Cabárceno (Cantabria), 17 jul (EFE).- La vida de la familia de gorilas del Parque de la Naturaleza de Cabárceno sufrió un revés en mayo cuando el macho dominante, Nicky, se contagió con la covid-19, y la respuesta de esos grandes primates ha sido igual a la de los humanos, con una diferencia: ellos no están vacunados.
Fue el 26 de mayo cuando los cuidadores de estos animales empezaron a preocuparse tras ver a Nicky caído en el suelo, sin apenas responder a los estímulos, sin comer, con mocos y lagrimeo, unos síntomas que al poco tiempo empezaron a replicarse en otros gorilas del grupo, en su caso con síntomas respiratorios.
“Y entonces, blanco y en botella. Es una sintomatología parecida a la que tenemos los primates humanos”, considera en una entrevista con Efe el veterinario jefe del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, Santiago Borragán.
Y añade que tras recoger las muestras de heces y ser analizadas en el Hospital de Valdecilla, se confirmaron los primeros positivos de la covid-19 en los gorilas de Cabárceno, que ha afectado a seis de los siete ejemplares que tiene el parque.
Borragán insiste en que la familia de gorilas del parque se ha comportado ante la enfermedad como una familia de humanos.
“Empezó papá a tener problemas y después otros han ido teniendo problemas. Otros lo habrán pasado sin ningún tipo de sintomatología. Un comportamiento que ha sido exactamente el mismo que en un hogar de humanos”, considera este veterinario sobre la respuesta que han visto en estos grandes primates.
Sin embargo, la preocupación por los animales era “mayor” porque, aunque la variante detectada en los gorilas ha sido la ómicron, que es la que está circulando y de la que se contagia la mayoría de las personas, estos animales no están vacunados.
Santiago Borragán afirma que la falta de vacunación era “un problema serio” y podía poner en peligro a estos primates.
Por ese motivo, el equipo de veterinarios de Cabárceno sigue rastreando y haciendo análisis a los gorilas para ver si el virus continúa en su organismo y saber si les dan el alta definitivo.
Ahora, en el recinto que acoge a esos animales, no hay problemas de coronavirus pero, aún así, toda precaución es poca y todo el personal del parque que se acerque a los gorilas debe tomar medidas como el uso de mascarilla para evitar una nueva transmisión del virus a los primates.
“Lo lógico es que se lo hayamos transmitido los humanos. Alguien, en algún momento, les ha podido introducir el virus de una manera involuntaria”, reconoce el jefe de veterinarios del parque, quien resalta la importancia de que los humanos estén vacunados y hayan podido generar anticuerpos contra la enfermedad, que los gorilas no tienen.
La cuidadora de estos animales, Lucía Gandarillas, recuerda cómo las cinco hembras de esta familia comenzaron a ponerse alrededor de Nicky cuando éste empezó a ponerse “un poquito pachucho”, y asegura que estaban “preocupadas por él, no se separaban y lo acariciaban”.
“Lo mismo que nosotros cuando tenemos un familiar que está enfermo”, cuenta Gandarillas, quien recuerda que cuando algunas hembras comenzaron a enfermar, los jóvenes se mostraban “curiosos” porque sus padres estaban más alicaídos, tenían mocos y tos. “Igual que una familia normal de humanos”, insiste esta cuidadora.
Lucía explica que los gorilas ha hecho, tras la covid, vida normal hasta estos días con la ola de calor, que los tiene menos activos porque no les apetece salir al gran espacio abierto que tienen junto a su recinto.
Al margen del calor, ellos juegan, comen, descansan y duermen de forma “normal” como antes del coronavirus.
La cuidadora asegura que ese comportamiento permite a los responsables del parque estar tranquilos, mientras Nicky, el espalda plateada de esta manada, sigue cuidando de sus cinco hembras y su cría, otro macho de 3 años.
Celia Agüero Pereda