Una preocupación, a priori, positiva, que ha acabado por favorecer algunos trastornos de la alimentación y la ansiedad.
“La denominada comida real [real food en inglés] le pone un valor moral a los alimentos y responsabiliza a la persona con el fin de culparla y hacerla sentir mal por lo que come”. Habla Isabel, que tiene 22 años y comenzó a seguir este estilo de vida desde su nacimiento en España. La joven conoce de primera mano lo que supone la presión para comer de manera sana, ya que lleva diez años con problemas y trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
El movimiento de la 'comida real' en España es un fenómeno, especialmente en el mundo virtual de las redes sociales. Su objetivo, en principio, es divulgar información sobre la importancia de eliminar los alimentos ultraprocesados de la dieta. Son indicaciones parecidas a las que hace la Organización Mundial de la Salud. “El problema es que el mensaje llega a tanta gente que puede haber alguna persona vulnerable que desarrolle un TCA”, explica la nutricionista y divulgadora Belén Serrano.
'Comida real', ¿comida irreal?
Como Isabel, Fran Gómez, de 30 años, también comenzó a seguir este tipo de cuentas de nutrición: “Me obsesioné con leer las etiquetas y las calorías. Pero, al tener esa obsesión por la comida, me sentía mal y no adelgazaba”, relata. En su caso, los problemas con la autoimagen comenzaron en el colegio, algo que le dejó huella porque “el insulto en esa época duele más y se magnifica”.
Belén Serrano alerta sobre la demonización de ciertos alimentos. “Todos los alimentos caben dentro de una alimentación saludable, siempre que haya una buena relación con la comida y una adecuada distribución de los alimentos. Si prohíbes algunas comidas, aumentarán las ganas de consumirlas. No podemos relacionar un alimento con un veneno, por mucho que no sea saludable”, asegura la nutricionista.
Para Claudia Pradas, psicóloga y divulgadora en redes sociales, los movimientos de 'comida real' no pretenden generar malestar psicológico, pero sí “hay una mala praxis” en la difusión del mensaje, ya que “hay gente que es vulnerable a precipitarse de manera catastrófica y que recae en TCA si tiene problemas previos”. Para la psicóloga, este tipo de actividades se deberían hacer desde “un punto de vista no castigador” para conseguir una relación con la comida “más amable y compasiva”.
Pandemia, redes sociales y ortorexia
Al comienzo de la pandemia por la COVID-19, los problemas de alimentación empeoraron en algunas personas. No solo por el estrés que ya de por sí se generaba por el confinamiento, sino también por la culpa autoimpuesta por no estar comiendo sano o haciendo deporte. “Parecía que engordar era lo peor que te podía pasar en la pandemia, cuando nuestro cuerpo es dinámico y hay que aceptar que cambia y que eso no nos define”, incide Belén Serrano.
En esta etapa también influyó la sensación de no poder controlar la situación epidemiológica: “Muchas personas con TCA tienen un componente de control, y están relacionados con aspectos traumáticos o descontrol emocional. Si siento que tengo un cierto descontrol en mi vida, como sucedió con la pandemia, voy a lo que puedo controlar, que es la comida. Hay personas que no sabían regularse emocionalmente y tendieron a obsesionarse con la autoimagen, la comida o el ejercicio”, explica Pradas.
Toda esta relación negativa con la alimentación puede conllevar no solo anorexia o bulimia, sino también un trastorno conocido como ortorexia, “la obsesión patológica e irracional por comer sano y por la calidad de los alimentos”. En este sentido, “la anorexia y la bulimia son los dos trastornos más reconocidos, mientras que la ortorexia y vigorexia son los 'nuevos TCA', surgidos por el contexto actual”, explica la nutricionista Serrano, quien considera que la sociedad “premia” a las personas por adelgazar, aunque no se conozca “de dónde viene” esa pérdida de peso.
Isabel también sintió esa validación cuando adelgazó: “De ser una chica friki pasé a ser una chica popular, así que se reforzó ese hábito de perder peso”. La joven comenzó a “sentirse integrada”, así que cuando en el centro de salud le dijeron que tenía que engordar de nuevo, pensó que nadie la iba a querer y entró “en un bucle de restringir alimentos, pegarme atracones y vomitar durante años”. Ahora se está recuperando, pero le cuesta sentir que lo está “haciendo bien”. “La cultura de la dieta me dice que no puedo comer eso -ciertos alimentos- y ser saludable, es muy complicado desmentir eso en mi fuero interno”, asegura.
¿Mensaje malinterpretado?
Tanto la nutricionista Belén Serrano, como la psicóloga Claudia Pradas coinciden en que se debe tener en cuenta la salud física, pero también la mental, y que el mensaje de estos movimientos no debe dejar lugar a las malas interpretaciones o a los extremismos: “No es un dogma”, señala Pradas, quien se pregunta qué es realmente estar sano, ya que “no solo es la ausencia de malestar fisiológico, sino también mental”.
Ambas están de acuerdo en que estas cuentas deben tener cuidado de no propagar ideas extremas debido a su gran influencia y peso en redes, ya que para las personas que ya padecen o han pasado por problemas en su relación con la comida, como es el caso de Fran e Isabel, determinados mensajes pueden ser dañinos: “Yo creía que si dejaba el azúcar, los procesados y empezaba a comer limpio, mi vida se solucionaría y podría estar feliz y sana, pero eso no tiene nada que ver”, cuenta Isabel.
Para Fran, no toda la culpa la tiene el movimiento de 'comida real', aunque considera que es “un poco extremo”. “Te dicen que no sabes lo que te estás metiendo en el cuerpo” al beber ciertas bebidas azucaradas. El joven, finalmente consiguió reconciliarse con la alimentación al acudir a un nutricionista, algo que tendría que “haber hecho hace mucho tiempo”.