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España se olvida de los rastreadores en la quinta ola y la positividad se cuadruplica en un mes

Un sanitario realiza una prueba PCR en la localidad lucense de Sarria. EFE/Eliseo Trigo/Archivo

Mónica Zas Marcos

21 de julio de 2021 22:25 h

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España se había preparado para un verano sin restricciones, sin mascarillas y sin limitaciones a la movilidad ni al ocio nocturno. Pero el panorama ha dado un vuelco. Con 644 casos por 100.000 habitantes, la incidencia actual triplica el máximo alcanzado en abril durante la cuarta ola (230 casos) y ha empezado a impactar en los hospitales y las UCI. Los primeros registran un 62% más de ocupación esta semana respecto a la anterior y el número de pacientes en cuidados intensivos ha crecido un 50% en solo siete días.

Otro indicador al alza que preocupa a Sanidad es la positividad de los test diagnósticos, que ha pasado de un 4% a un 16% en un mes y en los segmentos de población más joven ronda el 20%. Por comparar, en el peor momento de la tercera ola se alcanzó el 18% y la OMS ve preocupante cualquier porcentaje que supere el 5%. Este medidor es útil para comprobar la velocidad de aumento de los contagios, pero también para evaluar los esfuerzos de rastreo de las comunidades autónomas, bastante menores que los del verano pasado.

La realidad es que se están detectando muchos casos –no como al principio de la pandemia– y que las pruebas se siguen multiplicado. En concreto, se han duplicado hasta llegar a 1,2 millones en un mes. Un alto porcentaje de positividad puede indicar que buena parte de los contactos estrechos de un positivo se han contagiado; que hay un sesgo de selección en las personas que se hacen PCR porque tienen síntomas o sospechas de haber contraído la enfermedad; y que no se está rastreando de forma tan exhaustiva como en otros momentos de la pandemia.



Reconstruir los pasos de cada caso confirmado y buscar a las personas con las que ha estado es la laboriosa tarea que desempeñan los llamados rastreadores. “El verano pasado eran imprescindibles porque la ola de contagios impactaba sobre una población no inmunizada”, dice José Martínez Olmos, exsecretario general de Sanidad y profesor de Salud Pública en Granada. Ellos fueron los encargados de atajar los rebrotes en una época tan delicada y con tanta movilidad como el verano. Aunque ya se enfrentaron entonces a grandes retos, ni los equipos estaban tan mermados como ahora ni su labor era tan difícil. “Este rastreo es muy distinto al del año pasado y encima con menos personal”, resume Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y coautor del libro Epidemiocracia.

La gran diferencia es el perfil del contagiado, es decir, “personas más jóvenes que pueden generar entre 50 o 60 contactos”, expresa el epidemiólogo. “El objetivo del rastreo es mitigar la transmisión comunitaria y ahora es mucho más difícil porque los brotes se dan por aglomeraciones, la Atención Primaria está saturada y porque cumplir las cuarentenas requiere cierta voluntad”, añade Martínez Olmos.

El Ministerio de Sanidad puso a disposición de las comunidades un millar de rastreadores del Ejército hace dos semanas para apoyar a los centros de salud, pero ha resultado insuficiente con una media diaria de 25.000 contagios. Por eso, muchas autoridades están optando por otro tipo de medidas que vuelven a dibujar un mapa desigual de restricciones.

El rastreo, la medida menos popular

Catalunya, Comunitat Valenciana y Cantabria son las más estrictas y han impuesto toques de queda en los municipios con mayores tasas de contagios. Otras no lo llaman así, pero a efectos prácticos es parecido. Euskadi, por ejemplo, ha limitado las reuniones entre no convivientes desde la medianoche hasta las 6:00; y Andalucía ha limitado la movilidad desde las 2:00 de la mañana, hora de cierre del ocio nocturno, hasta las 6:00. En Canarias y Extremadura la justicia ha tumbado los toques de queda, pero no es el único as que tienen los gobiernos en la manga para frenar la quinta ola. 

Para acceder al interior de la hostelería, a pubs o discotecas en Galicia, será necesario tener una PCR negativa o el certificado de vacunación. También se han limitado a seis los grupos en interiores en las zonas con mayor incidencia. Catalunya y Asturias han prohibido el ocio nocturno en toda la comunidad, y Murcia todo aquel que se celebre en interiores. La gran mayoría ha adelantado su hora de cierre excepto Madrid, que sigue permitiéndolo hasta las 3:00 de la madrugada y no se plantea tomar otro tipo de medidas.

Esta semana incluso ha regresado el debate sobre imponer de nuevo las mascarillas en el exterior después de que Baleares lo decretase y Euskadi y Andalucía apoyasen la moción. El Congreso de los Diputados, sin embargo, ha votado a favor del real decreto que flexibilizó su uso en las calles hace un mes. 

No es correcto imponer toques de queda, que al final son confinamientos por horas, si a la vez no se refuerza la Atención Primaria y no se contrata a rastreadores

Pedro Gullón Epidemiólogo

“No es correcto restringir la movilidad o imponer toques de queda, que al final son confinamientos por horas, si a la vez no se refuerza la Atención Primaria y no se contrata a rastreadores”, defiende Pedro Gullón. “Las medidas tienen sentido cuando son proporcionales al resto de esfuerzos asistenciales. No se le puede quitar importancia al rastreo, y menos cuando la enfermedad se está comportando en brotes enormes y es necesario cortar las cadenas de transmisión”, explica el epidemiólogo.

Martínez Olmos, en cambio, opina lo contrario. “El rastreo ahora mismo es una operación absolutamente insuficiente. No es un arma eficaz contra la pandemia porque la magnitud no es la misma ni tiene el mismo impacto sobre la salud”, opina el experto en Salud Pública. A su modo de ver, “la única manera de atajar la transmisión es evitando las interacciones”. “La sobrecarga de la Primaria y la alta tasa de contagiosidad nos abocan a nuevas restricciones como los toques de queda y las limitaciones al ocio nocturno”, enumera. Por otro lado, defiende que es una manera de evitar lo que ya ocurrió el año pasado: el incumplimiento de las cuarentenas y de las recomendaciones de los rastreadores. 

¿Más desobedientes que el año pasado?

Saray es enfermera y rastreadora en Aragón, la tercera comunidad con peores datos epidemiológicos después de Catalunya y Navarra. Con una incidencia de 800 casos por 100.000 habitantes, reconoce que sus agendas echan humo. De hecho, el Gobierno aragonés ha anunciado este miércoles que volverá a pedir la ayuda de los efectivos del Ejército que el Gobierno ha puesto a disposición de las autonomías. “Llevo desde junio de 2020 en este puesto y ahora hemos llegado al récords de hacer entre 200 y 250 llamadas a diario, cuando lo normal entre olas son unas 20 o 40”, compara la sanitaria. 

“Cada vez encuentro a más gente que no conoce el nombre de las personas con las que ha estado o que se olvidan de notificar”, relata. Reconoce que también se tiene que enfrentar a todos aquellos que dudan de la fiabilidad de su postivo porque les coincide con las vacaciones, “insisten en que les repitan la prueba y ralentizan todo el proceso”. “En verano sube el porcentaje de gente que es difícil de localizar, que está fuera de la ciudad cuando la llamas o que presenta más dificultades a la hora de realizar el aislamiento”, admite.

En verano sube el porcentaje de gente que es difícil de localizar, que está fuera de la ciudad cuando la llamas o que presenta más dificultades a la hora de realizar el aislamiento

Saray Enfermera y rastreadora en Aragón

Gullón identifica dos factores que hacen que las cuarentenas sean más difíciles de cumplir que el año pasado: “Por un lado, la gente está muy cansada y, por el otro, hay mucha confusión sobre el resultado de las pruebas diagnósticas”. En cuanto al primero, cree que los aislamientos se pueden facilitar mediante garantías laborales o alternativas habitacionales. Sobre lo segundo, en contra de la evidencia epidemiológica, aún hay contactos estrechos con PCR negativa que se creen que están a salvo o que no pueden contagiar. El caso más paradigmático fue el del macrobrote de Mallorca, donde la justicia tumbó la cuarentena para todos los que habían dado negativo en el test. 

“Lo más frustrante es repetir lo mismo una y otra vez y ver que en la población no calan los mensajes, que mucha gente sigue sin saber cómo tiene que protegerse a sí mismo o a los demás”, comparte Saray, la rastreadora de Aragón. Por otro lado, “la atención puramente telefónica es muy impersonal y muchas veces la gente te responde fatal porque les estás fastidiando las vacaciones, una boda o impides que puedan visitar a un familiar”. Por eso Gullón insiste en la importancia de la labor de estos equipos a la hora de “comunicar de forma tranquila”. “Nosotras tratamos de tener tacto con todas las situaciones, pero mucha gente no asume la responsabilidad de sus actos”, concluye la enfermera.

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