La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre superó de nuevo su récord en 2016. Es el segundo año consecutivo que va más allá del punto de inflexión que supuso rebasar la marca de 400 partículas por millón (ppm) en 2015. Ese nivel empieza a quedar atrás al haber llegado a las 403,3, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial.
“Las actividades humanas unidas al fenómeno de El Niño han llevado la concentración de CO un 145% por encima de la era preindustrial (1750)”, asegura la organización en su Boletín Anual sobre Gases de Efecto Invernadero. Es el umbral más alto registrado en 800.000 años, prosigue la OMM, que asegura que “los abruptos cambios experimentados en la atmósfera en los último 70 años no tienen precedente”.
Este rápido aumento del CO y otros gases está en la base del forzamiento radiativo (el efecto invernadero) que dirige al cambio climático y “graves disrupciones ecológicas y económicas”, insisten los redactores del boletín. Ese forzamiento se ha incrementado un 40% desde 1990. El forzamiento implica que la radiación solar rebotada sobre la superficie de la Tierra no pueda abandonar la atmósfera debido a la barrera que supone la acumulación de gases. Esa radiación permanece, calentando la superficie terrestre con implicaciones en el clima.
El CO que ahora permanece en la atmósfera en niveles casi nunca vistos, es el gas de efecto invernadero más relevante desde el punto de vista de su origen: gran parte se debe las actividades humanas. “La última vez que hubo concentraciones de dióxido de carbono comparables fue hace 3-5 millones años con una temperatura entre 2 y 3 ºC más alta y un nivel del mar entre 10 y 20 metros superior”, asegura la OMM.
“Los número no mienten. Todavía estamos emitiendo demasiado y necesitamos revertir la situación”, ha dicho el director del programa de Medioambiente de la ONU, Erik Solheim, al conocer los datos.
Otros gases responsables
Además del CO, el boletín también informa sobre otros gases de efecto invernadero con menos fama pero gran potencia. Así, el metano (CH), tienen la responsabilidad del 17% del forzamiento radiativo. Solo el 40% de sus emisiones tienen origen natural. Las actividades humanas que más lo producen son la ganadería, el cultivo de arroz, la quema de biomasa y la extracción de combusitbles fósiles. La concentración de este gas está en la 1.853 ppm, también su pico registado.
Sobre el dióxido de nitrógeno (NO), la OMM explica que proviene de “procesos industriales, uso de fertilizantes”, entre otros. Además de su efecto invernadero, se le atribuye un papel importante en la destrucción de la capa de ozono estratosférica (la barrera natural contra las radiaciones ultravioletas).
Este análisis de situación de la ONU junto con el informe sobre emisiones deben ser la base científica sobre la que se tomen decisiones en la próxima cumbre sobre cambio climático (COP23) se que celebrará en la ciudad alemana de Bonn entre el 7 y el 17 de noviembre. “Sin un rápido recorte en las emisiones de gases de efecto invernadero estaremos dirigiéndonos a un peligroso incremento de la temperatura al final de este siglo. Por encima del objetivo establecido en el Acuerdo de París”, ha rematado el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.