La salubridad del césped artificial, en investigación
La semana pasada un programa de la televisión holandesa desataba las alarmas sobre la salubridad de los campos de césped artificial. El documental relacionaba el caucho que se utiliza en estos campos con el cáncer y el escándalo ha sido tal que varios clubes de fútbol amateur han decidido suspender sus partidos. Sin embargo, los estudios científicos realizados hasta la fecha no ofrecen evidencias de que la utilización de este tipo de materiales sea perjudicial para la salud de los deportistas, aunque los investigadores aseguran que hay algunas lagunas en la investigación, como los efectos en niños.
“Apenas tenemos información sobre la absorción oral o cutánea en niños ”, asegura a eldiario.es el profesor de la Universidad de Utrecht Martin van den Berg. Este experto en toxicología participó el documental que hizo saltar las alarmas en Holanda afirmando que él “no jugaría en esos campos”, pero aclara en que sus declaraciones iban “especialmente enfocadas a los niños”.
Actualmente, los campos de fútbol de césped artificial son considerados como un sustituto ideal de los campos de hierba, dado que ofrecen un ahorro significativo de agua. Sin embargo, los componentes utilizados hacen que hayan surgido las dudas sobre su seguridad. Los actuales modelos de césped artificial suelen estar compuestos de tres capas principales: fibras de hierba artificial (hechos con una mezcla de polietileno y nylon), un relleno hecho de gránulos de caucho (a veces es mezclado con arena) y una alfombra base (hecha de poliuretano).
La polémica está principalmente en el relleno de caucho, un granulado que se obtiene principalmente por desintegración mecánica de los neumáticos fuera de uso. Este material contiene una variedad de contaminantes orgánicos, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), y de metales pesados que pueden volatilizarse en el aire o filtrarse en el terreno cuando llueve, lo que plantea un riesgo potencial para el medio ambiente y la salud humana.
El peligro de algunos de los componentes utilizados en la producción de neumáticos ha sido bien establecido por la Agencia Internacional Investigación contra el Cáncer (IARC), que ha determinado que trabajar en una fábrica de caucho es cancerígeno. Sin embargo, cabe aclarar que estos resultados no se pueden extrapolar a cualquier otro ambiente en el que se utilice este material y actualmente no existen suficientes pruebas que demuestren que la exposición en un campo de césped artificial sea lo suficientemente elevada como para hacer saltar las alarmas.
Más de 10 años de estudios con resultados “limitados”
Durante los últimos 12 años se han realizado varias decenas de estudios sobre el posible impacto tanto medioambiental como de salud de este tipo de materiales y la mayoría de ellos han concluido que los niveles de exposición detectados en las instalaciones deportivas o infantiles no son lo suficientemente elevados como para causar un perjuicio.
En 2013, un estudio realizado por investigadores italianos comparó la exposición a elementos perjudiciales que puede haber en los campos de césped artificial con la debida al tráfico medio de la ciudad de Turín. Los científicos concluyeron que “la inhalación de polvos y gases debidos al tráfico ofrece valores de riesgo de un orden de magnitud mayor que las debidas a jugar al fútbol en un campo de césped artificial”.
En el estudio más reciente, publicado el pasado año en la revista Environment Science & Techonology, se realizó una revisión de todos los estudios publicados hasta la fecha, llevada a cabo por un equipo de investigadores de la Academia China de Ciencias. Estos investigadores concluyeron que “las concentraciones de compuestos orgánicos volátiles y semi-volátiles en el aire por encima de los campos de césped artificial no eran, por lo general, más altos que las del entorno” y que por tanto no planteaban “ninguna preocupación significativa”.
Sin embargo, los investigadores advirtieron que los estudios eran “limitados” y que “sigue existiendo una brecha de conocimiento significativo que debe ser abordada con urgencia debido a la rápida expansión del mercado de césped artificial”. Estas lagunas se refieren principalmente a la ingesta o al contacto con la piel de estas partículas y también a su efecto en niños.
Van den Berg señala principalmente a los hidrocarburos aromáticos policíclicos como una fuente importante de preocupación, dado que sus “niveles en los gránulos de caucho pueden ser de hasta más de 100 mg/kg, mientras que los niveles de seguridad propuestos en la normativa actual son de 1 o 0,5 mg/kg para todos los bienes de consumo destinados a los niños”, explica el investigador.
Colaboración entre Europa, EEUU y la FIFA
Pese a que hay evidencias que resultan tranquilizadoras, las lagunas presentes en algunos estudios han llevado a las autoridades a tomar cartas en el asunto y en la actualidad, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por sus siglas en inglés), está trabajando en colaboración con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y con la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA).
Las primeras investigaciones por parte de las autoridades norteamericanas se iniciaron el pasado mes de febrero, tras las repetidas peticiones del congresista estadounidense Frank Pallone para que se iniciara una investigación sobre los riesgos para la salud de este tipo de materiales. La propia EPA, junto con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades y la Agencia de Control de Sustancias Tóxicas han anunciado la puesta en marcha un plan de acción para estudiar el caso.
También ha hecho lo propio la Comisión Europea, que el pasado mes de junio realizó una petición a la ECHA para que realizará una evaluación, con el objetivo de “identificar cualquier sustancia peligrosa en el relleno de caucho reciclado que pueda suponer un riesgo para la salud”. Entre los compuestos buscados están los hidrocarburos aromáticos policíclicos, que ya están fuertemente restringidos por la legislación de la UE. También evaluarán el riesgo de la exposición a la piel, la exposición oral y la inhalación de estas sustancias tanto en instalaciones situadas al aire libre, como en interior. Los primeros resultados de esta evaluación serán publicados el próximo mes de febrero.