El Gobierno ha aprobado este viernes declarar área marina protegida el corredor de cetáceos del Mediterráneo. Una autopista ecológica de 46.000 km que discurre entre Alicante y Girona y paralelo al archipiélago balear.
El decreto establece la inclusión de esta área en la lista de zonas especialmente protegidas de importancia en el Mediterráneo (ZEPIM). Por este corredor, que abarca desde el cabo de Creus al de La Nao y deja las islas Baleares al este, discurren especies como el cachalote, el rorcual, el calderón o los delfines mular y común, catalogadas como vulnerables, ya sea para migrar a zonas de cría o como hábitat de alimentación.
Salvaguardar esta superficie marina, un proyecto que estaba bastante avanzado, hace que España llegue al 13% de áreas marítimas protegidas cumpliendo la exigencia de alcanzar el 10% para 2020 indicado en la Convención de la ONU sobre Biodiversidad, según ha calculado el Ministerio para la Transición Ecológica.
Interés industrial
Estas aguas han sido objeto de interés industrial para la exploración submarina de yacimientos de hidrocarburos. La declaración como área protegida lleva incorporado un régimen de protección –hasta que se apruebe un plan de gestión– que prohíbe “usar sistemas activos destinados a la investigación geológica subterránea, tanto por medio de sondas, aire comprimido o explosiones controladas como por medio de perforación subterránea, y también la de cualquier tipo de actividad extractiva de hidrocarburos”. El decreto no puede paralizar los permisos ya en vigor. Actualmente hay cinco solicitudes en diversas fases de tramitación, según ha contabilizado la organización ecologista Mar Blava, que ha reclamado esta declaración. Con todo, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha explicado que piensan “revisar lo que está en vigor”.
Las prospecciones a base de sondas y explosiones submarinas son peligro directo para la fauna marina y en especial los cetáceos que dependen del sonido para comunicarse o alimentarse. El objetivo de blindar el corredor es conseguir un mar más silencioso, a salvo de la contaminación acústica, según establece la Convención de Barcelona.