¿Puede el coronavirus “escapar” de las vacunas?
La pandemia de coronavirus ha supuesto malas noticias para los creacionistas: una vez más, los investigadores pueden observar cómo funciona la evolución biológica en tiempo real gracias a un microorganismo. Ya sabíamos que Darwin tenía razón, pero lo que muchos no imaginaban es que la selección natural pudiera jugar en nuestra contra durante una crisis sanitaria. Ahora que la vacunación ha comenzado también en España, ¿podría el SARS-CoV-2 mutar lo suficiente como para escapar de su protección? ¿Qué podemos hacer para evitar que esto pase?
“Es un riesgo que puede pasar porque los virus, por naturaleza, mutan para evadir los sistemas de defensa que tiene el organismo”, asegura a elDiario.es el investigador del CSIC Mariano Esteban. Es algo que saben bien quienes trabajan en vacunas contra enfermedades como la malaria y el sida —que suponen un gran reto por la gran capacidad de adaptación del parásito— y la gripe —cuya vacuna cambia cada año—. También es algo conocido para los expertos en coronavirus animales.
La carrera armamentística de la evolución hace que los virus sean capaces de defenderse de las armas que creamos contra ellos. Por suerte, la resistencia a las vacunas no ha sido de momento un problema equiparable a las resistencias a los antibióticos y los antivirales. El motivo es que esta “es mucho menos probable” que surja y, cuando lo hace, “es menos dañina para la salud” de seres humanos y animales, según aseguraba un artículo publicado en la revista PNAS.
Además, y como explica Esteban, los investigadores se están preparando para evitar que esto pueda suceder mediante el desarrollo de candidatos de segunda generación que puedan reemplazar a los primeros en caso de ser necesario. Que el SARS-CoV-2 sea una excepción dentro de los virus de ARN y no mute en exceso no hace sino jugar en nuestro favor.
Pero, ¿cómo diseñar una vacuna que sea a prueba de la evolución? Es algo que planteaban dos investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania en un artículo publicado en The Conversation. “Como microbiólogos evolutivos que han estudiado un virus de aves de corral que ha evolucionado para ser resistente a dos vacunas sabemos que esto puede pasar. También sabemos qué hacer para impedirlo”.
En su opinión, estas vacunas deberían tener tres características: en primer lugar, ser muy efectivas a la hora de suprimir la replicación del virus como forma de detener la evolución. Aunque la tasa de mutación del SARS-CoV-2 sea muy baja comparada con la de otros virus como el del VIH (0,0012 % frente a 0,01 %), esto no significa que no se produzca.
En segundo lugar, es importante que estas vacunas generen respuestas inmunes que ataquen a diferentes partes del microorganismo al mismo tiempo. Si esto ocurre, “es casi imposible” que el virus pueda escapar porque requeriría múltiples mutaciones al mismo tiempo. Por último, consideran que estos medicamentos deberían funcionar contra todas las cepas “para que no haya otras que llenen el vacío cuando los competidores sean eliminados”.
¿Cumplen las vacunas aprobadas estos postulados? La investigadora del King’s College de Londres Penny Ward cree solo sabremos la respuesta a este tipo de preguntas mediante el seguimiento de los vacunados, tanto en los ensayos clínicos como en la población general. “Necesitaremos vigilar las infecciones en la comunidad mediante el genotipado de la proteína de la espícula contra la que actúan las vacunas para llevar un registro de las mutaciones y actualizar las vacunas conforme sea necesario”, aseguraba al Science Media Centre.
Este hipotético “escape vacunal” no es algo nuevo y es el motivo por el que la vacuna de la gripe cambia cada año. Por eso no preocupa en exceso a los investigadores, conscientes de que actualizar estos medicamentos no sería un problema. De hecho, y ante la alarma generada por la nueva variante detectada en Reino Unido, empresas como Pfizer, Moderna y AstraZeneca ya han asegurado que podrían rehacerla en unas semanas.
Esto no quiere decir que haya que bajar la alarma ni que la resistencia a las vacunas pueda ser felizmente ignorada. De momento no ha supuesto grandes quebraderos de cabeza para los seres humanos, pero en uno de los pocos ejemplos disponibles —un neumococo responsable de un tipo de neumonía— las nuevas vacunas necesitaron siete años de trabajo antes de estar disponibles. Además, algunos veterinarios han advertido del problema que, hasta ahora, han supuesto las pocas vacunas contra coronavirus disponibles en animales, en las que la pérdida de inmunidad es habitual.
Es por eso que los autores del artículo de PNAS defendían en 2017 la necesidad de no bajar la guardia y no suponer que los éxitos del pasado son garantía de futuro. “Si las vacunas de próximas generaciones se dirigen a un único antígeno o fallan a la hora de generar inmunidad esterilizante y por lo tanto permiten que continúe la transmisión, la resistencia vacunal podría ser más común”, escribían.
Además, advertían de que esta va más allá de la “evasión inmune” por la que el patógeno logra huir de las defensas de nuestro organismo. “Puede incluir otras características como la supresión inmune y una mayor replicación” con la que sobrepasar la protección generada por estos medicamentos. “[Las resistencias] son un inconveniente menor en ganadería, donde cada animal puede ser vacunado, pero podría ser una preocupación sustancial en poblaciones humanas en las que la vacunación universal no es posible”.
La pandemia de coronavirus ha cambiado nuestra concepción sobre qué es posible y qué no, con vacunas que han llegado con una rapidez nunca vista antes. Está por ver si también modificará nuestras nociones sobre si somos capaces de obtener una cobertura vacunal en todo el planeta y distribuir de forma eficaz estos productos al mismo tiempo que se lleva a cabo una vigilancia efectiva de la carrera armamentística que, sin ninguna duda, el coronavirus intentará.
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